Siran continuó lavando el cuerpo de su esposa y compañera, esta vez desplazando sus manos por la estrecha cintura y sobre su abdomen donde se detuvo unos segundos. Sara se dio cuenta que los ojos de él se habían quedado mirando fijamente a este punto.
-¿Quieres tener cachorros?- le preguntó ella casualmente.
Él negó con la cabeza.
-Todavía no-
Sara sonrió tranquilamente sin que sus palabras le dolieran. Para ser sincera, sabía de la carga de trabajo que tenía por ser beta, y más ahora que tenía que estar velando con muchas más cosa como el hecho de acaban de reunificar las dos manadas y los cambios que vendrían con la nueva reina. Pero, no se le había pasado por alto las veces que lo había visto mirando a otras lobas con sus crías envueltas en sus brazos y las pequeñas caritas inocentes.
-Cuando lo desees, solo tienes que decírmelo, te daré tantos cachorros como desees- pasó sus dedos por la mejilla masculina para dejar un beso en la otra.
-Aun eres joven, ya habrá tiempo para eso- el calló toda protesta atacando otra vez sus labios.
El beta le prestó especial atención a la boca de su loba mientras sus manos seguían limpiando su cuerpo, esta vez desplazándose hasta la cadera donde la espuma se deshizo al contacto con el agua.
Aun así no se fijaron en ese detalle. Sara había rodeado su cuello y lo atraían con pasión devolviéndole el beso sabiendo que eso le encantaba. Los dedos del lobo se apretaron contra sus nalgas pegándola a su erección que quedó atrapada entre el cuerpo de ambos y aunque no gimió, frunció el ceño. Sintió como el cuerpo de su loba se movía ligeramente aumentando la fricción donde él era el que más disfrutaba.
¿En qué momento los papeles se habían invertido?
-Déjame enjuagarte y vamos a la cama, será más cómodo- le dijo contra sus labios y ella negó con la cabeza.
Él suspiro. El cabello de ella le hizo cosquillas junto a la espuma que ya se había pegado a su cuerpo. Sintió la mano de Sara abandonar su cuello para bajarla por el pecho acariciando sus pectorales hasta llegar a su vientre definido y mas allá, directo a su erección.
No la detuvo. Tenía que reconocer que también necesitaba esa relajación de la que había hablado.
Los delgados dedos se enrollaron en su sexo con una caricia y comenzaron un vaivén suave pero apretado. Siran gimió dejando caer su cabeza sobre el pequeño hombro. Ya recordaría no saltarse tantos días la próxima vez.
Los movimientos se hicieron más intensos y precisos hasta que sintió que su erección era rodeada por cálidas y húmedas paredes y tuvo que morder la piel de su esposa para no acabar en el momento, lo había tomado desprevenido.
Agarró fuertemente las caderas de Sara y las sostuvo en su lugar. Estaba muy apretada y él no la había preparado apropiadamente como normalmente se dedicaba a hacerlo y con lo pequeña que era ella en comparación con su cuerpo estaba seguro que debía dolerle.
-¿Qué ocurre?- la voz de ella salió temblorosa afirmando sus sospechas.
Siran resopló, siempre lo sorprendía, no importaba lo que hiciera.
-No te muevas- le ordenó soltando la cadera derecha y acariciando su espalda mientras bajaba la cabeza y saboreaba uno de sus pezones casi sin rastro de espuma.
Sara detuvo los ligeros temblores de sus muslos y la mueca de su rostro se fue difuminando cuando los dedos del lobo, después de acariciar sus pechos se perdieron en su interior buscando aquel punto excitante de su sexo.
Siran estuvo pendiente a todas las reacciones de su mujer, y al ver sus mejillas sonrojadas y los gemidos suaves salir de su boca, la levantó un poco y la dejó caer suavemente sobre su cadera .
Al estar convencido que el dolor había desaparecido comenzó a moverse firmemente de la forma que sabía que les haría alcanzar el orgasmo rápidamente.
-No lo vuelva a hacer- le gruñó contra el oído- No te vuelva a hacer daño cuando estés conmigo-
No recibió respuesta. Ella solo se abrazó enterrando su rostro en el hueco del hombro y se dejó llevar por las múltiples y deliciosas sensaciones. El agua salía de la bañera formando un desastre en el baño, algo de lo que no se preocuparon en lo absoluto. Los gemidos vibraban contra las paredes haciendo el ambiente más excitante.
Su cuerpo se tensó avisando su llegada al orgasmo y su esposo lo sintió aumentando la velocidad de sus movimientos y haciéndola quedar sin aire cuando cada fibra de su cuerpo se puso rígida para después caer exhausta sobre el cuerpo masculino. Sara intentaba regular su respiración aunque lo creía imposible. En su oído podía sentir los latidos desenfrenados de Siran así como las palpitaciones de su miembro aún dentro de ella y se dio cuenta que él aún no había llegado al orgasmo.
Se incorporó como pudo y le sonrió. Estaba satisfecha pero no estaría feliz si él no lo estaba.
-Vamos a la cama- y rodeó la cintura con sus piernas mientras era alzada por su fuerte beta.
***
Sara enterraba su rostro en la almohada sintiéndose cansada. Quería dormir un poco más pero el lado de su esposo estaba frío y eso le hizo abrir los ojos para soltar un suspiro. Ya se había ido de nuevo.
Se sentó con las piernas cruzadas y se puso a acicalarse un poco el cabello, no sabía cuántas horas había dormido, esperaba que unas cuantas.
En eso la puerta se abrió y Siran entró casi agitado y con un atisbo de emoción en sus ojos. Sara no necesitó que se lo dijera. Se levantó rápidamente y cubriéndose con una camisa de él salió corriendo por el pasillo. Su alfa y la futura reina habían vuelto.
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Cautiva del Alfa #1.
WerewolfElla es una omega Pura y reina de su manada hasta que su esposo la destronó y encerró. Dos de sus hijos descubren la verdad y piden ayuda al alfa de la manada enemiga. Pero solo aceptará con una condición. Ella tiene que ser de él Y ella no volverá...