Absoluta Sumisión

61.5K 5.9K 464
                                    

Hades se tocó el cuello donde la piel se había regenerado, pero aún se mantenía tierna. Gruñó erizando la piel de los presentes.

César cerró su maletín después de dos días cuidado a su alfa mientras Leoxi había vuelto nada más sentir una rara sensación que no le dio buena espina y al llegar sus sospechas dieron a luz.

Ahora, Hades estaba de muy, muyyyy mal humor. Había sido mordido por una omega, un simple omega, reina y todo lo que quisieran, pero omega y había estado al borde de la muerte, después de salvarla.

Algunas cosas se tenían que poner en su lugar y demostrar quien mandaba. A la mierda que me tuviera miedo a los alfas. Él le había salvado la vida. Adoptado a su manada. Le dio su propia sangre y así le pagaba.

Se incorporó poniéndose la camisa de seda que encontró sobre el respaldo de una de una silla dejándola abierta.

-¿A dónde piensas que vas?- César se puso delante de él y se quedó callado al ver los ojos del alfa. Tragó en seco y se apartó del camino.

Hades, conocido como el benévolo, solo hasta que era agredido, o alguien cercano. Seran había aprendido a comportarse así no precisamente del aire.

Leoxi lo siguió sin decir alguna palabra. Sabía que en este momento su hermano estaba en modo alfa total y cualquier cosa que lo molestara era presa muerta.

Se detuvieron delante de la puerta donde estaba la loba. Dos guardias, más su beta estaban allí y lo saludaron.

Seran se impresionó al ver a su alfa allí y tan...fuera de lo normal. No se había preocupado por su imagen la cual siempre llevaba intacta. Su cabello negro estaba suelto y alborotado en ondas que había corrido hacia atrás de su hombro. El pantalón ancho, la camisa sin abrochar, sin zapatos y su mirada fija en la puerta como quien espera un bocadillo detrás de un obstáculo.

-Alfa. Hemos mantenido en secreto el ataque hacia usted. Los cachorros están confinados en sus habitaciones con guardias. El beta de la manada gris fue recluido junto con su gente y están siendo supervisados-

-¿Ya volvió a su forma humana?- preguntó secamente.

Seran pensó que no había oído el pequeño informe, pero sabía que su alfa confiaba suficientemente en él para lidiar con la situación.

-No mi alfa. Ha estado renuente desde ese día. Mantiene su forma de lobo. No le hemos dado agua ni comida, y esperábamos que con lo débil que está colapsara, pero es un hueso duro de roer-

Hades avanzó hacia la puerta y tomó la manigueta quitándole el seguro, el cual casi no cedía. La puerta había perdido estabilidad y el marco estaba desequilibrado por los contantes golpes.

-Tenga cuidado alfa- uno de los guardias le advirtió- Este lobo sigue igual de agresivo que antes-

Hades solo lo miró de reojo y el hombre se calló caminando hacia atrás. El alfa se estiró en todos sus más de 1.90 centímetros y abrió la puerta entrando y cerrándola a su espalda sin seguro.

Tragó un gemido. La habitación estaba literalmente en ruinas. La cama destrozada, las sábanas por doquier salpicadas de gotas de sangre. Los muebles mordidos y otros arañados. Las cortinas de la ventana todas desgarradas y las marcas de uñas en el cristal era evidente.

A un lado había una bola delgada de pelo que le daba la espalda. Parecía dormir profundamente entre el desastre de la tela. Pudo ver como sus patas tenían heridas recientes que adornaban su cuerpo aparte de los que ya poseía.

Dio otro paso sin mostrar ninguna expresión. Las orejas del lobo suavemente se levantaron para darle paso a la cabeza que se giró hacia él. Dos orbes enrojecidos hacían el intento de mirarlo.

La loba se levantó con dificultad y se le enfrentó mostrando sus colmillos y erizando el pelo del lomo. Las aletas de su nariz se movían de arriba a abajo como intentando asimilar el olor de todo a su alrededor para saber que ocurría.

Hades no se movió. La loba había perdido todo el control sobre ella y solo actuaba por instinto, debía tener cuidado.

Dio un paso hacia adelante intimidándola tanto por su tamaño, así como su olor, pero eso solo hizo el efecto contrario.

La loba se engrifó aún más molesta. Sus patas estaban tensas en un intento de mantener su peso cual le jugaba en contra haciéndole tambalearse hacia los lados.

El alfa se quitó suavemente la camisa dejándola caer al suelo. Había visto lo rápida que era, no podía arriesgarse a hacer movimientos bruscos, no, si no quería que la sangre corriera, no era su objetivo matarla, no después de todo lo que pasó. Además el olor que ella desprendía ahora lo estaba inquietando. Era suave, dulce, le gustaba.

Desabrochó el botón del pantalón y bajó la cremallera para dejar que la prenda acompañara a la otra. La loba retrocedió gruñendo malinterpretando la acción. Un hombre lobo delante de ella y alfa, desnudo, solo podía interpretarlo de una forma.

Hades dejó que una gruesa capa de pelo negro cubriera su cuerpo hasta quedar en cuatro patas en su forma se lobo que le sacaba a ella la mitad de su tamaño con creces.

Gruñó. Alto, con fuerza, que retumbó en la habitación. La loba bajó las orejas y metió la cola entre las patas, pero sin esconder los dientes. Estaba asustada pero no dejaría de luchar. Hades se había puesto entre la puerta y ella así que salir sería una hazaña.

El lobo negro se acercó despacio, pero sin vacilar. Ella comenzó a retroceder involuntariamente. El instinto de supervivencia era mayor que ninguno. Se detuvo en seco y cuando él estaba a una distancia prudente lanzó un mordisco nuevamente a su garganta. Acción que el esquivó por poco y en respuesta le gruñó sacando sus enormes colmillos contra el hocico de ella golpeándola y haciéndola retroceder.

Los ojos del alfa resaltaban brillantes y amenazadores, su pelo estaba erizado haciéndole parecer más grande y el aliento salía en forma de humo de su hocico.

Ella no pudo hacer nada cuando este la rodeó. Sus patas cedieron y cayó al suelo de panza, sintiendo como este después se ponía sobre ella y se dejaba caer manteniéndola contra el suelo con su peso. Los fuertes latidos de él retumbaban en su espalda y se sentía tan pequeña con aquella bestia sobre su cuerpo. El calor sobre ella la estremeció y a pesar de querer morderlo, desgarrarle algún miembro que no podía alcanzar pues él la tenía bien sujeta, solo salió un leve gemido lastimera de su garganta. La bruma en su vista comenzó a desvanecerse. El iris rojo se fue tornando más claro.

Aún así se revolvía debajo del alfa incómoda y aterrada por su tacto.

La loba, por primera vez sintió real miedo en su vida. Un miedo diferente al que le tenía Rudoc. Este este era más crudo, más demandante, más animal.

Exigía su sumisión absoluta.

Cautiva del Alfa #1. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora