Capítulo 24

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—¿Estás bien? —le pregunté preocupada a Jace cuando, a primera hora de la mañana lo vi con cara de zombi. También lucía enfermo, su nariz estaba un poco roja y sus ojos estaban hinchados, sin mencionar lo pálido que estaba. Era un desastre.

—¿Yo? —señaló su cara desorientado y empezó a reír como idiota—. Estoy bien —ladeé mi cabeza, ¿Qué diablos le ocurría a este chico?—. No dormí mucho anoche. Estoy algo cansado —se sinceró y rascó su nuca. Entrecerré mis ojos.

—¿Por qué no te quedaste en casa? —cuestioné acercándome un poco a él y toqué su frente—. Estás ardiendo —solté preocupada. Últimamente el clima en la ciudad era bastante húmedo y frío. Me lanzó una mirada perversa y fruncí el ceño—. Idiota, no hablo de eso —se rio.

—Quería verte y llevarte. No quería que te fueras caminando con este frío —suspiré. Él era bastante sincero en aquel momento. Y no pude evitar sonrojarme un poco. Pero estaba completamente loco, apenas y podía mantenerse en pie. ¿Qué ocurriría si se desmayaba por la fiebre? Sería muy irresponsable de mi parte dejar que continuará yendo al instituto en ese estado.

—No puedes ir así, tarado. Estás enfermo —tomé su brazo—. Vamos adentro, te pondrás peor si te quedas aquí afuera —dije jalándolo hacia adentro de mi casa mientras él balbuceaba.

—¿Te estás preocupando por mí? —preguntó conmovido y rodé los ojos.

—No te creas tan especial. Sólo soy amable —bufé cuando ya habíamos entrado a mi casa. Lo llevé hasta el sofá y lo acosté en él—. No te muevas, traeré una manta y paños húmedos —el castaño se quejó ligeramente y tocó su cabeza—. ¿Te duele? —asintió ligeramente—. También traeré una pastilla.

Me di la vuelta, y cuando estuve dispuesta a caminar, Jace tomó mi brazo.

—E—Espera —susurró algo débil—. ¿Acaso faltarás a clases? —preguntó algo preocupado.

—Un día no me hará daño. Ya veré cómo ponerme al día mañana. Sólo mejórate, no quiero ser tu niñera por mucho tiempo —respondí mirándole y él me regaló una tierna sonrisa. En ese momento, Jace estaba bastante débil y vulnerable. Fuera de sí.

—Entendido. Gracias, Roja —susurró entre tiempos tosiendo un poco.

Me alejé y lo primero que hice fue buscar las medicinas y el termómetro. Volví con él y lo puse en su boca mientras subí a buscar la manta y los paños. Luego de tener todo listo. Volví nuevamente a la sala en donde el castaño se encontraba. Su expresión me daba algo de pena, se notaba que estaba sufriendo. Y pensar que pretendía ir a estudiar así sólo por mí.

Qué idiota más persistente.

Suspiré y una pequeña sonrisa se dibujó en mi cara. Él había puesto en riesgo su salud para que yo no me fuera caminando. Era un tonto, ni siquiera le importaba él mismo. Había cambiado tanto en los últimos días, que parecía alguien más. Se había vuelto muy agradable y confiable. Tal vez me agradara un poco más.

Se encontraba con los ojos cerrados, y su respiración era un poco acelerada. Tras quitar el termómetro mis ojos se abrieron como platos.

—¡¿Cuarenta y un grados?! —exclamé preocupada y Jace se quejó. Sus mejillas estaban algo rojas por la fiebre—. ¡Jace! ¡¿En serio pensabas salir así?! Estás demente —entreabrió sus ojos y me observó—. Jamás hagas algo así de nuevo. Si no te hubiese parado te habrías desmayado, posiblemente.

—Lo siento —respondió débil—. Quería verte —cerró nuevamente sus ojos—. Y no quería fallarte. Te prometí que te llevaría cada día.

Suspiré profundamente. Jace Collins no tenía remedio. Pero sonreí conteniendo el rubor en mis mejillas. Parecía un pequeño niño con su madre. Él era tan tierno en ese instante.

Lo tapé con la manta y luego de darle la pastilla puse un trapo húmedo en su frente.

—Descansa un poco, por favor —susurré suavemente mientras me levantaba—. Iré a prepararte algo de comer.

—Gracias, Melie —susurró adormilado y paré en seco. Lo observé nuevamente. Parecía estarse quedando dormido, pues su respiración se hacía cada vez más tranquila y suave.

Estoy alucinando. Eso es todo. Sólo Dylan me ha llamado de esa forma.

* * *

—Jace —susurré moviéndole suavemente el hombro para que despertara.

—¿Hm? —abrió lentamente sus ojos.

—Te hice algo de sopa. Siéntate y come —le respondí con una sonrisa de medio lado. Él en serio parecía un pequeño mocoso. Adorable.

El chico se sentó tras un par de intentos fallidos. Su cuerpo se veía bastante débil y dolorido. Antes de que empezara a comer volví a tomar su temperatura. Pero me preocupé mucho al ver que no había bajado nada más que un grado. Ya era para que esta hubiera bajado al menos tres grados. Al parecer Jace era de esas personas que eran abrazados intensamente por la fiebre y los resfriados. Y algo me decía que tendría que ser su niñera por más tiempo. Suspiré frustrada. Jace no tenía a sus padres cerca. Y su cuerpo estaba demasiado débil como para que él hiciera algo él solo. Sin mencionar que su parte racional se había esfumado. Se encontraba diciendo una infinidad de incoherencias. Y se reía de cualquier tontería.

—Melissa, qué bonita eres —dijo risueño y con los ojos entrecerrados. Luego de comer, parecía haberse drogado o algo así. No había parado de decir cosas como esa—. Eres hermosa y adorable —sonriente, el castaño me abrazó y yo rodé los ojos mientras suavemente me zafaba de él.

—Sí, sí, gracias, Jace —respondí acostándolo nuevamente y tapándolo bien con la manta. Cambié el agua del paño y nuevamente lo puse en su frente. Poco a poco fue calmando su hiperactividad y se quedó dormido.

—Al fin —susurré cuando el castaño se encontraba profundamente dormido en el sofá.

Me quedé observándolo por un par de minutos. No podía negar lo atractivo que Jace era. Entendía por qué muchas chicas morían por él. Pero yo evidentemente no era una de ellas. Si había algo que detestaba era su arrogante actitud. Él pensaba que podía usar su físico para obtener lo que quisiera. Pero no funcionó conmigo. Realmente me repugnaba su actitud.

Pero, actualmente no parecían quedar rastros de esa actitud de Playboy que él poseía. Nada más haberse levantado aquella mañana sólo por mí, cuando él realmente se sentía fatal. Ya era impresionante de su parte. ¿Qué lo había hecho cambiar tanto?

Melissa, me gustas mucho... —susurró suavemente mientras dormía y lo miré atentamente. Mis mejillas se encendieron automáticamente y me cercioré de que estuviera totalmente dormido.

Sólo es efecto de la fiebre.

Solté un suspiro profundo y volví a observar su rostro. Yo estaba sentada en el suelo justo al lado el sofá en donde él dormía plácidamente.

Luces adorable, Jace.

Tapé mi rostro entre mis manos. Mis mejillas estaban ardiendo en ese momento. Me levanté para sentarme en el otro sofá y le eché un último vistazo. Sonreí de medio lado y acaricié suavemente su cabello.

—Eres un tonto —susurré—. Mejórate pronto, por favor...

Playboy, ¡Déjame en paz! (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora