—Perdón por lo de hace rato —se disculpó Dylan cuando estuvimos en la cafetería—. Te traté mal sin razón —susurró apenado.
—Descuida. Ya pasó —le sonreí—. ¿Cómo se encuentran tus heridas?
—Las curé más temprano. Todo bien. No fue nada demasiado grave —se encogió de hombros. Suspiré recordando los estúpidos orígenes de aquella situación.
—Dyl. Sé que detestas a Jace —el castaño me miró—. Sin embargo, pelearse de esa manera por una tontería es muy infantil de parte de ambos. Especialmente de tu parte por dejarte llevar por emociones venenosas.
—¿Lo estás defendiendo?
—No lo estoy defendiendo, Dylan. Sólo que me preocupa que se peleen por cosas tan estúpidas. Me molesta que de un asunto tan pequeño hagan un problema mucho más grande. Me gustaría que entendieras que debes aprender a controlarte de vez en cuando. No quiero que lo de hoy vuelva a repetirse. Como dije, sé que no te agrada. A mí tampoco me cae demasiado bien. Pero esa manera de actuar no va a resolver nada —concluí dándole un sorbo a mi bebida.
—Melie —empezó—. Entiendo tu preocupación, y me hace feliz que te preocupes por mí. Pero las cosas con Jace no empezaron cuando llegaste tú. Es algo que tiene mucho más tiempo y un trasfondo muchísimo más serio de lo que piensas. Yo, realmente no quiero que él te haga daño. Por eso me molestó lo que ocurrió. Sabes la clase de persona que es él. Y, aunque parezca amable a veces, no es bueno que confíes en él. Puede disfrazarse muy bien. Eso lo sé mejor que nadie. Por favor, prométeme que te mantendrás alejada de él —suplicó.
Sinceramente no entendía el porqué de sus actos y sus palabras. Sí, yo comprendía que Jace Collins era un mujeriego y una persona bastante descorazonada, por llamarlo de alguna forma. Aun así, Dylan sabía que él me desagradaba lo suficiente como para no quererlo cerca y no iba a caer en sus trampas. Yo podía entablar una conversación con alguien que trataba de lanzarme dagas tramposas, pero podía atraparlas todas y lanzarlas de vuelta. Él lo sabía mejor que nadie. Por eso no comprendía por qué le preocupaba tanto Jace, que millones de veces fue despreciado por mi parte.
—Está bien —me rendí—. Pero no te pelees con él de nuevo. Por favor. No quiero tener que disculparme otra vez por tus actos inconscientes.
—¿Te disculpaste con él? —frunció el ceño.
—Obviamente lo hice, Dylan. Odiándolo y todo, pero lo que hiciste estuvo mal.
—¿Por qué sigues defendiéndolo, Melissa?
—¡Ya te dije que no lo estoy defendiendo! Sólo quiero que admitas tu equivocación. Nada más —gruñí irritada.
DYLAN
Sí, sabía que ella estaba en lo cierto. Pero yo no quería admitirlo. Una parte de mí, sentía que ella estaba apoyando y defendiendo a quien yo más detestaba. Y aunque trataba de controlarme, eso me ponía de los nervios. Si tan sólo no la hubiera dejado sola, todo aquello no habría sucedido. Ella no estaría molesta y yo no estaría tratando de defenderme de algo que es totalmente culpa mía. Sabía que era mi culpa. Pero no quería aceptarlo. Porque si lo hacía Jace ganaría.
Me arrepentía completamente de haberla dejado sola. Por ese estúpido error le había regalado una clara ventaja a Jace, quien ahora sabía en dónde vivía Melissa y, probablemente, le había mostrado una cara totalmente diferente a la de siempre. Tal vez se había comportado amable con ella. Llevaba el suficiente tiempo conociéndole como para saber que lo que quería de Melissa no era sólo una noche, ni dos, ni tres. Luego de las dos peleas que tuvimos me di cuenta de que él iba en serio. Y eso era lo que me asustaba. Había escuchado que llevaba dos meses sin acostarse con nadie porque estaba tras una sola persona. Y rezaba para que fuera falso. Porque desde que Jace empezó a ser un mujeriego, jamás había perdido una oportunidad de acostarse con alguien. Olivia llegó a contarme que uno de los pros de Jace era que él era una persona muy amable y que se tomaba en serio las cosas cuando estaba enamorado. Y, aunque ella no lo conoció en su estado de Playboy, yo sí lo presencié, y también noté el cambio en los últimos dos meses. Me aterraba que él aún no se había rendido en cuando a Melissa. Y muchas de las últimas noches me había preguntado si realmente planeaba rendirse.
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Playboy, ¡Déjame en paz! (EDITANDO)
Ficção Adolescente-Maldición, para de molestarme -dijo Melissa exasperada. Jace sonrió con arrogancia. Propio de él. -Oh, vamos, sólo quiero que me des un beso -susurró mientras apretaba el cuerpo de la chica contra el suyo-. Sólo uno, preciosa. -¡Ni lo sueñes! Sólo...