Reunión en el comedor

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Si había algo que Nebraska había aprendido a lo largo de los años era que las lágrimas no resolvían absolutamente nada, así que derramarlas era en vano. En vez de eso, tenía muchas cosas en las que pensar y que hacer, una de ellas era el estado de su relación con ese alfa que cada vez que podía le mencionaba que era suya.

No podía negar que tenía mucho que agradecerle, había hecho por ella y su manada más que cualquiera, aun cuando el precio era su cuerpo, el cual dentro de poco hasta eso perdería, su independencia.

Acarició la marca de mordida en su mano. Aquella noche en que Rudoc intentó marcarla después de la boda, ella se negó y precisamente esta piel era la que había sufrido. Había cubierto su nuca antes que él pudiera enterrar sus dientes y el dolor que había sentido era el peor de toda su corta vida, ni siquiera todo lo que pasó después se podía comparar con aquello.

 El veneno de los caninos diseñado para dejar la marca en el cuello, donde su glándula de omega aminoraba el dolor de la acción, había penetrado en la piel incorrecta. La marca nunca desaparecería y sería un recordatorio constante de su miserable vida pasada.

Momentos anteriores cuando Hades la había lanzado a la cama se había congelado del pánico, aun así sabía que no podía evitarlo esa vez, necesitaba la marca para escapar de la muerte. Este alfa parecía medianamente mejor que lo que su mente tenía sabido, esperaba que esa burbuja no se rompiera o estaría obligada a matarlo con sus propios colmillos, ya lo había intentado una vez y casi lo lograba, una segunda vez no marcaria la diferencia. No permitiría que nadie volviera a abusar de ella y menos de sus cachorros.

Habían pasado dos días desde la sentencia para cuando Leoxi tocó la puerta de su cuarto y Alan lo dejó pasar. Aparte de Nebraska, sus tres hijos del medio estaban presentes como cada vez que podían. Leoxi sonrió e hizo una reverencia anunciándole del cambio de sentencia con lo cual ella respiró profundo.

-¿Cambio de sentencia? ¿De qué está hablando ma?- Nicolás se había levantado de la silla donde siempre leía papeles y parecía alerta.

-De nada, algo entre mayores- respondió rápido la loba antes que el gemelo del alfa respondiera. 

Sería un problema si ellos supieran los hechos a detalles. Solo no había omitido la parte de que se uniría a Hades, cambiando algunos datos de cómo habían llegado a esa conclusión.
Por supuesto Alan y Nicolás no se habían tragado ni la mitad pero no querían presionarla, tendría sus razones, o como había dicho, eso era cosas de mayores.

-Pueden también bajar a la sala del comedor, ya todas las condiciones están preparadas y los nuevos integrantes de la manada pueden acompañarnos. Se ha preparado un buen festín-

Noa abrió los ojos mientras sus tripas crujían. Miró a su madre con duda e impaciencia, si ella no querían que bajaran no lo harían.

-Gracias Leoxi, bajaremos en unos minutos- inclinó su cabeza en respeto al lobo y agradeciendo sus acciones.

La puerta fue cerrada nuevamente por Alan y se giró hacia su madre.

-Ni inventes bajar así- la apuntó con el dedo y ella enarcó una ceja.

-Ese no es tono para hablarle a tu madre jovencito- no lo recriminaba, más bien parecía divertida, tenía mejor humor ahora que en los días pasados.

-Me junto con Alan en esto- Nicolás tomó a Noa del brazo y se pusieron al lado de su hermano- Serás la próxima pareja del alfa y fuiste una reina por lo que la imagen es fundamental-

-No creo que sea adecuado decir lo del tema de la unión con Hades mientras él no lo confirme, no quiero buscarme más problemas- ella se levantó echándose el cabello hacia atrás- Pero tienen razón, hagan maravilla con mi imagen, les daré el gusto-

Señaló el vestido blanco holgado cómodo para ella, demasiado informal y poco adecuado para dejarse ver. Sus hijos sonrieron y Noa salió corriendo, Nebraska supo a donde. A quién más iba a buscar. Sara era la persona adecuada para estos momentos.

El bullicio en el comedor era estruendoso. Al menos más de cien personas se agrupaban en largas mesas. Lobos grandes, fornidos, unos hermosos, otros no tanto, pero que aun así no perdían lo varonil. Lobas estilizadas, elegantes y con curvas exuberantes. Cabelleras brillantes y labios carnosos. La manada de Hades tenía especímenes para hablar por rato y genes para una descendencia honorable. La duda de por qué el alfa no tenía pareja ya era dudosa. 

El contraste con los nuevos integrantes era marcada, ya la mayoría de los machos se habían logrado recuperar y los cachorros superaban a los adultos, aun así su aspecto estaba mejorando con una rapidez impresionante.

Nebraska entró al comedor guiada por Nicolás. Sara había vuelto a hacer maravillas. Esta vez había sacado un vestido azul prusia oscuro de a saber qué lugar igual de ajustado y largo, de tirantes gruesos que dejaba sus brazos y cuello a la vista. Su cabello suelto peinado hacia un lado enmarcaba su rostro, y con su postura derecha y firma, había vuelto a tener el aire de supremacía de cuando había sido reina.

Más de uno de había cayado el hocico cuando habían entrado. Los antiguos integrantes de la manada gris se levantaron he hicieron una reverencia y ella los saludó con una sonrisa tierna que calentó varios corazones. Liam no estaba por todo aquello y eso le apreció extraño.

Leoxi se acercó a ellos y les dirigió sus asientos en una mesa más pequeña que las largas ocupados por los demás, pero con más platos, donde él, el beta y su esposa y César estaban sentados. Una silla en la cabecera estaba vacía y dedujeron que debía ser de Hades.

-Me siento como en un circo- Noa habló con la boca llena de pollo asado- Todos nos miran-

-Esa es buena señal- César sonrió frente a él- Los tienen presentes, no tienes idea de todo lo que se ha hablado de ustedes-

Nicolás observó a su alrededor y la mayoría de las miradas estaban enfocadas en su madre, después de todo la última vez que había aparecido en público no tenía un aspecto memorable.
Por su parte Nebraska sintió que alguien enfocaba su atención en ella más de lo necesario. Levantó el rostro de lo que le servía Alan y a lo lejos divisó entre la neblina una mancha roja que reconoció al momento y se tensó.

Layan sonrió al captar su atención. Bufó internamente e hizo un saludo disimulado con la mano, saludo que ella educadamente respondió con un movimiento de la cabeza y lo ignoró.

El ruido de un vaso de cristal rompiéndose y un grito femenino interrumpió la hasta ahora agradable velada.

-¿Qué haces aquí cachorro sarnoso? No perteneces aquí, vete lejos-

Un pequeño niño retrocedía arrastrándose por el piso con las mejillas bañadas en lágrimas y las manos embarradas de lo que seguro era algo de comida.

-Miserable, tú y todos los de tu manda- la loba sacó los dientes y las garras- Solo vienen a contaminar a nuestra gente- 

Iba a abalanzarse contra el cachorro cuando un cuerpo delgado se interpuso en su camino. Nebraska no podía tolerar la violencia y menos contra alguien inocente. Se había movido tan rápido que sus hijos no pudieron verla y se había detenido delante del chico.

-¿Quién demonios eres tú?- gritó la loba exasperada.

-Yo- Nebraska oyó a Leoxi y el resto de la mesa levantarse para interceder, no le importó, al parecer había alguien que no había pasado el proceso de adaptación positivamente. Levantó el dedo y señaló al niño que se había refugiado abrazándose tembloroso a su pierna- Yo soy su reina-

Cautiva del Alfa #1. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora