Capítulo 30

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—¿Qué tal estuvo tu día? —me preguntó el castaño emocionado.

—Uhm, pues —susurré—. Hasta los profesores tuvieron miedo de acercarse a hablarme —suspiré. Definitivamente Jace era aterrador.

—¿Tanto así? —se preguntó a sí mismo—. Soy tan genial —presumió y rodé los ojos.

—¿Y tú? ¿Cómo estuvo tu día? —le sonreí dulcemente.

—¡Fue genial! Estuve todo el día con Mike. Aunque te extrañé mucho —hizo un puchero y me reí. Llegamos a su auto y subimos a él.

—Literalmente quieres ser una sanguijuela, Jace —sugerí con una sonrisa burlona.

—Así es —se rio. Y luego me observó—. Pero sólo contigo —dijo dulcemente. Este tarado hacía que "Sanguijuela" sonara adorable. Qué enfermizo—. ¿Quieres ir por un helado? —cuestionó mirándome de reojo.

—Eso no es una pregunta —contesté instantáneamente y mirándole inexpresiva. Jace soltó una carcajada y asintió.

—Vale, vale. Ya sé para la próxima no preguntar —dijo risueño. No pude evitar contagiarme un poco de su energía agradable.

Llegamos el lugar y lo contemplé frunciendo ligeramente el ceño. El sitio al que Jace me había llevado era el mismo sitio al que había ido con Dylan cuando quería disculparse conmigo. Una extraña sensación de nostalgia se apoderó de mí. Yo, personalmente no me sentía totalmente enamorada de Dyl. Sólo me gustaba un poco. Sé que puede llegar a sonar algo cruel. Pero puedo creer que estuve con él porque él había sido la única persona que me había apoyado y escuchado hasta entonces. Por eso puede que haya experimentado algunos sentimientos por él.

Sin embargo, me causaba un impresionante trago amargo saber que jamás pude devolverle ni la mitad de amor que él me daba.

Dyl era un muchacho usualmente tranquilo. Eso me agradaba de él. Nunca se metía en problemas, era dulce, atractivo e inteligente. Sabía controlarse cuando debía. Pero en algunos casos se dejaba llevar por sus emociones.

Y, por esa misma razón, me fui dando cuenta de que yo, realmente no le amaba. Y no quería lastimarle más.

También, me causó un increíble dolor cuando, en su arranque de celos, me ofendió de aquella manera tan impropia de él. Sabía que él se había arrepentido. Y lo había perdonado casi instantáneamente. Pero esa acción borró todo lo que quedaba de mis sentimientos por él.

—¿Estás ahí? —Jace chasqueó sus dedos delante de mí y me sobresalté—. ¿No te gusta este lugar? Podemos ir a otro sitio —dijo apenado.

—No, descuida. Está bien —le sonreí tranquila. No iba a dejar que recuerdos amargos se interpusieran.

Entramos al lugar y tan pronto como tuvimos nuestros helados empezamos a comer en silencio.

—Fue un día bastante loco —se rio Jace rompiendo el silencio. Le observé atentamente. Cabello castaño, ojos cafés, facciones marcadas y voz profunda. Era encantador.

—Demasiado —me quejé entre risas—. Jamás imaginé que te enfadarías tanto.

—Ah, eso —se rio nervioso—. ¿Te asusté?

—Un poco —pasó sus manos por su cara avergonzado.

—Lo siento. No pude controlarme —se disculpó entrecerrando los ojos—. Me molesta mucho que alguien se meta contigo. Me pone enfermo saber que pueden lastimarte —apretó sus puños con la mirada fija en su tazón de helado.

Playboy, ¡Déjame en paz! (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora