Ceremonia lobuna

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Nebraska avanzó tomada de la mano de Hades por la alfombra que terminaba a los pies de la pequeña tarima. A ambos lados los miembros de las dos manadas se fusionaban como una. El rostro de los lobos del Consejo se alzaban alrededor de la tarima, mientras arriba esperaban dos personas que Nebraska no reconoció al primer momento, pues no recordaba haberlos visto antes, pero analizando a detalles había rasgos que le parecían familiares, como los ojos plateados del macho de la pareja y el cabello muy oscuro de la mujer menuda y hermosa a su lado.

-¿Ellos son tus padres?-le preguntó en voz baja.

Hades asintió con la cabeza y una sonrisa en sus labios orgulloso de la mujer que llevaba consigo. No podía negar que estaba extrañamente emocionado, pocas veces se sentía así.

Sintió la mano de Nebraska apretar la suya y él le respondió el gesto dándole apoyo. La omega miró a su alrededor con disimulo viendo a cuatro de sus hijos al lado del beta en el inicio de una de las filas. No era primeriza en ese tipo de celebraciones. En su boda con Rudoc había estado tan nerviosa que se le dificultaba caminar bien y tenía que recostarse a su antiguo esposo.

Recordaba las miradas de la mayoría de los integrantes de la manada como si la acusaran o tuvieran lástima de que fuera atada a una pareja tan joven. Ese día no había sido nada agradable para ella. Los nervios le habían dejado la mente en blanco y apenas los sucesos de ese día le eran claros. Incluso cuando había consumado el matrimonio con Rudoc, estaba difuso. La coraza que había creado ese día solo se había fortalecido con los años. 

Pero ahora, por más ajetreado que hubiera sido este día, no estaba nerviosa. A lado de Hades era como si todo a su alrededor fuera correcto y ella solo debía dejarse llevar por la corriente.

-Al menos puedes sonreír un poco, estás en tu boda, no en un funeral- el lobo se había inclinado ligeramente y le comentaba al oído.

Nebraska no había percibido que su expresión fácil estaba igual de fría que siempre. Hades tenía razón, no tenía razón para estar tan seria. Momentos más tarde su vida cambiaría de nuevo, tal vez para mejor, así que por un momento creyó adecuado despojarse de su armadura.

-Creo que tienes razón- sus fracciones se relajaron y una leve pero sincera sonrisa salió de sus labios que hizo detener a su pareja.

Hades pudo sentir como su corazón golpeó en su pecho de repente y un sonrojo reflejarse en sus mejillas. Si había considerado que ella era hermosa, no tenía palabras para ahora. Le sonrió en respuesta.

-Deberías sonreír más a menudo, te asienta-

-Solo por hoy Hades, solo por hoy- y miró hacia adelante para retomar el paso para que el no viera el brillo en sus ojos. Dejarse tan desprovista de barreras, de vez en cuando era relajante.

Llegaron a los pies de la tarima fueron recibidos con una reverencia por los otros miembros del Consejo. Aunque muchos tacharan a los lobos como una raza salvaje que solo se dejaba llevar por sus instintos, la verdad era que ellos se regían por una severa etiqueta tanto en respeto como en subordinación. Así garantizaban el equilibro y la disciplina en todos los integrantes.

Hades la ayudó a subir los dos escalones y se detuvieron delante de la pareja que los esperaba allí. Más de cerca Nebraska tuvo que aguantar un gemido de asombro. Ahora entendía de donde había salido la genética de los gemelos. 

El padre era incluso más alto que ellos, no mucho, pero si marcaba la diferencia. Tenía el cuerpo duro y musculoso que se marcaba por encima de la camisa que podía asegurar que una talla más no le haría daño. Su cabello lo llevaba muy largo atado en su nuca y que caía por encima del hombro hasta la cadera, de un color que podía compararse con el cobrizo, y que contrastaba con sus ojos plateados.  Su rostro, a pesar de parecer maduro era muy apuesto y varonil y a pesar de su fingida expresión algo serio mostraba su gran orgullo por cada poro de su ser.

Cautiva del Alfa #1. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora