37.

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     Una fuerte sensación me recorrió todo el cuerpo, me desperté con los dientes castañeando, tenía la respiración agitada y mi pulso acelerado, genial, malditamente genial, trate de incorporarme, pero las fuerzas me estaban fallando, demonios, a juzgar por la posición del sol no había dormido más allá de unos veinte minutos, pero habían sido suficientes para que la fiebre me subiera, esto ya no estaba bien.

     Sujetándome de los bordes de la cama, me obligue a levantarme, tome mis armas, ahora sí debía de ir al maldito pabellón A, junto con todos los demás. Salí a paso lento de las tumbas, tratando de mantener un paso constante, para evitar el pabellón C y a los que estaban sanos, decidi cortar camino por el área administrativa, sin embargo, cuando recién iba por el corredor, pude ver a Beth paseándose con Judith.

     —¿Que hacen aquí? —les pregunté mientras me alejaba, procurando no tocar nada.

     —Vanessa, no me digas que tu... —inicio ella mientras se alejaba.

     —Si, no sabía que estaban aquí, me iré.

     —Te recuperaras, ¿verdad? —me pregunto, supongo que el hecho de haber perdido a Zack recientemente le hacía querer evitar perder a otra persona, le sonreí.

     —Tranquila, ahora solo tengo fiebre, pero así inicia esto. Aún te debo tu primer trago —le recordé ella me sonrió y asintio, mire a Judith, claramente ellas estaban sanas y vivirían, y tal vez Beth bebiera alcohol, pero no conmigo, no si no sobrevivia—. Beth...

     —No, no lo digas, ni se te ocurra hacerlo, si dices algo de que morirás le diré a Daryl y eso no le va a gustar, tu no eres de las que se dan por vencidas tan fácilmente —respondió como una niña pequeña, algunas lágrimas amenazaban con salir de sus ojos.

     —Precisamente de él quiero hablar... Si yo muero... bueno, hemos hablado de ello, y se que si eso pasa él... caerá en un estado negativo, que lo podría llevar a cometer muchas locuras, por eso quiero pedirte un favor.

     —No, Vanessa, tu eres la persona indicada para cuidarle, no me pidas nada de eso, yo...

     —¡Beth! —la interrumpí, ella dió un ligero salto, tanto que sorprendió a Judith, sus ojitos también amenazaban con lágrimas—, si yo llego a morir, no lo dejes perder la esperanza en la vida, por favor. Si no quieres hacerlo tú, dile a Carol que no lo dejé sólo, ni cometer tonterías, por favor.

     —Vanessa, yo...

     —En nombre de nuestra amistad, Beth, por favor. Tu eres la única que sabe de que forma lo quiero y... —demonios, era la primera vez que admitía eso en voz alta, una sonrisa melancólica adorno mi rostro, limpie una lágrima que salió de mis ojos—. No lo dejen sólo, ¿si?, si me prometes que harás lo que esté a tu alcance para ayudarle a sobreponerse a mi muerte, yo te prometo que tratare de sobrevivir a esto.

     —Yo... está bien, te lo prometo. Vanessa, has sido una gran amiga para mi y si está será nuestra última conversación, quiero que sepas que te aprecio más que como a una amiga, eres como esa hermana rebelde que tuve, pero que no me dejaba participar en sus aventuras, en cambio tu sí. Gracias por todo.

     —Tal vez el día de mañana recordemos esta conversación con una buena cerveza mientras nos reímos, ¿no? —le pregunté, ella asintió.

     —Llamaré a alguien para que te lleve al pabellón y...

     —No, ya estoy exponiendo a todos estando aquí, me iré por mi propio pie mientras no estoy regando el virus con la tos. Nos veremos pronto —dije y me despedí con un ademán de mano, ella asintió.

El Arquero del Fin del MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora