Nuestra manada

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Oía voces y no sabía de dónde. La oscuridad lo envolvía y todo su cuerpo se negaba a hacerle caso. Pero no le dolía anda. Solo agotamiento era lo que estaba presente. No le gustaba no saber que ocurría o que había pasado, no le gustaba no tener el control de la situación. Apenas recordaba los sucesos después de que empezara su celo.

Primero el calor, después la necesidad y el estremecimiento de su cuerpo por reclamar una hembra y sabiendo que tenía una que lo esperaba había sido peor la tortura al punto de casi perder el control. Después aquel aroma dulce que lo impulso a correr y atraparlo, para devorarlo completo. 

Un dolor en su brazo siguió después de eso y las cicatrices a causa de su propia mordida no desaparecerían, como no lo hacía ninguna marca que estuviera destinada al enlace, aun cuando esta perdiera el efecto al no ser en la nuca. Al disminuir el calor abrazador del deseo que lo devoraba, noticias que le hicieron salir corriendo sin importarle lo que dejara atrás. La sensación de unos brazos envolviéndolo, las caricias a lo largo de su espalda y por último la oscuridad lo volvía en engullir.

Sintió la cama hundirse a su lado y aquel aroma llegó de nuevo a él sacándolo de toda neblina en su mente. Poco a poco abrió sus ojos dejando que sus pupilas dilatadas se acostumbraran a la iluminación del cuarto donde se encontró. Las sábanas y el mullido colchón eran un alivio para su cansado cuerpo  la almohada en su cuello brindaba más comodidad.

-Al fin has despertado- una voz femenina hizo girar un poco su rostro y mirarla por el rabillo del ojos.

Nebraska a su lado tenía una expresión de angustia mientras mantenía las piernas cruzadas sobre la cama y se abalanzaba para quitar el paño húmedo sobre su frente y tocaba comprobando su temperatura. 

Fiebre. No era normal que los lobos tuvieran fiebre, pero en su caso, de beía a no haber descansado después de un celo tan avasallador como el último. Y ya era momento de que su cuerpo le pasara factura. 

La mano de ella se sintió fría sobre su piel y quiso sentir más. Agarró la muñeca con algo de fuerza no controlada y la desplazó por su mejilla cerrando los ojos como en trance. La omega solo lo dejo ser. Se veía tan débil y frágil y todo porque había ido a buscarla. Sonrió acariciándolo la húmeda mejilla y apartando el cabello que se enredaba entre sus dedos.

-Déjame cambiar la tela de tu frente, necesitas enfriarte- hizo el intento de soltarse pero no funcionó.

-No- susurró el contra su palma y con más fuerza la jaló dejándola acostada sobre la cama. Las manos de Hades se desplazaron a los lados del vestido de ella y jalando la tela la desgarró en un sonido sordo, dejando su torso a la intemperie. 

Nebraska no se inmutó. El olor de Hades no mostraba excitación, no iba a atacarla. El cuerpo del hombre se fue acomodando hasta quedar pegado al de ella poniendo su cabeza sobre su pecho  y su pierna filtrándose por entre las de la loba, descansando su peso apenas y volviendo a cerrar sus ojos.

-Estás fría, se siente...bien- fueron sus últimas palabras antes de volver a perder el conocimiento.

Nebraska se dio cuenta de dos cosas. La primera ya la sabía, solo la confirmó, a Hades le gustaba el contacto con ella. Segundo, le gustaba romper la ropa. Tendría que tener cuidado respecto a ese tema, ya que como se convertiría en su esposa, la intimidad no pasaría por alto y menos para él que buscaba cachorros, así que tendrían que sentarse a hablar para que le comprara un guardarropa específico para desgarrar. No estaría muy contenta si algunas de las pocas prendas que tenía y le gustaban terminaban en el piso hecho jirones. Incluso si fuera para un momento intenso después.

La respiración ya constante de aquel lobo se desplazaban por su pecho sincronizándose con la suya. La piel desnuda de él parecía un terciopelo caliente al tacto y contrastaba tanto que le pareció cautivador. La idea de recorrerla tanto con la yema de sus dedos tanto por lamerla le hizo llegar un leve sonrojo. 

Cautiva del Alfa #1. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora