Llora todo lo que quieras

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Nebraska abrazaba a su gran lobo mientras él la hacía gemir. Con movimientos constantes que podían ser más fuerte pero la ancha espalda estaba tensa conteniéndose. Aun cuando él le había dicho que no podía contenerse medía su fuerza para no dañarla. Su grueso brazo rodeaba su cintura cuidando de no lastimar su herida y manteniendo su posición en el borde de la mesa mientras la otra sobaba el muslo hasta sus nalgas, dejando sus dedos fijos en la piel blanca. 

Su olor la envolvía, su boca la devoraba, sus manos la marcaban. Ella solo podía entregarse a él. Sentirse querida, amada, protegida.

Hades abandonó su boca para dirigirla al cuello, lamiéndolo con ansias. Sus dientes arañaban la piel y Nebraska tembló. La omega echó su cabeza hacia atrás cuando sintió su cuerpo llegar a la cúspide junto a su esposo. Dejó caer su cabeza sobre el hombro masculino intentando recuperar el aire mientras el nudo crecía y se ajustaba a su interior. No le dolía en lo absoluto, era diferente a antes, se sentía placentero, perfecto. Esta vez la oleada de orgasmos la atacó pero más débilmente, gimiendo constantemente abrazándose a Hades.

El alfa acariciaba su cabeza con los ojos fuertemente cerrados. Agradecía a todo lo que se le pudiera rezar por haberle regresado a su loba, su omega, su esposa, su reina. Corrió el cabello alborotado de su sien y la besó.

-¿Fui mi brusco?- le susurró contra la piel.

Ella negó aun escondiendo la cabeza contra su hombro. Apretó los brazos, más fuerte alrededor de él antes que el lobo pudiera escuchar un sollozo proveniente de su garganta.

-¿Nebraska?- Hades intentó separarla para ver que ocurría pero el agarre de ella era firme –Nebraska, cariño ¿qué ocurre?- pero el sollozo de ella solo aumentó.

Su cuerpo temblando violentamente, y el dolor de su pecho se extendían a todos los sentidos de Hades pudiendo sentir la agonía de por todo lo que había pasado.

-Tranquila, amor- puso una mano en su nuca y tocó sobre la marca envolviéndola con su olor intentando calmarla –Estoy aquí, nadie te volverá a hacer algo. Llora todo lo que quieras, desahógate, yo estaré aquí-

Hades la sostuvo contra él. Tomando todo de ella, su dolor, sus preocupaciones, su dolor, su angustia. Siempre sosteniéndola, cuidándola, consolándola.

***

Siran entró una hora más tarde en la oficina de su alfa para encontrárselo recostado en el sofá con un brazo detrás de su cabeza. Su reina dormía porfundamente sobre él con solo la ropa inferior puesta. El beta hizo indicio de irse pero Hades abrió los ojos y le indicó entrar.

Siran se sentó mirando la espalda desprovista de su reina y la herida que se encontraba allí. Arrugó el ceño antes de bajar la cabeza.

-Alfa, me disculpo-

-¿Por dudar de ella?-

-Hmm- le beta asintió avergonzado –Y por no protegerla cuando usted fue envenenado, fue mi error, merezco ser castigado-

-¿Sus hijos están bien?- Hades le preguntó mirando hacia el techo, tener el pecho de su loba sobre él, con una respiración constante y oyendo los latidos de su corazón, lo hacía sentirse tranquilo en medio del caos.

Siran se sorprendió por el cambio en el tema de conversación.

-Ellos están seguros, mi alfa, Sara los ha cuidado hasta ahora-

-Eso está bien, no tienes que preocuparte por más nada, pero no habrá próxima vez- lo miró por el rabillo del ojo- Confío en ti con mi vida Siran, así que no quiero perderte de mi lado, si me entiendes-

Cautiva del Alfa #1. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora