Déjame tocarte

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-Más-

Fue la única palabra que Nebraska pudo escuchar por parte de Hades antes que sus labios fueran sellados nuevamente por los del lobo en un beso tan salvaje como apasionado. A pesar de lo brusco que pudiera parecer no era para nada doloroso. La lengua del mayor se encargaba de tocar los puntos específicos y enredarse en la de ella solo buscando no su satisfacción propia, sino la de su compañera.

Nebraska nunca había creído la frase de aflojarse las piernas, pero ella misma la sintió en carne propia. Sin darse cuenta sus rodillas se doblaron perdiendo el equilibrio, pero sin su boca perder atención, un grueso brazo abrazo su cintura y la mantuvo contra el cuerpo más sólido y fuerte.

Nebraska apretó los antebrazos de él en un intento de mantener la cordura. Estaba siendo devorada literalmente, en el mejor sentido de la palabra. Su piel estaba erizada del mar de sensaciones que la recorrían mientras sus labios eran besados, mordidos acariciados por los del alfa.

No estaba familiarizada con ser besada, Rudoc lo había hecho varias veces solo para encontrarlo repulsivo, pero esta vez sólo podía definirlo con una palabra. Delicioso. 

Por primera vez sentía su cuerpo responder a un macho sin miedo, incluso si este era un alfa y el olor que empezaba a desprender le podía recordar ciertas cosas. Pensó que se echaría a temblar por el atrevimiento de él, pero en cambio estaba temblando pero de algo que nunca había experimentado y que le hacía perder la noción y la importancia de todo a su alrededor.

Hades se separó levemente dejando un hilo de saliva entre los labios de ambos, que desapareció al lamer el borde de los hinchados de Nebraska.

Sus ojos plateados brillantes entraban peligrosamente entrecerrado y su respiración agitada.

-Déjame mostrarte- fue más una súplica que un pedido y ella solo puso alzar la cabeza atontada. Aún no se recuperaba de todo lo que atravesaba cada fibra de su cuerpo.

-¿Qué quieres mostrarme?- apoyó la frente en el hombro de él sintiéndose cansada de repente.

Agradecía que estuviera sujeta porque si no estaría en el suelo. Una vez que su nariz hizo contacto con la piel cubierta de su pareja se encontró oliéndola inconscientemente. Estaba en un momento que no se reconocía. Estaba sucumbiendo a todos sus instintos sumisos de omega a los que tanto había renegado y ahora estaban fuera de control.

-Placer- la palabra la hizo estremecer- Déjame enseñarte lo que es el placer Nebraska. Dame un voto de confianza, no haré nada que no desees-

Ella se demoró en responder.

-¿Dolerá?- preguntó y el pecho de Hades de apretó quitándole el aire. Rechinó los dientes conteniendo una maldición hacia cierto alfa.

Avanzó tres pasos hacia el árbol más cercano llevándola consigo y soltando su agarre la posicionó con la espalda contra la corteza.Le levantó la cabeza con la punta de dedo.

-No preciosa. El placer no duele, no en el sentido que te imaginas. Duele de la forma que pedirás más una y otra vez. 

Su voz era gutural y tan sexy que a Nebraska la recorrió un escalofrío. No conocía esta parte de Hades pero no podía negar que ya entendía la devoción hacia su persona las otras lobas. Quién no querría estar en la cama de semejante lobo. 

Aun así el miedo vivía oculto dentro de ella.

-No quiero pasar por lo que pasé antes- sus labios estaban tensos en una fina línea. 

Hades podía ver como aquella loba, que era capaz de enfrentársele y hablarle como una igual, podía desmoronarse en unos segundos. Se dio cuenta que a pesar de las apariencias ella no era de hierro, tenía inseguridades como todos y miedos ocultos en aquellas heridas que nunca cicatrizarían en su interior. Puso una mano en su cintura y la masajeó ligeramente imaginándose tocar la piel sin obtáculos. Apoyó su frente en la de ella deleitándose en aquella mirada violácea que lo fascinaba.

-¿Acaso me parezco en algo a Rudoc, mi hermosa omega?- la interrogó con sus orbes más brillantes que antes.

Nebraska solo pudo negar. Le había demostrado más de una vez que en nada se parecía ni a Rudoc ni a ningún lobo que hubiera conocido antes. Él sonrió y dejó un beso sobre su nariz antes de volver hacia sus labios.

-Permíteme tocarte, no iremos más allá si tú no lo deseas, déjame enseñarte los secretos de tu maravilloso cuerpo-

La respiración de ella apenas de oía. Su mente trabajando en varios sentidos sin saber si ceder o no. Si lo hacía, como lo había hecho la primera vez, podía volver a caer en aquel círculo vicioso que casi la destruye. Aun si su interior le decía que Hades no era de esa forma, confiar tan rápido no era algo que se podía lograr después de todo por lo que había pasado.

Al ver la incertidumbre en sus ojos, el alfa le agarró de ambas muñecas.

-Ven- le hizo rodear su cuello con los brazos quedando casi de puntillas teniendo que calzarla en una raíz, cosa que le dio gracia. Era pequeña, delgada, no como algunas lobas exuberantes de su manada. Pero por alguna razón sentía que ese delicado cuerpo podría darle todo lo que no había tenido hasta el momento.

-Huéleme- le apretó ligeramente el rostro hacia la curva de su cuello donde estaba una de sus glándulas de olor. 

El cuerpo entero de Nebraska casi se desvanece. El olor de Hades entró por todas sus fosas nasales invadiendo cada inhóspito rincón y su interior se humedeció de inmediato. No sabía porque pero no podía dejar de olor aquel lugar. Era lo más dulce que había sentido. 

Con los ojos cerrados perdió el control de sí misma y lamió la zona, haciendo que el dueño de esta soltada un gemido y por un segundo dejara que su cuerpo se rectara sobre el de la mujer contra el árbol.

-Si eres tú la que ataca primero, no creo que pueda cumplir mi palabra- dijo en un gruñido bajo, sintiendo la excitación recorrer su cuerpo e ir directo a su entrepierna que ya tomaba tamaño contra el vientre de ella -Lo siento amigo mío, esta vez no te toca a ti- se relamió los labios, ya tendría tiempo para satisfacerse.

Bajó la mano por el dorso de Nebraska hasta hallarse con su seno izquierdo que ya dejaba marcado sobre la tela el duro pezón. Lo apretó recibiendo un leve gemido sobre la piel de su cuello. 

Su omega había perdido la noción de su alrededor mientras lamía, mordía, besaba y chupaba sin compasión el lugar de la glándula sabiendo que después dejaría una marca que sin duda dejaría a la vista de todos. Había hecho buen trabajo distrayéndola, ahora él se encargaría de enseñarle que tan dulce podía ser el placer.


Cautiva del Alfa #1. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora