La quiero a ella

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***

Alan y Noa corrían lo más rápido que sus piernas lo permitieron. Alan arrastraba a su hermano por el bosque esquivando los árboles con dificultad sobre el terreno pantanoso después de la lluvia. Habían cometido el peor error de toda su vida.

Habían pensado que todos los hermanos estaban juntos en esta causa, en salvar a su madre de las garras del alfa, pero que ilusos habían sido. La traición dolía y más cuando era la primera vez. Aún no habían salido de la conmoción de ver las condiciones en que estaba la antigua reina cuando volviendo a su cuarto habían visto a su hermano mayor y primogénito de los cinco. Rodrigo. Al igual que su padre los ignoraba y si podía humillarlos lo hacía, así había sido enseñado. Era tan fiel a su padre que daba asco verlo, pero seguía siendo su hermano e hijo de aquella mujer.

Esa noche las cosas se habían salido de control, decirle al lobo que sabían dónde estaba su madre buscando su apoyo, había sido un error. No habían terminado la frase y los había dejado con la palabra en la boca desapareciendo por el pasillo ignorándolos. Entonces cinco soldados arremetieron contra ellos. No querían imaginar que su hermano formaba parte de aquello. No podía ser tan descorazonado de hacerle eso a su propia familia.

Lograron escapar a duras penas por una de la puertas traseras sin poderle decir nada a Nicolás o a Catalina. Tenían que salir de allí y pedir ayuda a la única persona que sería capaz de acabar con todo aquello, antes de perder el cuello.

No se habían adentrado muchos metros en los perímetros de la manada de plata cuando tres lobos habían saltado sobre su espalda y llevado hacia donde su alfa y magnate, los condenaría.

***

La puerta de la oficina de Hades se abrió dejando pasar a su gemelo, con un aspecto desgastado y marcadas ojeras de bajo de sus ojos. El alfa le hizo sentarse y le brindó un vaso con un trago y se recostó en el borde de la mesa.

-Alfa tengo noticias importantes para usted, no va a creer lo que descubrí-

-Dispara-

***

Alan miraba su plato de comida y no le apetecía dar un bocado. ¿Su madre tendría comida, pasaría frío, tendría una cama para dormir? Nunca la había conocido, ni siquiera tenía idea de lo que era el calor maternal, pero algo en su interior anhelaba estar al lado de aquella mujer desde que habían estado delante de aquella puerta. Su lobo interior se sentía intranquilo, queriendo volver a esas catacumbas y arañar la puerta hasta poder atravesarla y sabía que su hermano menor se sentía igual. Noa no era de los que expresaba sus sentimientos a menos que fuera alguen de mucha confianza, pero para él era un libro abierto. Sintió su mano sobre el hombro y lo miró. Tampoco estaba comiendo. Aquellos habían sido dos días muy difíciles.

Los pasos en su habitación los pusieron alerta y levantaron la mirada para encontrarse con el alfa y su beta.

-Ustedes y yo tendremos una larga conversación, así que pónganse cómodos- Hades se sentó en el sofá delante de ellos y cruzó las piernas cuando frunció el ceño al ver sus platos intactos.

-Me informaron que no han querido consumir nada desde que llegaron-

No recibió respuesta y prosiguió

-A lo que íbamos, he estado pensando en la propuesta que me hicieron- los cachorros enderezaron su espalda tensa. Ya tenía toda su atención- Mandé a uno de mis hombres de confianza a infiltrarse en su manada y vaya sorpresa me he llevado. Quién diría que hay una Revolución formándose en un régimen tan rígido como el de su gente-

-¿Cómo lo supiste?- Alan abrió los ojos con sorpresa. Solo habían pasado dos días y aquel lobo estaba informado de todo lo que se ocultaba entre las sombras.

-Mi personal tiene sus métodos. De paso me dijo que les entregara esto a ustedes-

Su beta caminó hacia ellos y les entregó una carta. Noa quitó el sobre y leyó el papel estrujado con la letra de su hermano. Al terminar tragó en seco al igual que su familiar.

-Y bien ¿qué les parece?-

Los cachorros estaban en trance. Aquel hombre era más peligroso de lo que aparentaba. En tan poco tiempo había desmembrado el secreto que tanto guardaban y como decía la carta, había hecho movimientos para lazarse con el resto de los miembros de la manada. Nicolás, les pedía que hicieran lo que estuviera en sus manos para ayudar al alfa, que depositaran su confianza en ellos, y que se alegraba de que estuvieran bien después de su desaparición. Aunque las cosas estaban agitadas luego de que alguien mencionara cierto tema al alfa.

-He mandado un mensajero para concretar los últimos detalles para el supuesto golpe de estado que tu hermano está planeando-

-Así que la final nos crees- Noa apretó el papel en su mano soltando un suspiro, relajándose después de días de tensión- Gracias alfa Hades, no sabemos cómo devolverle el favor-

-¿Favor?- se acomodó más en el sofá- Nunca dije que mi ayuda fuera gratis-

Los chicos se paralizaron. Ya sabían que en la vida las cosas no siempre resultan tan fáciles.

-No me miren así, arriesgaré a los miembros de mi manada, tendré que convencer al Consejo y además no recibir nada a cambio. No me subestimen cachorros. No soy alfa por gusto-

-Recibirá nuestra manada- dijo Noa como algo lógico. Si un alfa retaba a otro y ganaba su familia pasaba formar parte de él.

-Eso lo sé, pero no es suficiente-

Ellos no sabían que responder, que más querían, no podían dar más nada, sus manos estaban vacías.

-Mencionaste que su madre era la antigua reina y la única omega pura de sus lobos- los chicos asistieron temiendo lo que venían- En ese caso...la quiero a ella-

Cautiva del Alfa #1. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora