Parte de mi manada

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-Tus hijos hicieron un trato conmigo- eso le llamó la atención, era buena para saber cuándo algo malo venía en camino- Es sorprendente lo que puede hacer la desesperación-

La omega respiró pesado.

-La liberación tuya y de tu manada, a cambio de ti-

Nebraska sacudió la cabeza. No podía creer lo que acababa de ocurrir. Hades intentaba tener tacto, algo que no congeniaba con él, decir las cosas de frente le era más fácil.

-En resumen. Tú eres mía ahora-

Nebraska no movió un músculo. Sabía que todo aquello no podía ser tan fácil. Su manada libre, sus hijos seguros, ¿sin nada a cambio? Era joven, más no ilusa para saber que todo se paga.

-¿Qué quieres de mí?- luchar contra él no era una opción cuando sus hijos estaban a pocas puertas de allí bajo la tutela de aquel lobo. Además sabía lo fuerte e imponente que podía ser. Tenía vagos recuerdos de cuando dejó volar su lado más salvaje. El peso potente sobre ella aún picaba en su espalda.

-En un principio me fascinó la idea de que llevaras mi descendencia- típico. Sabía que diría eso, los omegas eran pocos y tan cotizados que daba asco lo venerados que eran en ese sentido- Aunque ahora no sé. César me dijo que la posibilidad de que quedaras estéril era superior al 80% por lo que ahora mismo no está claro qué hacer contigo-

Vio a la loba llevarse la mano al vientre y sus ojos ponerse rojos sin una lágrima, mientras apretaba los labios.

Nebraska sintió como un balde de agua fría caía sobre ella. Sus entrañas, que habían cargado con casi seis cachorros contando el fallecido ya no sería capaz de traer nada más al mundo. No es que quisiera más hijos, pero ser una omega y estéril solo significaba una cosa.

Hades vio el pánico formarse en sus orbes y se acercó a ella tomándola de la nuca y acercándola hacia él. Sus rostros quedaron uno frente al otro. La sintió tensarse bajo su tacto debido a lo ocurrido hacia unos minutos y amasó la punta de su columna para tranquilizarla. No se arriesgaría a que volviera a perder el control

-No soy como tu esposo- dijo bajo pero ella aun podía oírlo algo lejano -No abandono a nadie a su suerte. No mato sin razón aparente y aunque ya no seas de utilidad- acercó sus labios al oído de ella- Ahora formas partes de mi manada-

***

La puerta se cerró cuando Hades decidió dejarla sola y Nebraska creyó que volvía a respirar. Algunas lágrimas furtivas comenzaron a rodar por sus mejillas. Ella atrapó una entre sus pulgares y la deshizo entre sus dedos preguntándose si alguna vez tendría la oportunidad de ser feliz.

Tomó una profunda respiración tomando control de sí misma, aquella era otra prueba más que la vida le ponía. Solo debía pensar en el futuro de sus hijos y en el bien de la manada, mientras tuviera eso no importaba cuanto tendría que soportar.

Se acarició la vieja marca de mordida en su mano y esta ardió al recordar hechos que le gustaría esconder en lo más profundo de su ser, mejor ahí sin efecto, que en su nuca condenándola. No le deseaba su pasado ni al mismo Rudoc. Si el solo nunca hubiera aparecido en su vida, todo sería diferente.

Y ahora estaba este alfa, del que no sabía que pensar. Sus palabras podían ser dagas que se clavasen en su ser, asustar e intimidar con su aspecto, pero sus acciones no se correspondían con sus actos. Decía que no, pero al final el destino siempre demostraba que todos estaban detrás de su útero fértil, tal vez ahora ya no tanto.

Contra la voluntad de todo su cuerpo se movió en un intento de levantarse y caminar. ¿Cuándo había sido la última vez que había tenido esa libertad? Ya no recordaba. Las cadenas que la aprisionaron en el cuello eran tan pesadas y cortas que sucumbía ante el dolor.

Puso un pie en el piso, luego otro y se corrió al borde de la cama no sin antes darse cuenta de las vendas en sus tobillos y las leves cicatrices que aún faltaban por desaparecer.

Tensó los músculos lo más que se permitió y se impulsó hacia delante solo para caer de rodillas con un quejido de dolor. Sus piernas apenas eran capaces de mantener su peso. Golpeó el piso con el puño. Se odiaba por dejarse llevar a ese estado, pero de seguro, saldría de esa, airosa y con todo su orgullo, porque, aunque fuera omega, ella era una loba.

-¿Se puede saber qué haces?

El cuerpo de Nebraska se paralizó al oír aquella voz. No podía verlo y menos desde su posición, pero lo podía reconocer donde fuera. Aquel era el lobo que la había agredido hacia unos días, sus recuerdos eran difusos y no recordaba la razón, pero su olor hacia picar el lugar donde había estado la mordida.

Aquel hombre era el beta de aquella manada.



Cautiva del Alfa #1. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora