Capítulo 28

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Quisiera recapitular un poco. ¿Recuerdan que Jace se había enfermado y que le estaba cuidando?

Vale.

Pues ahora era yo quien se encontraba muriendo de fiebre.

Jace, te odio.

—¡Melissa! —gritó desde la cocina. Tampoco habíamos ido a clases este día. Los papeles se habían invertido. Jace se había quedado a dormir la noche anterior.

"—Ve a ducharte. Estás todo transpirado —le dije mientras hacía la cena. Ahora yo empezaba a sentirme mal y él no terminaba de curarse. Qué situación más patética.

—Pero, no tengo ropa...

—Te daré algo de ropa vieja de papá. Era ropa que se donaría a caridad. Prepararé la habitación de huéspedes también —el castaño asintió algo avergonzado—. No te preocupes. Dylan ha pasado por lo mismo. Sé que no es cómodo estar en tu situación —Jace frunció el ceño cuando mencioné a Dyl.

—¿Podríamos no hablar de esa escoria? Me enferma —se quejó y yo suapiré. Ellos en serio se odiaban el uno al otro.

—Lo siento. Te dejaré la ropa fuera del baño. Así que ve. Se hace más tarde —asintió y le indiqué en dónde estaba el baño.

Gracias al cielo la noche terminó sin inconvenientes. Pero no pude dormir pensando en que justo en el cuarto de al lado, Jace estaba durmiendo plácidamente. Mi estómago se retorcía de los nervios."

—¡¿Qué?! —cuestioné removiéndome en el sofá.

—¡¿Cómo se hace una sopa?! —rodé los ojos y me levanté—. Oh, te levantaste —dijo desconcertado.

—Eres un inútil —refunfuñé.

—¡Sólo bromeaba! ¿Qué clase de persona crees que soy? —se rio—. ¿Cómo crees que he sobrevivido estos dieciocho años?

—¡Ya entendí! —bufé.

—Ve a acostarte, tienes fiebre —tocó mi frente.

—Está culpa tuya —lloriqueé. Jace tomó mi brazo y me atrajo a él para abrazarme.

—Te cuidaré todo el tiempo que necesites —susurró en mi oído—. No pienso irme hasta que estés mejor.

Mi piel se erizó. Jace aún estaba algo enfermo. Pero no tanto como yo. Yo llevaba la frazada encima, arrastrándola por toda la casa. Iba en pijama y en pantuflas. Y mi cara era un desastre. Era vergonzoso.

—Jace —traté de alejarme y él me separó—. Ya te dije que no era necesario. Además, hiciste que perdiera toda mi dignidad al verme en estas fachas —lloriqueé.

—Realmente me parece que te sigues viendo hermosa —se encogió de hombros—. Y no me importa lo que digas. Me quedaré y te cuidaré. Después de todo, fui yo quien hizo que enfermaras —me miró apenado—. Además de que te enfermaste precisamente por cuidarme a mí. Te debo una —Jace se alejó más de mí y estornudó—. Maldición —susurró.

—Tú ni siquiera te has curado aún —le dije viendo como estornudaba una y otra vez—. Hasta te ves peor que yo...

—N—No —me cortó retomando el aliento—. Estoy mejor. Y tú tienes fiebre. Ve a acostarte. Te daré de comer enseguida —suspiré rindiéndome y asentí. Me di la vuelta y fui directamente a la sala de estar para tirarme en el sofá y hacerme bolita.

La verdad era que sentía que estaba muriendo. Tenía frío y mi cuerpo se sentía débil. Tenía sueño también. Y juro por Dios que lo que más me daba igual en estos momentos era la presencia a Jace. Primero me incomodó dejarle ir a la cocina y aceptar sus cuidados. Sin embargo, luego de unas horas me dio completa y totalmente igual.

Playboy, ¡Déjame en paz! (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora