La lluvia aún no paraba y cada vez había más frío. Ya Dylan se había ido y yo estaba esperando que la lluvia se calmara un poco para yo también poder irme a casa. Pero ésta no parecía querer ceder.
—¿Aún estás aquí, preciosa? —oí una voz aproximándose. No hacía falta voltear para saber de quién se trataba.
—No puedo irme con esta lluvia —solté con desprecio.
—Puedo llevarte a casa —llegó a mi lado y me observó—. Después de todo, no vives muy lejos —se encogió de hombros. Su voz seguía llena de arrogancia. Sin embargo, una pizca de amabilidad se hizo presente en la última frase.
—¿Cómo sabes que vivo cerca? —fruncí el ceño y él palideció.
—Pues... —empezó y yo ladeé mi cabeza—. He notado que siempre vienes caminando. Así que lo supuse —concluyó victorioso—. Deja que te lleve a casa.
Este chico era excesivamente extraño.
—No gracias —volví mi vista hacia afuera. Maldición, qué situación tan patética.
—Me enternece tu desconfianza, Melissa. Pero no voy a dejarte aquí con esta lluvia —su voz cambió totalmente. Ya no había ni una mínima gota de arrogancia en sus palabras. Sólo había preocupación y amabilidad.
—¿Es que ahora eres mi padre? No iré contigo, Jace —dije rodando los ojos.
—Melissa... ¿Te han dicho que es de mala educación rechazar la amabilidad de una persona?
—Sin embargo, tú ya debes estar acostumbrado a que yo te rechace —lo miré con una ceja enarcada. Su expresión era neutra. Me tomó desprevenida agarrando mi brazo firmemente mientras empezaba a correr bajo la lluvia arrastrándome tras de sí—. ¡¿Qué demonios haces, Jace?!
—¡No dejaré que te vayas caminando sola hoy! —exclamó riendo mientras seguíamos corriendo por el estacionamiento. Llegamos a un coche blanco bastante bonito y él rápidamente me abrió la puerta luego de quitar los seguros. Prácticamente me hizo entrar a la fuerza, y cuando estuve adentro bufé molesta. ¿En qué me había metido?
—Idiota —susurré cuando él subió al auto.
—De nada —sonrió como un niño pequeño. Cualquiera que lo viera en este estado dudaría de inmediato si se trataba de la misma persona que jugaba con todas las chicas.
Miré hacia la ventana rodando los ojos y él arrancó el auto. Le guie hasta mi casa y al llegar él aparcó y le bajó volumen al reproductor.
—Gracias —susurré. Evidentemente me habría ahorrado mucha incomodidad si no me hubiera topado con él en el momento menos indicado. Pero, aun así, no podía despreciar el gesto, principalmente porque la lluvia se había hecho más fuerte y yo probablemente seguiría en el instituto.
—No hay de qué —sonrió—. Ahora sé dónde vives —mis ojos se abrieron como si un balde de agua fría me hubiese caído encima.
Maldito idiota.
—Bien, si me disculpas —acomode mis cosas y estaba a punto de bajarme.
—¡Espera! —exclamó haciéndome sobresaltar. Pareció dudar un poco de lo que diría—. ¿Es cierto que tú y Dylan están saliendo? —dijo con un tono de voz bastante bajo y haciendo una pequeña mueca.
—No creo que eso deba importarte —respondí cortante.
—Lo siento. Sólo era una simple pregunta —se removió en su asiento algo avergonzado mientras miraba al frente y yo fruncí el ceño.
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Playboy, ¡Déjame en paz! (EDITANDO)
Teen Fiction-Maldición, para de molestarme -dijo Melissa exasperada. Jace sonrió con arrogancia. Propio de él. -Oh, vamos, sólo quiero que me des un beso -susurró mientras apretaba el cuerpo de la chica contra el suyo-. Sólo uno, preciosa. -¡Ni lo sueñes! Sólo...