Capítulo 26

43.6K 2.6K 593
                                    

Jace llevaba durmiendo alrededor de tres horas. Su fiebre iba bajando de a poco. Sin embargo, ésta subía sin previo aviso cuando ya pensaba que estaba mejor. Estaba agotada, eran aproximadamente las tres de la tarde. Y desde la mañana lo único que había hecho era caminar de aquí para allá atendiéndole. Pero realmente no me importaba hacerlo. Él lo necesitaba en ese momento. Yo sabía perfectamente lo terriblemente desagradable que era enfermarse y cuidarse solo. Curarse era casi imposible.

—¿Cuánto tiempo dormí? —susurró abriendo los ojos lentamente.

—Unas tres horas, mocoso —respondí sonriéndole—. Tu fiebre ha jugado con tu cuerpo varias veces. ¿Es eso normal? —asintió.

—Siempre ha sido así. Unos días más que otros, pero de todas formas es algo normal, no te preocupes —me miró detalladamente y sus mejillas se sonrojaron mientras él desviaba la mirada—. S—Sobre las cosas que d—dije —se aclaró la garganta—. Yo...

—Tranquilo —reí—. Sé que eran los efectos de la fiebre —él castaño me miró con el ceño ligeramente fruncido.

—No es cierto —susurró y lo miré confundida—. Todo lo que dije es verdad. Sé que cuando me da fiebre las palabras sólo salen. Pero eso no quiere decir que sean mentiras. Todo lo que dije, todo lo recuerdo: desde que dije "Eres tan bonita", hasta que dije "No te vayas". Todo lo que dije, realmente lo sentía.

Mis mejillas se encendieron en un rojo vivo. Jace se sentó luego de algo de esfuerzo y tomó mi mano. Acarició la misma y me miró a los ojos.

—Inclusive cuando dije que me gustas —mis ojos se abrieron como platos. ¿En serio esto estaba pasado?

Mi corazón se aceleró de manera incontrolable y yo no podía dejar de mirar sus hermosos ojos marrones. Él parecía decir la verdad. Pero, ¿cómo? Aquello era imposible.

Además...

¿Qué es esto que siento?

No había sentido aquello cuando Dylan me confesó que le gustaba. Mis manos empezaron a sudar y yo estaba sin palabras.

—Melissa... Me gustas mucho —susurró sin apartar sus ojos de los míos—. Estoy enamorado de ti.

Diablos, Jace. ¡¿Qué demonios estoy sintiendo, maldito Idiota?!

—J—Jace —tartamudeé nerviosa.

—No sé si vas a creerme. Porque mi fama no es muy buena. Menos a tus ojos —hizo una pequeña mueca—. Pero estoy hablando en serio. No sé cuándo empezó todo esto. Pero llevo dos jodidos meses arrastrándome por ti. No sabes lo feliz que soy cuando me dejas llevarte y traerte del instituto. Por más ridículo que eso suene. Desde que me enamoré de ti, no hay espacio para nadie más en mi mente. He querido que este día llegue desde que me di cuenta que quería ir en serio contigo. Sé que te he causado muchos problemas en tu vida personal. Y lo lamento mucho. Mi intención no es, ni será hacerte daño...

Todas las palabras que salían de su boca. Todas me dejaban sin aliento. Esto era una confesión realmente bien articulada. Parecía que el muchacho llevaba varios días pensando en ella. Lo había visto hablar varias veces en exposiciones. Y Jace era un desastre al cien por ciento. Pero justo en ese instante, estaba completamente decidido de todo lo que decía. Cada cosa sonaba intensamente sentimental. Palabras sinceras que mi corazón recibía de forma sincera.

Pero...

¿Por qué sentía tan diferente de cuando Dylan me decía cosas similares?

Porque jamás viste a Dylan con esos ojos con los que ves a Jace.

¿A qué te refieres?

Jace. Te gusta.

¿Qué?

Sí. Acéptalo de una vez.

No.

—No espero una inmediata respuesta. Sólo quería decirte lo que siento. Estoy totalmente dispuesto a enamorarte. Y hacer que confíes en mí hasta que me aceptes. Confieso que jamás he sentido por alguien lo que he sentido por ti. Gracias a ti, me di cuenta de lo patético que era. Por eso he estado trabajando en mejorar mi personalidad hasta tal punto que me repugna mi antiguo yo. Melissa, sólo te tomó dos meses cambiar a un monstruo que llevó años de construcción. Estoy agradecido contigo. No sabes cuánto —apretó un poco mi mano y me sonrió cálidamente—. Te quiero.

Mi garganta se puso seca y tosí un par de veces. Jace se rio ante mi reacción. Al menos no se tomó mal mi silencio. Pues yo realmente no esperaba que él me dijera todo lo que me estaba diciendo. Sentía que era una locura. Y, de cierto modo, era difícil de creer que yo había cambiado a un Playboy sin mover un dedo, aparentemente. Pero quería creerle.

—¿Quieres saber por qué lloré? —susurró bajando un poco la vista—. Estabas preocupada por eso, ¿No es así?

—Así es —asentí sin quitar la vista de él. Volvió a mirarme y nuestros ojos se encontraron.

—Eres igual a ella —dijo algo vidrioso—. Todo lo que haces, la manera en la que te preocupas. Cuando corres de un lado a otro preocupada por mí. Todo. Es como cuando ella seguía aquí...

Ella.

—Tu madre... —susurré viendo como sus ojos se volvían acuosos.

—Así es —asintió y acarició mi mano—. La extraño mucho —su voz se quebró un poco—. Tú te pareces mucho a ella. Me hace feliz —sonrió y mi corazón se derritió en ese mismo instante—. Ese fue otro factor que, justo hoy, hizo que volviera a enamorarme de ti.

—Jace...

—Te quiero, Roja.

Tal vez sí, me gustaba. Un poco.

Lo sé. Esperaba con ansias que lo aceptas, tarada.

—J—Jace... y—yo —no sabía qué decir.

—Tranquila, preciosa. No respondas hasta que estés segura. No quiero que te sientas presionada por mi culpa. Puedo esperar el tiempo que sea necesario —acarició mi mejilla—. Eres muy hermosa, Melissa —sonrió dulcemente—. En serio estoy rendido a tus pies...

Playboy, ¡Déjame en paz! (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora