Otra vez sola

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Nebraska podía jurar que su corazón se saltó un latido. Ante ella estaba el cuerpo de su esposo y de su hijo, inconscientes en el suelo. Todo había sido muy rápido. Segundos antes, ellos estaban compartiendo junto a la manada, y ahora estaban allí.

-Ne..., Nebrask...., Nebraska- el sonido de su nombre llegó a sus oídos junto con el bullicio de su alrededor.

Se había quedado en shock por un momento. Sara movía su brazo para hacerla entrar en razón mientras por su rostro surcaban lágrimas. La reina agitó su cabeza y se centró. No era momento de entrar en pánico. 

Se arrodilló al lado de su esposo después de verificar que Nicolás la copiaba junto a Rodrigo, y buscó la respiración de Hades. Era ligera pero estaba presente. Respiró con un mínimo de alivio. De entre el tumulto que comenzaba a formarse a su alrededor, César logró aparecer y se arrodilló a su lado tomándole el pulso de la muñeca para estudiar que había ocurrido realmente.

¿Qué ocurrió? ¿Qué le pasó al alfa? ¿Lo envenenaron?

El bullicio se hizo muy audible casi para todos entre preguntas, lobos empujándose, algunos en pánico por el estado del alfa. Otros corriendo de aquí para allá. Incluso a Siran le costó trabajo llegar hasta ellos y mirar la escena con rostro preocupado y con el ceño dolorosamente fruncido. Gritos, murmullos...

-¡Silencio¡- gritó Nebraska y todo sonido en la sala desapareció –César- miró al  médico buscando resultados, con todo el ruido no estaba segura de que hubiera podido averiguar bien lo que ocurría.

-Reina, el alfa ha sido envenenado- le dijo.

Nebraska cerró los ojos y apretó los labios.

-Seguro que fue ella- una voz masculina se hizo eco en la sala y todos miraron a un lobo que empujó a los de adelante y se posicionó delante de todos- No te hagas la víctima, quieres hacerte con la manada, así que envenenaste al alfa, quién mejor que tú para hacerlo-

Un minuto de silencio y después todos comenzaron a mirarse entre sí. La duda comenzó a florecer.

Noa se apartó de Nicolás directo hacia él.

-¿Qué estas dicien...?-

-Noa- la voz de ella resonó por encima de la de su hijo y este se detuvo con un ligero temblor retrocediendo. Era la primera vez que la escuchaba hablar en aquel tono.

Nebraska se incorporó y se giró hacia el lobo caminando lentamente. Su cabello comenzó a ondearse ligeramente alrededor de su cuello y sus ojos se tornaron muy dorados, desapareciendo el iris por un centro blanquecino. El lobo que la había acosado sintió como su cuerpo era paralizado y comenzaba a sudar. Ninguna parte de su cuerpo se movía.

Los miembros de la manada retrocedieron bajando sus cabezas. La atmósfera que la rodeaba los intimidaba a tal punto que pedía su sumisión. No era como la sensación de cuando un alfa se imponía donde su cuerpo era aplastado por una fuerza superior a ellos. No, esta vez era como si perdieran la voluntad de ellos mismos de hacerle algo a aquella loba.

Incluso sus dos hijos más jóvenes se pegaron a Siran temblando y el rostro de Nicolás se volvió pálido abrazando más fuerte a Rodrigo entre sus brazos. 

-Repítelo de nuevo- Nebraska se detuvo delante del lobo que había caído de rodillas –Di delante de mí que fui yo la que lo envenené- lo miraba desde arriba con su rostro congelado.

El difamador no podía hablar, un temblor recorría su cuerpo entero. Ni siquiera cuando Hades se molestaba había reaccionado así.

-Te diré una cosa- Nebraska se inclinó delante de él y le alzó la barbilla con el dedo haciendo que sus miradas se encontraran, aterrorizándolo. Nunca había presenciado unos orbes como aquellos- Si hubiera querido hacerme de la manada hubiera usado otros métodos más rápido para ello. No alteres los hechos como te convengan. Además- una sonrisa amenazadora salió de sus labios mientras giraba lentamente la cabeza- ¿Por qué estás tan nervioso?-

Los temblores del lobo se hicieron más notable e intentó soltarse de su agarre.

-Siran- Nebraska se levantó de golpe –Llévatelo para que lo interroguen, por el olor que el desprende me dice que oculta algo. Dile a Leoxi que esté alerta y que refuerce la guardia en todos los lados. Nadie tiene permitido moverse fuera de los límites de la manada-

El beta afirmó con la cabeza.  No se atrevía a negarse a rechazar su orden. Primero porque era su reina, segundo, porque no creía ser capaz de rechazar su orden con el tono que ella había empleado.

-César, llévate a Hades y a Rodrigo para que puedas atenderlos. Todo lo que necesites te será dado para que garantices sus vidas. Aquel que se niegue házmelo saber-

-Sara, reúne a todos los que tomaron vino y llévalos a otra habitación para examinarlos para comprobar que no haya otros casos de envenenamiento. Los barriles los verificaré personalmente. Y prepara un mensajero, en caso de que el contenido este contaminado, tenemos que comunicarlo-

Se giró hacia el resto de la manada.

-Permanezcan en calma y todos vuelvan a sus labores, el estado del alfa se les será notificado en cuanto tengamos un avance. Si ven alguien actuando extraño repórtenlo a cualquier lobo de la guardia-

Los lobos a su alrededor asintieron con la cabeza en sus posiciones sin replicar.

-Muévanse- ordenó al final Nebraska volviendo a la normalidad.

Todo se realizó como ella había ordenado y sin reclamaciones. No sabía si lo hacían por miedo. Nunca había utilizado su fuerza de aquella manera, ella misma se lo había prohibido en cuanto había descubierto otras formas de utilizar su habilidad de calmar el estado salvaje. No le gustaba la reacción de los demás hacia ella. Le gustaba que le tuvieran respeto por lo que era, no miedo. Y eso fue lo que encontró en los ojos de sus hijos cuando se puso ante ellos.

Nicolás rodeaba los hombros de Alan y Noa, pero estos se corrieron hacia detrás de su espalda. Las  manos de los tres temblaban ligeramente y no alzaban la cabeza incluso después que la omega volvía a tener sus ojos del mismo color. Nebraska tragó en seco y sonrió levemente, algo que nunca hacía y que solo mostró dolor en su rostro.

-Lo siento- fue lo único que dijo antes de pasar de largo por su lado y seguir el camino por donde César se había llevado a su esposo e hijo.

Podía soportar todo, pero el rechazo de uno de sus hijos ya era duro, de los otros tres la rompía por dentro. Y si ellos le tenían miedo ahora, entonces era mejor apartarse.

Los tres se quedaron allí sin moverse escuchando lo que ocurría a su alrededor. Noa comenzó a llorar silenciosamente pegado a la espalda de su hermano y Alan solo se abrazó a Nicolás. El mayor apretó sus puños recordando la expresión de su madre. 

Nebraska estuvo parada tres horas delante de la puerta de lo que se consideraba la sala de tratamiento de la manada. Los ayudantes de César salían y entraban, pero no les decían nada y tenían prohibido siquiera asomarse.

Siran estaba abrazando a Sara contra su pecho que no tenía consuelo. Ambos habían realizado las tareas que se les había asignado. Entre los demás miembros de la manada  no había nadie más con síntomas de envenenamiento, además el contenido de los barriles estaba limpio, así que fue necesario notificar a los que había hecho el regalo, no era momento de buscar más conflicto. 

Siran había hablado con Leoxi y la seguridad se había extremado. Nadie externo podía saber de la situación, o estarían muy vulnerable, con el alfa de baja y Nebraska, una reina, que no sabía si le iban a responder después que todavía quedaba la duda de si era la que lo había envenenado.

Leoxi había vuelto, a la hora de haberse enterado, estaba conmocionado por la información que le habían dado y su desespero le hizo romper uno de los cristales de la ventana. Ahora estaba sentado en una esquina esperando resultados. No había intentado entablar palabra con la omega, ni siquiera le había dirigido la palabra.

Nebraska lo sabía, que tantas cosas buenas estuvieran pasando a su alrededor solo era una simple ilusión. El destino no era agradecido con ella. Y por primera vez Nebraska se sintió más sola que cuando estuvo tantos años cautiva.

¿Qué había hecho mal?

Cautiva del Alfa #1. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora