Capítulo 58

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Desperté, y me senté en la cama, sin saber qué hacer. La noche anterior había llorado sin cesar hasta quedarme dormida. Había vuelto a la realidad. Una fría realidad que me asustaba más que cualquier otra cosa. Una, en donde perder a Jace, y casarme con Lance; así como regresar con Jace y huir de Lance, eran dos cosas que colgaban tan sólo de un hilito. Indudablemente, yo prefería que sucediera lo segundo. Pero estaba tan segura de que Jace estaba en un punto en el que ni él mismo sabía si iba a lograr evitar que yo me casara con Lance. Que, por cierto, estaba a sólo un par de días de tenerme instalada en su casa, con la esperanza de que pudiéramos llevarnos bien antes de que se celebrara la ceremonia de casamiento.

Volví a desplomarme en el colchón sintiendo como otra vez empezaba a llorar. ¿De verdad había caído en depresión? ¡Justo lo que faltaba!

Aunque...

Tal vez yo no era la única que se encontraba en ese penoso estado.

—¿Mike? —pregunté cuando luego de marcarle, él había levantado el teléfono.

Mel... ¿Estás bien? —preguntó preocupado al oír mi débil tono de voz.

—Lo estoy —mentí—. Sólo acabo de despertar.

Vale —contestó algo dudoso—. ¿Sucede algo? ¿Al fin corresponderás mis sentimientos? —cuestionó con picardía y yo rodé los ojos.

Eso no va a pasar, Michael —se oyó a lo lejos. Pude identificar que era Emma la que había hablado con aquel tono despectivo.

—Exactamente es como ella dice —le dije—. Deberías dejar de decir cosas como esa. No sé cómo sigues vivo aún —solté con el ceño fruncido.

—Vale, ya. ¿Qué ocurre? —preguntó cansado.

—Necesito tu ayuda urgentemente —él guardó silencio para que así pudiese continuar—. Quiero que vayas a casa de Jace y me digas cómo está. Quiero que evalúes su estado de ánimo por mí.

No habían pasado ni un par de segundos cuando el muchacho ya había accedido a mantenerme completamente informada de todo lo que pudiera estar pasando con Jace. Si había algo que me preocupaba aún más que el compromiso con Lance, era la salud de Jace. Quien había estado sufriendo de explosiones de ira desde que tenía cuatro años. Lo cual significaba que llevaba catorce años sufriendo de aquella manera.

Personalmente yo misma tenía la esperanza de poder serle de ayuda para superar aquel trastorno con que estaba constantemente luchando.

Pero eso no podía lograrse si las cosas no salían bien.

Salí de mi habitación después de haberme cambiado el pijama. Bajé las escaleras esperando encontrar a mis padres en la cocina. Sin embargo, en su lugar encontré una nota sobre la encimera.

"Hoy es nuestro aniversario. Estaremos fuera todo el día. Te amamos.

—Mamá."

—Idiotas —susurré con una sonrisa—. Puedo huir de casa si me dejan así —sin embargo, mi sonrisa se borró cuando volteé el papel.

"Y ni siquiera pienses en huir. Lance estará ahí al mediodía para almorzar.

—Papá."

Miré la hora. Faltaban quince minutos para que fueran las doce. Y el poco tiempo que llevaba conociendo a Lance, había sido suficiente para saber que él era el hombre más puntual del universo.

—Bueno, son sólo minutos. Tengo tiempo aún —dije con una sonrisa de medio lado tomando las llaves y corriendo fuera de casa. Corrí apresuradamente sintiendo cómo los nervios crecían dentro de mi estómago. Esperaba que Lance sólo pensara que yo estaba durmiendo aún, o algo así.

Llegué a la enorme casa y toqué el timbre repetidas veces.

—Voy —se oyó la voz cansada de Jace desde adentro. Sonreí aliviada—. Se te está haciendo costumbre tocar el timbre de esa manera, Roja —me sonrió de lado y me abrazó con fuerza, cargándome y cerrando la puerta tras él. Me acostó en el sofá y me besó—. ¿Cómo es que has venido? —susurró en mi oído cuando se había tumbado encima de mi cuerpo.

—Mis padres no están en casa. Y decidí huir antes de que Lance se apareciera —me encogí de hombros.

—¿Iban a dejarte sola en casa con él? Qué imprudentes padres tienes, Melissa —dijo él entre dientes.

—Tranquilo. Estoy aquí —susurré abrazándole más fuerte y atrayéndole más a mí.

—Te he extrañado mucho —murmuró.

OMNISCIENCIA

Lance se había despertado aquella mañana con los ánimos por las nubes. Cada vez faltaba menos para que su amada prometida estuviera viviendo bajo el mismo techo que él.

—Señor —susurró nerviosamente una de las tantas criadas que trabajaba en la gran mansión.

—Dígame —preguntó él, frío, como era de costumbre. Aquella chica que se encogía sobre sí misma llevaba tan sólo un par de días trabajando en la mansión del joven Carter. Varias veces se le había advertido que se abstuviera de mantener algún tipo de conversación con el Amo del lugar. Puesto que él no se llevaba demasiado bien con los empleados. Salvo con el mayordomo y la primera criada. Quienes eran considerados como familia para él.

Lance no era un hombre malo, no maltrataba al personal. Sin embargo, prefería no relacionarse con ellos por motivos personales. Amargos recuerdos que él prefería dejar en el pasado.

Todo aquello había terminado construyendo una coraza en la personalidad del muchacho. Que se dirigía apático al personal. Provocando inclusive el pavor de algunas personas.

—E—El desayuno está servido —hizo una pequeña reverencia con la mirada clavada en el suelo. Pese a recibir miles de advertencias. Ella aun así quería contemplar personalmente qué tan tormentoso podría llegar a ser el joven. Para así saber qué errores no debía cometer. Por ahora todo estaba yendo bien.

—Vale —respondió sin más, pasando completamente de ella y bajando las escaleras.

La joven criada no pudo evitar pensar en lo atractivo que lucía el muchacho, vistiendo un fino traje que parecía costar más de lo que ella en su vida podría tener. Su cabello perfectamente peinado y usando una embriagadora fragancia.

Negó con la cabeza deshaciéndose de esos pensamientos que sólo iban a distraerla. Ya que, si ella cometía algún error, no quería ser comida viva por el fuerte temperamento de Lance Carter.

Lance terminó de desayunar y trabajó un par de horas, sin poder concentrarse realmente por la emoción creciente en su estómago. A las once de la mañana, subió a su coche emocionado y lo puso en marcha con destino a la casa de Melissa. Sin embargo, y para su desgracia, al llegar a la casa de ella, nadie atendió.

Lo primero que pensó él fue: "Seguramente siga dormida". Pero ese pensamiento desapareció de su cabeza en cuanto recordó que, según Helena, lo más tarde que Melissa despertaba era a las once. Probablemente aquel día sería alguna excepción. Pero otro pensamiento le llegó a la mente. Pensamiento que mató toda la emoción que él estaba sintiendo.

—Ella es una niña astuta —se rio con amargura cuando pensó en la probabilidad de que la chica estuviera en casa de Jace—. Vale, preciosa. Te dejaré jugar por hoy. Tampoco le diré nada a tus padres —susurró él volviendo a subir a su coche.

Pero ese comportamiento me pone de muy mal humor, princesa —pensó volviendo a poner en marcha el auto.

Playboy, ¡Déjame en paz! (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora