Mi poderosa omega

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Hades sintió como sus rodillas se ponían inestables y su cuerpo tembló violentamente mientras su palma estaba sobre el vientre de Nebraska. Hilos invisibles de poder se enlazaban entre sus dedos haciendo que picaran. Su rostro se puso tan pálido que Nebraska pensó que se iba a desmayar. Lo rodeó con los brazos y lo sostuvo rápidamente. Verlo colapsar dos veces sería demasiado para ella, ya había pasado por el susto antes. El gran lobo parecía de gelatina y sus temblores eran muy notables. La cabeza de Hades cayó pesadamente hacia adelante y las lágrimas calientes mancharon el pequeño hombro de su esposa.

La volvió a rodear con sus brazos y la apretó contra él. Quería comprobar que era verdad, que lo que había dentro de su loba era cierto. Que no estaba soñando. Apenas si era perceptible pero el poder que emanaba su interior se había conectado con él llenándolo de un calor reconfortador que alejaba todos sus miedos. Era como si el cachorro que se formaba le decía que estaría bien y que esperaba por verlo.

Comenzó a sollozar intentando contenerlo contra su esposa pero fue inútil. Todo esfuerzo era en vano ¿Qué pensaría su manada si lo viera en un momento tan vulnerable como aquel? No le importó, estaba abrumado de felicidad.

-Vamos, lobo tonto, no llores más- Nebraska acarició su cabeza suavemente reconfortándolo. Él era tan grande y tenerlo así tan frágil era algo que la conmocionaba aunque entendía la razón. Hades había querido tener cachorros propios desde hacía tanto y ahora ella le daba esa oportunidad.

-Aun no puedo creerlo- Hades dejó de sollozar pero se mantuvo abrazándola aspirando su aroma, sintiendo el calor de su cuerpo.

-Pues créelo o Priscila puede molestarse- esto hizo que el alzara la cabeza. Aún había restos de lágrimas en su hermoso y guapo rostro. Ella las limpió con su pulgar manteniendo su mirada llena de ternura.

-¿Priscila?- parecía impresionado –Ya le pusiste nombre y ni siquiera me lo había dicho- hizo una mueca fingiendo indignación.

Nebraska sonrió levemente tomando sus mejillas entre sus manos y bajándola hasta deja un sutil pero sincero beso en sus labios.

-Primero, no te dije antes porque estabas muy preocupado con lo de la guerra, no querías que tuvieras otra carga, ya era suficiente con todo lo que había hecho que cargaras por mí-

Hades la besó con fuerza y fusionó sus frentes uniendo sus manos en la parte baja de su cadera.

-Nada tuyo sería es carga para mí. Si puedo sostenerlo pues déjalo sobre mis hombros. Eres mi loba, eres mi esposa, eres mi todo y asumiré tu vida como mía, con todo lo que eso conlleve-

Sus palabras la llenaban completamente y esta vez sus ojos fueron los que se llenaron de lágrimas. Hades era lo mejor que le había pasado en su vida, después de sus cachorros. Su sola presencia hacía que su pecho doliera y su corazón latiera. No sabía cuándo el sentimiento se había hecho tan intenso, tal vez cuando ella casi había muerto y había sentido el dolor de la soledad. Eso era irrelevante. Lo importante era que ahora solo se imaginaba el resto de su vida junto a su nueva y enorme familia.

-Segundo, ella fue la que me dijo su nombre. Fue la que me ayudó a destruir a Liam, sin ella tal vez me hubiera sido imposible- la expresión de incredulidad de Hades esta vez fue sincera –Te lo explicaré más a detalle más adelante, solo te digo que es muy fuerte, posiblemente más que Layan-

-¿Quién dijo mi nombre?-

Los pasos del lobo resonaron entrando en la estancia. La pareja se soltó para verlo llegar.

-Te ves como una mierda- le esbozó Hades.

El cabello rojo y largo del lobo estaba descolorido y sin su natural brillo. Al igual que su contraparte tenía ojeras y se notaba cansado, aun así no perdía un atisbo de magnificencia y su humor no desaparecía.

Cautiva del Alfa #1. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora