Capítulo 21

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—Gracias —susurré cuando Jace aparcó el auto frente a mi casa.

—No hay de qué, Roja —sonrió tiernamente y le devolví la sonrisa.

—¿Quieres entrar un momento? —señalé detrás de mí con mi pulgar.

—Si no es molestia —negué suavemente—. Está bien.

Jace apagó el coche y ambos bajamos de él. En silencio, nos dirigimos a la entrada de mi casa. Y, yo realmente estaba un poco nerviosa. No era lo mismo traer a Jace a mi casa que traer a Dylan o a Emma. Era totalmente distinto. Mis manos temblaban tanto que me costó un par de intentos para meter la llave en la cerradura. Al abrir la puerta, entré y le hice una seña a Jace para que pasara también. Al momento de cerrar la puerta mi corazón latía a mil. Era la primera vez que un chico (que no fuera Dylan) entraba a mi casa. El castaño miró a su alrededor un tanto asombrado.

—Linda casa. Es bastante grande —dijo por lo bajo aun detallando cada pequeña cosa, inclusive en las paredes.

—Gracias. Espero quedarme aquí, me gusta esta casa —ladeó su cabeza confundido—. Solemos mudarnos muy a menudo por el trabajo de mis padres.

—Entiendo. Ellos... ¿Dónde están? —cuestionó cauteloso.

—Ayer hablé con mamá. Me dijo que habían ido a Rusia y que habían llegado ayer. Antes estaban en Francia. A mamá tengo unos tres meses sin verle. A papá... Diablos. No recuerdo la última vez que lo vi —reí nerviosa—. ¿Bebes café? —corté el tema. Él parecía algo sorprendido por lo que había dicho.

—S—Sí —susurró mientras asentía. Le Sonreí amablemente y le señalé para que me siguiera a la cocina. Se sentó en la barra y sentía su mirada seguirme a donde fuera. Era bastante incómodo. Ambos estábamos en un total silencio que, juro por Dios que era el más tenso de mi vida. Suspire unas cuantas veces tratando de calmar mis nervios. Mis manos volvieron a estar temblorosas y solté unas cuantas maldiciones en voz baja al servir el café y quemarme gracias al nerviosismo responsable de mi temblor—. Gracias —susurró cuando le di la taza y me senté junto a él.

—Descuida —di un sorbo a mi café—. Espero que te guste —sonreí de medio lado sin mirarlo.

—Está delicioso. Muchas gracias —de reojo pude verle sonriendo dulcemente y dar un par de sorbos a su taza para luego ponerla en la encimera—. Mel —lo miré—. ¿Puedo saber más sobre tu vida? Tus padres, me dijiste que no están. ¿Desde cuándo empezó a pasar todo esto? —suspiré y miré mi taza mientras hacía círculos en los bordes de ella—. No debes decirme si no quieres —rio bastante nervioso y algo apenado.

—Siempre ha sido así —respondí aún sin verle—. No tengo muchos recuerdos acumulados con ellos. Más bien, los recuerdo casi todos porque han sido bastante escasos. Siempre he tenido que hacer las cosas sola. He pasado momentos horribles, y muy complicados, completamente solitaria. Incluso he celebrado cumpleaños con ellos ausentes —cerré los ojos fuertemente—. Mamá, siempre ha querido ser buena. Ella me trata bien, es muy dulce. Quiere ser mi mejor amiga, que le cuente todos mis problemas. Pero no puedo —suspiré—. Ella estuvo ausente cuando más la necesité. Pero no la culpo. Ella no tiene la culpa de nada, ni papá, ni yo. Nadie la tiene. Son cosas que suceden. Pero sigue doliendo —reí desganada. Levanté la vista, Jace me observaba atento y con un semblante bastante apenado—. No me veas así, me deprime.

—Lo siento —miró su taza—. La verdad, te comprendo totalmente. Me pasa exactamente lo mismo. Lo que voy a contarte es algo muy personal, sólo lo sabe Michael. Pero creo que es oportuno contártelo a ti también —lo miré confundida—. Realmente soy adoptado, mis padres murieron cuando yo tenía cuatro. Era mi cumpleaños, los tres tuvimos un accidente en el cual sólo yo milagrosamente pude salir con vida. Duré algunos días inconsciente, y cuando desperté me sentí tan miserable por estar vivo mientras que mis padres no pudieron hacerlo. Los comentarios de parte de las enfermeras tampoco me ayudaban demasiado. "Pobre niño, perdió a sus padres tan pequeño", "Buscamos, pero no parece haber nadie más en su familia" —pasó una mano por su cara—. En fin, luego de mi recuperación me internaron en un orfanato, y cierto día llegó una joven pareja que no podía concebir. Así que decidieron adoptar. Esos son mis padres. Yo fui el "afortunado" —yo le miraba en silencio, dolor era lo único que podía sentir en su voz. Se notaba tan indefenso en aquel momento—. Al principio todo iba genial —dijo con ironía—, yo parecía agradarles. Parecían quererme. Pero cierto día las cosas empezaron a cambiar. Ya no me prestaban atención, se la pasaban trabajando fuera todo el día. Hasta el punto de desaparecer por incluso semanas. Me había costado bastante tomarles confianza y llamarles "padres", y justo cuando empecé a sentirme más cómodo, todo desapareció —se incorporó en su asiento—. Mel —me observó y pude ver sus ojos algo cristalizados. Sólo un poco, pero lo noté—, te entiendo. Sé lo horrible que es estar solitario —dijo con voz débil—. También aprendí a hacer todo yo solo. Ellos también se fueron cuando más los necesitaba...

Lo miré detalladamente, era la primera vez que Jace me mostraba esta mirada. Parecía inofensivo, podría decir que hasta lucía tierno. Luego de decirme todo aquello se veía vidrioso y frágil. Todo lo opuesto a lo que usualmente aparentaba. Me sorprendió por todo lo que tuvo que pasar. Y aún seguía aquí. Por algún motivo la que empezó a llorar fui yo. Impulsivamente lo abracé. Lloré, lloré y lloré sin parar. Él se sentía tenso, pero poco a poco fue relajando su cuerpo y me devolvió el abrazo. Sentí su corazón latir como loco y como su respiración era interrumpida por algunos sollozos poco constantes. Él me había contado todo aquello y yo era quien lloraba como bebé. Pero no pude evitarlo. Por alguna razón sentí una especie de conexión con él al contarme todo eso.

Ambos habíamos pasado por cosas similares. Aunque evidentemente quien había sufrido mucho más había sido él. Jamás en mi vida esperé que Jace Collins, a quien tanto despreciaba, me contara algo tan personal como aquello. Ni mucho menos estar en esta situación, en donde me hallaba abrazándolo mientras ambos llorábamos (más bien, yo lloraba). Él castaño me alejó un poco y puso un mano en mi mejilla.

—Tú no debías llorar, tonta —sonrió débilmente y secó mis lágrimas—. Sé que mis padres están cuidándome desde algún sitio. Por eso estoy tranquilo. Y lo de mis padres adoptivos, es algo que me ha dolido muchísimo. Pero también me ha enseñado muchas cosas. Y aún sigo aquí —yo aún no tenía palabras. Sólo lo miraba—. Creí que era oportuno contarte esto. Ya que tú también me contaste parte de tu vida personal. Y ambos nos parecemos en eso. A los dos nos ha tocado sobrevivir a la soledad, y nos hemos acostumbrado a sentir dolor.

Tras haber oído su historia, era como si mágicamente toda mi perspectiva de él hubiese cambiado. ¿El Playboy Jace Collins acaso era sólo una máscara de la persona que realmente era?

—Somos iguales —susurró perdiendo la fuerza y con la voz quebradiza—. Te entiendo, Melissa.

De nuevo, mis ojos comenzaron a cristalizarse. Era la primera vez que alguien me decía aquello, lo que más había querido y necesitado oír desde hace tantos años.

"Te entiendo"

Playboy, ¡Déjame en paz! (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora