75.

1.3K 118 53
                                    

     Trataba de caminar normal por las calles de Alexandria, pero simplemente era algo que no podía hacer, mis palmas sudaban, estaba haciendo bolitas mi blusa con mis manos y mi respiración estaba más que agitada. Ya habían pasado unas tres semanas desde que nos encargamos de los Salvadores, o bueno, de ese grupo si a mí me lo preguntaban, cómo sea, desde hace una semana y media yo estaba en una jodida crisis existencial y todo era debido a una cosa tan absurda, que era muy molesta y alarmante su ausencia.

     Mi periodo no había llegado aun.

     Tomé una bocanada de aire y me senté en el porche de una casa, ni siquiera me tomé la molestia de ver de quién era, solo quería sentarme, ya que un ligero mareo me había hecho trastabillar. En la última semana habían pasado cosas así, me levantaba con un ligero mareo o con náuseas, para mí fortuna Daryl no lo había notado, pero tampoco estaba muy segura de cuánto tiempo más podría ocultarlo. En cuanto me di cuenta de que todos esos síntomas podrían ser una clara señal de un embarazo, no pasaba ningún día en el que, cuando saliera de la ducha, mirará mi vientre en busca de alguna elevación.

     Estaba jodida si en este momento una vida crecía en mi interior.

     —Vanessa, ¿estas bien? —pregunto una voz a mis espaldas, me gire y vi que Carol salía de la casa que compartía con su actual pareja.

     —Eh... sí, todo está bien... El sol me ha mareado un poco —respondi.

     Ella me miró con extrañeza, camino y salió de su casa para sentarse a mi lado, sacó de su chaqueta una caja de cigarrillos y me tendió uno, yo negué, ella tomó uno y lo encendió, de manera disimulada me aleje del humo de este.

     —Ese día —comenzo a hablar—, cuando estuvimos en el matadero, ¿por qué estabas tan empeñada en descubrir si había más Salvadores?

     —Yo... algo me dice que nuestra pelea con ellos no se ha acabado y, aunque así lo fuera, siempre habrá alguien más, ¿no? —le pregunté con un nudo en la garganta.

     —Vanessa...

     —¿Cuánto más, Carol? Ya no quiero esto... una vida como esta no es segura ni para nosotros ni para... —me calle justo antes de decir la palabra "niños".

     —¿Para quién?

     —Para nadie... Ya no quiero correr, ni matar, ni nada por el estilo, aunque estoy segura de que lo haría sin dudarlo por cada uno de ustedes —respondi, tal vez no era la verdad, pero era sincero, ella me miró.

     —Son los sacrificios que se hacen por estar con la familia, ¿no? —dijo, la mire y asentí, ella suspiró y apagó su cigarrillo, se incorporó de inmediato.

     —¿Sucede algo?

     —Yo tampoco quiero matar, pero también lo haría por ustedes... Tengo cosas que hacer —respondio, la mire extrañada, me levanté hasta quedarme frente a ella.

     —Carol...

     —Adios, Vanessa —dijo, me miró y luego me abrazó—. Eres muy fuerte, puedes hacerle frente a todo... también puedes cuidar a todos, no dudes de ti, ¿sí?

     —¿Pero que cosas dices?

     —Tambien estoy cansada, creo que por eso digo estas cosas, iré a recostarme y tú deberías de hacer lo mismo... Ese desmayo de aquel día, no es un embarazo, ¿o sí? —pregunto, yo me puse pálida, rápidamente negué.

     —No, no... Daryl y yo estamos siendo precavidos y... —sí, como no se quejó una voz en mi cabeza.

     —Esta bien... me iré, tú haz lo que tengas que hacer —dijo y me sonrió, yo asentí y la solte.

El Arquero del Fin del MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora