Al borde de la muerte

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César, el doctor jefe de la manada de plata revisaba a su paciente en el seño dolorosamente fruncido mientras pronunciaba maldiciones mudas de vez en vez.

-¿Cómo está?- Hades se mantenía a distancia algo ansioso sin noticias desde hacía buen rato.

-Ahora no alfa, déjeme terminar mi trabajo- soltó más brusco de lo que quería, desechando su ira contenida -Por favor salga-

Hades solo asintió con la cabeza y salió del cuarto para encontrarse con el rostro amargado de Nicolás y Liam que a pesar de las vendas en su cuerpo había insistido en estar ahí.

No se molestó por el tono de César. El lobo le llevaba casi 300 años por encima, incluso había ayudado a traerlo a este mundo y sabía que para que reaccionara de aquella forma, es que la situación estaba más allá de su entendimiento. Gruñó internamente sintiendo la rabia caminar lentamente por su ser. 

Aun recordaba la sensación de los huesos sobre la piel de la mujer mientras la llevaba en brazos, su respiración irregular, apenas había visto su rostro bajo la mata de cabello sucio y enmarañado. Ver la sábana teñirse, por zonas, de rojo casi lo descontrola. Ni en sus arrebatos más violentos podría ponerle un dedo arriba a alguna mujer de aquella forma, ni él ni nadie de si manada. El último lobo que lo había intentado había perdido su garra derecha.

-¿Cómo se encuentra?- Nicolás lo sacó de sus pensamientos. Parecía intranquilo, dispuesto a entrar a la habitación en cualquier momento.

-Tenemos que esperar a que César termine de atenderla, nunca da un pronóstico hasta estar seguro-

El menor tembló de la impotencia.

-Tendrás que esperar cachorro, confió con mi vida en él. En sus manos, su madre estará bien-

Nicolás no pareció tranquilizarse con aquello, cuando se había enterado del trato que sus hermanos habían hecho había casi explotado de la indignación. No recordaba las palabras que había dicho, pero Liam había tenido que entrar a sacarlos, mientras Rodrigo, inesperadamente, se quedaba con ellos. Ahora se arrepentía de su arrebato y quería disculparse, pero primero tenía que saber la condición de su madre para pensar con la mente en blanco. El rostro aterrado de sus hermanos era un cargo de conciencia muy pesado.

El sonido de dos personas corriendo llegó a ellos y levantaron la mirada para ver a Alan y Noa ir hacia ellos. Se detuvieron a cierta distancia al ver a Nicolás y bajaron la cabeza. Leoxi los seguía de cerca cuidándoles la espalda, después de todo aún seguían siendo hijos del alfa de otra manada, específicamente, una enemiga, y aunque las cosas habían cambiado y la fusión estaba cerca, algunos lobos podían no estar de acuerdo con su presencia en la mansión principal.

Hades se separó de la puerta y se acercó a ellos viendo la atmósfera familiar tan tensa.

-¿Nuestra madre?- Alan preguntó impaciente

Ella está bien, el doctor la está revisando.

-¿Podemos verla?- Noa parecía al borde de las lágrimas.

-Por el momento no, vuelvan a la habitación, cuando sepamos su condición se les comunicará- no quería que estuvieran allí cuando el doctor hablara, sabía que los resultados de su tratamiento no serían nada agradables y esos chicos no estaban preparados.

-Pero...- protestaron hasta que Hades levantó una mano callándolos.

-Nicolás- lo llamó con voz autoritaria- Ve con ellos y de paso has lo que tienes pendiente- notó al lobo incomodarse- No me gustan los conflictos innecesarios en mi manada-

El menor asistió y pasó al lado de sus hermanos que después lo siguieron a distancia, comprendían la reacción de su hermano, solo esperan que no les volviera a gritar, era la primera vez que lo había hecho y no querían que ese episodio se repitiera en el futuro.

Casi una hora más tarde César abrió la puerta y dejó pasar al alfa, seguido de su hermano gemelo y el Liam.

Los tres ahogaron una exclamación al verla en la cama. La mugre de su cuerpo había sido borrada dejando a la vista su piel descolorida donde las venas pálidas eran incluso visibles. Los huesos marcarse en sus pómulos, clavícula, manos y a saber dónde más. Los labios cuarteados hasta doler y el pelo que alguna vez fue oscuro estaba veteado con múltiples hebras platinadas.

El doctor había vendado parte de sus brazos donde anteriormente heridas infestadas decoraban la piel, así como un paño blanco descansaba sobre sus ojos.

-Temo decir que esta loba está al borde de la muerte- 

Cautiva del Alfa #1. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora