OMNISCIENCIA
Cuando Melissa había escapado de casa, Dan y Helena pasaron alrededor de tres horas tratando de buscarla. Había pasado tanto tiempo, que la hora a la que habían quedado en reunirse con Lance había llegado. El castaño aparcó su coche frente a la casa de Melissa unos minutos pasadas las cinco. Tocó un par de veces la puerta y ésta se abrió enseguida.
—¿Melissa? —Helena miró desconcertada a Lance—. Oh...
—¿Está todo bien, Sra. Seller? Sus ojos están rojos —Helena le hizo una seña para que pasara a la casa. Lo primero que vio al entrar, fue a Dan caminando de un lado a otro y soltando maldiciones—. ¿Qué ocurrió? —preguntó con el ceño fruncido—. ¿Dónde está Melissa?
—Ella escapó —sollozó la madre de la pelirroja. Lance abrió los ojos impresionado.
—¿C—Cómo que escapó? —los nervios comenzaron a trepar por el cuerpo del chico.
—Escapó cuando le dijimos sobre su compromiso...
Lance miró a Dan desconcertado. Él sabía que la situación se tornaría complicada en cuanto Melissa supiera del contrato. Sin embargo, no creyó que ella sería capaz de algo tan descabellado como escapar de casa.
Se preocupó. Su cuerpo empezó a sentirse frío. Si algo le sucedía a ella él no se lo perdonaría. Había esperado años para conocerla en persona. Inclusive antes de que se organizara el contrato a sus espaldas cuando ella recién había cumplido los diecisiete. Lance había visto un par de fotografías de la chica antes de que todo aquel asunto iniciara. Y estaba esperando ansioso que en algún momento la compañía de la Familia Seller la presentara formalmente en alguna de las tantas reuniones de Relaciones Públicas que organizaba el Estado.
Sin darse cuenta, Lance había desarrollado una pequeña e incontrolable obsesión por la pelirroja. Tanto así, que él se había negado rotundamente a ir a las incontables citas a ciegas que su padre le preparaba para que pudiese contraer matrimonio con alguna hermosa y adinerada jovencita. Sin embargo, él estuvo arduamente buscando la manera de conocer personalmente a Melissa Seller, la muchachita que se había robado todo de él, hasta su razonamiento. Y cuando el asunto del compromiso se hizo presente, él, indudablemente aceptó sin pensarlo dos veces.
—Imposible —susurró él apretando los puños—. ¿Hace cuánto se ha ido?
—Alrededor de tres horas —Lance miró alarmado—. Sus amigos no la han visto. Pero el mejor amigo de Jace me dijo que puede que ella esté en su casa.
Por supuesto que está con él —pensó Lance sintiendo una carga enorme de rabia apoderarse de su cuerpo.
Para él, cualquier hombre que estuviera tras Melissa era un enemigo más. Normalmente habría bastado con chasquear los dedos para que el dichoso pretendiente de ella desapareciera. Pero en este caso era muy distinta la situación. Puesto que, estábamos hablando del mismísimo Jace Collins. Quien estaba casi al mismo nivel que él en todo. Y aunque no fuera totalmente seguro, se sabía que existía la posibilidad de que él heredase la compañía de sus padres, al ser el único hijo de la pareja. Logrando así, tal vez batir su récord del "Magnate más joven". A Lance se le ponían los pelos de punta nada más imaginar la competencia tan apretada que tenía.
—¿Saben en dónde vive? —preguntó él con una ceja levantada.
—Su amigo nos ha dado la dirección...
Ingenuo —pensó Lance mientas una risilla se escapaba de sus labios.
Las tres personas subieron al coche de la pareja poniendo éste en marcha de inmediato. Lance miró atentamente todo el camino que habían recorrido para así no olvidar en dónde vivía el "Desgraciado novio de mi prometida". Como él solía llamarlo.
—Parece que es aquí —dijo Helena mirando la pantalla de su móvil. Los tres bajaron del auto y ella fue corriendo hasta la puerta de la casa, seguida por Dan. Lance se recostó del auto, mirando atentamente la entrada de la casa—. ¡¿Melissa, estás aquí?! —gritó su madre tocando la puerta repetidas veces.
Un par de minutos pasaron, hasta que la puerta fue abierta por Jace. Detrás de él se asomó Melissa con la mirada perdida. Su madre la abrazó agradeciéndole a Jace por mantenerla a salvo. Él sólo asintió y estrechó la mano de Dan con el rostro serio. Lance miró a Jace con desdén.
En serio te odio —pensó él cuando vio que Melissa se zafó del agarre de su madre y corrió con rapidez hacia Jace, lanzándose a los brazos de él y besándolo mientras ambos dejaban caer las lágrimas contenidas—, bastardo...
Jace pareció susurrarle algo a Melissa, ella asintió y él volvió a dejarla delicadamente en el suelo. Melissa caminó sin mirar a ninguna de las tres personas presentes y se subió al auto sin decir absolutamente nada.
Fría —pensó Lance cuando ella había clavado la mirada en la ventana ignorando todo su entorno.
Él suspiró y se recostó del asiento, mirando de vez en cuando a la chica por el rabillo del ojo.
Lance sabía perfectamente que justo en ese momento la persona a la que Melissa menos deseaba ver era a él. No la presionaría. Él también sabía que, para ella, tener que dejar a su novio para casarse con alguien que apenas conocía, no sería lo más cómodo. Fuera de su obsesión por ella, él entendía esa parte de la historia.
En uno de los tantos momentos en los que él había mirado a la pelirroja, notó las lágrimas rodando por sus mejillas.
No llores, preciosa —pensó él, apretando los puños para así poder contener las ganas que sentía de consolarla. Era consciente de que la frialdad que poco a poco se apoderaba de ella era mayormente por culpa suya. Pero aun así, el capricho de tenerla sólo para él, lo cegaba del resto de las cosas importantes.
MELISSA
Mentiría si dijera que no estaba asustada por todo lo que estaba a punto de suceder. Quiero decir, me había tenido que separar de Jace a la fuerza y él me había pedido que les siguiera la corriente a estas personas, que no sabía si realmente se preocupaban por mí, sinceramente.
Mis padres aparcaron en frente de la casa y bajamos todos del auto. Antes de llegar a la puerta de entrada, Lance se detuvo en seco.
—Bueno, ya es un poco tarde. Debería irme ya —dijo suavemente. No lo miré en ningún momento y permanecí en silencio—. Adiós, Melissa. Cuídate —acarició mi cabello y se dio la vuelta antes de subirse a su coche y desaparecer rápidamente de mi campo visual.
No dije nada y me adentré en la casa sin dirigirle la mirada a mis padres.
—Melissa —susurró mi padre y paré en seco.
—¿Qué? —pregunté fría, sin mirarles.
—N—Nada —dijo luego de un par de segundos.
—Entonces, me retiro —subí las escaleras y me adentré en mi habitación.
Me tiré a la cama y miré el techo, sintiendo como, por millonésima vez en el día, comenzaba a llorar de nuevo. Tomé mi teléfono y le escribí a Jace:
"Estoy en casa, Jace. Te extraño"
No pasó ni un minuto y Jace ya me había respondido:
"También te extraño, princesa. ¿Pasó algo con Carter?"
"No, me estuvo mirando durante todo el camino a casa. Luego sólo acarició mi cabello al despedirse y se marchó"
"Infórmame todo lo que ocurra a partir de ahora"
"Entendido"
"Sé cautelosa y no te hagas daño. Por favor"
"Y tú no hagas una locura"
"Trataré de controlarme, Roja"
JACE
—Pero tal vez no pueda lograrlo —susurré golpeando la pared repetidas veces sintiendo como el fuego crecía y se hacía dueño de mí.
Espero lograrlo.
No.
Voy a lograrlo...
ESTÁS LEYENDO
Playboy, ¡Déjame en paz! (EDITANDO)
Teen Fiction-Maldición, para de molestarme -dijo Melissa exasperada. Jace sonrió con arrogancia. Propio de él. -Oh, vamos, sólo quiero que me des un beso -susurró mientras apretaba el cuerpo de la chica contra el suyo-. Sólo uno, preciosa. -¡Ni lo sueñes! Sólo...