Jace y yo habíamos estado juntos durante varias horas. Cuando eran aproximadamente las cinco de la tarde recibí un mensaje de Lance.
"No pienses que no me he dado cuenta, preciosa. Estás en casa de tu novio."
Palidecí cuando terminé de leer aquel breve mensaje.
—¿Qué ocurre, Roja? Estás pálida –preguntó Jace ladeando su cabeza.
—N—No es nada –mentí con una pequeña sonrisa—. Jace, creo que es mejor que regrese a casa. Tal vez mis padres lleguen pronto.
—Melissa...
—Lance sabe que estoy aquí –le dije luego de un suspiro.
—Diablos –susurró—. Te llevaré a tu casa. No quiero causar más problemas –me dijo lleno de nerviosismo.
—Descuida, yo iré –acaricié su hombro—. Si tú me llevas sólo complicaremos más las cosas. ¿Qué pasará si alguien te ve? No creo que sea la mejor decisión.
—¿Estás segura, Melie? –asentí entrecerrando los ojos.
—Lo estoy –le sonreí—. Trataré de hablar con Lance para que no diga nada. No quiero que te metas en problemas por mi culpa. Después de todo, fui yo la que vino para poder escapar de casa –besé su mejilla—. No te preocupes.
—Tengo que, Roja...
—Me alegra oír eso. Sin embargo –tomé su mano—. No creo que sea una buena idea. Me iré ahora que aún no se ha ocultado el sol. Te escribiré cuando llegue a casa.
Jace soltó un suspiro y asintió, rindiéndose.
—Cuídate e infórmame cualquier cosa que ocurra –besó mis labios—. Te amo.
—También te amo –sonreí con las mejillas coloradas—. Nos vemos –dije suavemente.
Salí de la casa de Jace y empecé a caminar con paso apresurado. Lo que más esperaba era que Lance no estuviera esperándome en la puerta de mi casa. También temía que dijera algo y que mis padres enloquecieran. Tras algunos minutos, por fin había llegado a casa. Le agradecí al cielo cuando vi que el coche de Lance no estaba por ningún lado. Entré con rapidez a la casa y le marqué.
—¿Melissa? –oí la grave voz de él.
—Lance –solté—. Por favor te ruego que no digas nada.
Lance se quedó en silencio por algunos segundos. Mi corazón estaba latiendo a mil. Si mis padres se enteraban de que había escapado a casa de Jace de todas formas, probablemente tomarían más decisiones estúpidas.
—Descuida. Prometo no decir nada –dijo al fin—. Sé que todo este asunto ha sido bastante difícil para ti. También sé que para ti soy como un intruso. Entré en tu vida en el momento equivocado y de la manera errónea.
Suspiré sintiendo cómo las dudas venían a mi mente.
—Si sabías que nada bueno pasaría si firmabas un contrato de compromiso con mis padres, ¿por qué lo hiciste de todos modos?
—El porqué, es algo que lamentablemente no puedo decirte en este momento. Sin embargo, tal vez lo haga pronto. Pero, de todos modos, pido que no insistas en saber –dijo suavemente.
—Bien –solté entre dientes.
—Mañana iré a ayudarte con las cosas de la mudanza. Vendrás en tres días. Ve preparando todo, por favor –me dijo—. Nos vemos, Melissa –colgó.
—Maldito Lance Carter. Te odio con todo mi corazón.
* * *
Como había prometido, Lance no dijo nada de mi visita a la casa de Jace. Pero sabía lo enojado que estaba por eso. Aun así, el día siguiente se había comportado tan caballerosamente como de costumbre. Sinceramente no quería dirigirle la palabra en absoluto. Él me había estado ayudando a empacar algunas cosas. Y cada vez el momento de dejar la casa estaba más y más cerca. Yo sólo quería saber qué demonios iba a hacer Jace para secarme de todo aquello. Tenía miedo, porque deseaba que él lo lograra exitosamente.
"Jace, mañana me iré" –le escribí con las manos temblorosas.
"Lo sé. Estoy muriéndome de los nervios" –respondió al instante.
Luego de aquello, Jace me había pedido por millonésima vez que por favor le mantuviera informado. Y como todas las otras veces, sus mejores palabras de aliento para mí eran "Te sacaré de esto". Cosa que sinceramente anhelaba.
No le había dirigido la palabra ni a Lance, ni a mis padres desde el día anterior. Lo menos que deseaba era hablar con las personas que me habían sumergido en el pozo en el que me encontraba. Estaba nerviosa, frustrada, molesta y llena de tristeza y decepción.
No dormí en toda la noche. Me la había pasado llorando por imaginar qué ocurriría a partir de ahora que ya no viviría más en mi casa. Sino que viviría con Lance, lejos de todo lo que tenía. Recé para que el tiempo que estuviera ahí, no fuera demasiado.
Cuando los primeros rayos de sol traspasaron mis cortinas, me senté en la cama sintiendo cómo el sudor frío empezaba a caer de mi frente. El día había llegado. Un par de horas después tendría de irme indefinidamente a vivir con el hombre que más había odiado en mi vida. Aquel que me había separado de Jace y de todas las cosas que me importaban. Aquel, que había hecho que perdiera totalmente la confianza en mis padres, a quienes también había empezado a despreciar.
Y volví a pensar en cómo mi vida se había desequilibrado en un nivel impresionante en tan sólo un par de semanas. Todo había ocurrido tan rápido que llegaba a ser extremadamente absurdo. El cómo mis padres me comprometieron con un hombre desconocido por el bien de su empresa. La manera tan cruel en la que me prohibieron a toda costa estar cerca e Jace. Y la descabellada idea de mandarme a vivir con el hombre con el que debía casarme. Todo, de la nada.
Y lo peor del caso, era que ellos habían pedido incansablemente que les perdonara. Haciendo que algo dentro de mí se retorciera de rabia.
¿Cómo podría perdonarlos después de todo el daño que me habían hecho? Y yo había sido tan ingenua al pensar que ellos habían regresado por mi cumpleaños. Pero en realidad habían vuelto para decirme que debía casarme con Lance Carter. El futuro dueño de la principal empresa rival de la empresa de mis padres.
¡Qué felicidad me daba casarme a mis dieciocho años con un imbécil que acababa de conocer hace menos de un mes!
El desprecio que había desarrollado por esas tres personas había sido increíblemente grande. Tanto, que, por primera vez, deseaba que mis padres se largaran a algún país lejano y no regresaran.
Me levanté de la cama, y tras haberme dado una ducha, me vestí y me preparé mentalmente para todo lo que estaba por ocurrir. Lance llegaría a las diez de la mañana. En ese momento eran las nueve y media. Lo cual significaba que en más o menos treinta minutos estaría subiendo a su coche para así emprender el viaje hasta mi nuevo "hogar". Donde rezaba para que, por lo menos me dieran privacidad en un cuarto bastante alejado del suyo.
¿Qué pasará si te hace dormir con él?
Había empezado a temblar sintiendo cómo el frío volvía a mi cuerpo. Negué con la cabeza.
Él no haría algo como eso.
Espero.
El timbre sonó y suspiré, sabiendo que la hora había llegado. Lance estaba fuera de mi casa. Y yo ya no podía hacer nada para evitarlo. Me levanté de la cama y tomé mi maleta. Bajé las escaleras. En el inicio me esperaban mis padres. Lance había entrado, y se encontraba sosteniendo una de mis cajas y otra pequeña maleta que ya estaba abajo desde el día anterior.
—Vamos –me dijo él con una sonrisa.
—Vale –respondí—. Adiós –les dije con frialdad a mis padres—. Nos vemos luego.
Sin besos, ni abrazos, ni sonrisas... ni lágrimas.
Sólo una fría despedida. Nada más.
Era hora.
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Playboy, ¡Déjame en paz! (EDITANDO)
Teen Fiction-Maldición, para de molestarme -dijo Melissa exasperada. Jace sonrió con arrogancia. Propio de él. -Oh, vamos, sólo quiero que me des un beso -susurró mientras apretaba el cuerpo de la chica contra el suyo-. Sólo uno, preciosa. -¡Ni lo sueñes! Sólo...