Me había terminado de vestir justo cuando faltaban poco menos de diez minutos para las doce. Debo admitir lo nerviosa que estaba. Preguntándome a mí misma qué ocurriría si algo se me salía de las manos y terminaba en una situación peor en la que ya me encontraba.
También, confieso que lloré un par de horas por la "grata" noticia sobre mudarme con Lance. Quiero decir, cada vez mis padres estaban más locos. ¿Qué tan irresponsables debían ser unos padres para mandar a su hija a vivir con un extraño sin siquiera haberse casado? Que lo último ya era bastante irresponsable para añadir más cosas a la lista. Era completamente descabellado. Sentía que mis padres cada vez iban de mal en peor.
Por otra parte, la emoción que llevaba encima por ver a Jace tras una larguísima semana de sólo hablar con él por llamadas y mensajes; hacía que lo demás se contrarrestara... Sólo un poco.
Sabía que él también lo había estado pasando bastante mal. Sobre todo, por sus problemas de ira. Más bien agradezco al cielo que no haya hecho alguna locura y haya sabido controlarse correctamente.
Jace era un chico que aparentaba ser el más rudo de todos. Pero realmente era más frágil que una copa de cristal. Y sabía que, así como yo, él se había quebrado con todo lo que estaba ocurriendo. Me había pedido que confiara en él, porque tenía un plan que ni yo misma sabía a ciencia cierta en qué consistía; pero pese a hacerse el fuerte, yo misma lo había visto llorar por horas. Él también estaba asustado de lo que pudiese pasar. Y aunque yo no se lo dijera, yo también podía ver que él no estaba completamente seguro de lo que hacía.
"Estoy por llegar, Mel" —leí y algo dentro de mí se revolvió de los nervios.
—Vale, todo saldrá bien, Melissa —me dije a mí misma tras haber suspirado profundamente.
Oí el timbre y tomé mis cosas, saliendo de prisa de mi habitación y bajando las escaleras rápidamente.
—¡Ya me voy! —dije sin esperar respuesta y abrí la puerta. Sin embargo, y para mi desgracia, la persona que había tocado el timbre no había sido Emma—. ¿Lance? —enarqué una ceja—. ¿Qué haces aquí?
—Sí, sí. Hola, estoy bien, gracias —solté una risita.
—Hola, Lance, ¿cómo estás? —corregí.
—Vale, mejor. Estoy bien, ¿y tú? ¿Ibas saliendo? Quería llevarte a algún sitio —asentí algo apenada.
—Sí, lo siento. Quedé hoy con Emma —hizo un puchero—. Perdón. Tal vez mañana u otro día.
Definitivamente no quiero salir con él. Ayúdame, Dios.
—Oh, vale —suspiró—. ¿Esa no es tu amiga? —señaló a la persona que a lo lejos venía con paso apresurado.
—Así es. Debo irme —me reí.
—¿A dónde irán? Puedo llevarlas —se encogió de hombros.
—No, tranquilo —insistí—. Si quieres puedes pasar a ver a mis padres. Hoy llegaré algo tarde. Nos vemos otro día —palmeé su hombro.
—Vale, vale... —me sonrió dulcemente y le devolví el gesto, rezando porque no me viera tomar la ruta hacia la plaza. Ahora mi temor era que me siguiera y descubriera que realmente había ido a verme con Jace.
No, él no es tan psicópata....
¿O sí?
—Emm —la saludé—. Apurémonos antes de que el hombre de allá me siga.
—¿Lance? —se rio—. Bueno, se puede esperar de todo en esta vida.
Ambas caminamos bastante apresuradas, en dirección a la plaza que quedaba bastante cerca de mi casa.
—Jace, estoy con ella. Llegaremos en unos cinco minutos —dijo Emma cuando le había marcado al castaño—. Cómpranos agua —pausó—. ¿Cómo que "Por qué", tarado? ¿No ves todo el calor que está haciendo? No todos tenemos la suerte de tener permiso para conducir —solté una carcajada—. ¿Qué? No, no me quitaron mi licencia por atropellar a una anciana... Ya cállate, engendro —se quejó—. Tú solo compra las malditas botellas de agua —colgó el teléfono—. Maldito Michael. Le contó sobre la anciana.
—¿Realmente te quitaron tu licencia por eso?
—Bueno, tal vez...
—¿Mataste a una abuelita? —me miró alarmada.
—Diablos no, sólo choqué su auto y me demandó diciendo que la había atropellado. Le dije "Señora, no invente, no la atropellé". Pero de todos modos le creyeron a la anciana que no tenía ni un rasguño. ¡Ni siquiera me creyeron cuando les mostré la abolladura de su auto! ¿Qué diablos le ocurre a la Ley?
—Tal vez era una ancianita ricachona —me encogí de hombros.
—¿Quién es una anciana ricachona? —preguntó Mike cuando habíamos llegado a la plaza.
—La abuela que Emma atropelló —le dije aguantando una risita.
—¡Yo no atropellé a ese maldito vejestorio! —se quejó la morena cruzándose de brazos.
—Sí, sí —dijimos los dos a la vez.
—Mike, ¿dónde está Jace? —pregunté desconcertada al no ver al chico a mi alrededor.
—No ha vuelto de comprar el agua —hice un puchero—. Oh, no me mires así, me pondré a llorar —me abrazó fuerte y yo traté de zafarme.
No de nuevo, Mike.
—Hey —oí la voz de un Jace bastante enojado—. Suéltala, imbécil —Mike me soltó de golpe y se aferró a Emma.
—Emm, preciosa, ayuda —lloriqueó.
—Ayuda es la que le daré a Jace para matarte si sigues actuando de esa manera, idiota —dijo ella furiosa.
—Lo prometido es deuda, tarada —le dijo Jace a Emma sacando unos boletos de su bolsillo—. Disfruten. Nos vemos a la tarde —Emma tomó los boletos y se fue a paso firme arrastrando a Mike detrás de ella—. Hola, pequeña —me sonrió en cuanto nos habíamos quedado solos—. Estás más preciosa que nuca, Roja.
—Jace —sonreí sintiendo como mis mejillas se ponían completamente coloradas y salté a abrazarlo—. Te he extrañado tanto —susurré en su cuello sintiendo cómo él depositaba varios besos en mi cabeza.
—No tanto como yo a ti, Pequeña Princesa Roja —susurró—. Hoy te tengo muchas sorpresas. Así que prepárate porque iremos a un lugar algo lejos.
—¿Qué tan lejos? —pregunté tomando su mano mientras empezábamos a caminar.
—Tú sólo espera y deja que tu novio te sorprenda.
Sonreí sintiendo cómo todas y cada una de mis preocupaciones cada vez se hacían más tenues e imperceptibles.
Estaba tomando su mano, de nuevo.
Había descubierto que mi dependencia de él iba más lejos de lo que yo pensaba. Una semana había sido más que suficiente para hacerlo.
Cuando lo vi, volví a sentir que todo estaba bien.
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Playboy, ¡Déjame en paz! (EDITANDO)
Teen Fiction-Maldición, para de molestarme -dijo Melissa exasperada. Jace sonrió con arrogancia. Propio de él. -Oh, vamos, sólo quiero que me des un beso -susurró mientras apretaba el cuerpo de la chica contra el suyo-. Sólo uno, preciosa. -¡Ni lo sueñes! Sólo...