Directo al vacío

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A pesar de estar sobre ella, Hades recargaba la mayor parte de su peso sobre sus patas. La loba bajo él estaba débil, delgada, casi como un pétalo de flor que podía marchitarse, eso quitando de lado que aun así luchaba e intentaba agarrarle alguna de sus extremidades y destrozarla, claro. No estaba muy contenta de estar en aquella posición. A él no le importo. Ahora necesitaba tenerla en control.

Bajó su morro hacia su cuello y lo olió, lamiendo hasta su oreja y dejando un apretón en el nacimiento de la misma, no para hacerle daño, pero si lo suficientemente fuerte para que fuera consciente de que estaba allí.

Ella se sacudió y soltó un gemido lastimero. No se rendía, a pesar de estar en desventaja, no gustarle aquello y lo demostraba.

Hades volvió a lamer bajando hacia su cuello buscando el área más sensible mientras sentía su sangre golpear en sus oídos taladrándolo. Le estaba gustando más de lo que imagino haciéndole perder por un momento el foco de su acción, su celo estaba cerca, y estaba más sensible de lo normal.

Gruñó más para él que para la loba, siendo ella la que respondió tensando los apenas músculos de la espalda.

Husmeó otra vez en el pelaje para encontrar allí un olor diferente y sacó los dientes levantando la cabeza. A un costado de su pescuezo una hilera de dientes se visualizaba marcando la piel. Hades reconoció el olor, era el de su beta. La había mordido.

Una rabia incontenida lo recorrió sin saber, tocar lo era suyo estaba contra las reglas. La única razón que lo detuvo de ir a matar a su beta fue el hecho de que recordó que había sido atacado por ella y el debió haber actuado para salvarlo. Soltó una pesada respiración y lamió sobre su herida, no debía molestarse con su segundo al mando, su carácter sobreprotector era algo sofocante y él lo sabía, pero era la primera vez que tocaba lo suyo, aun si era para salvarle la vida.

El sabor de la sangre seca en su lengua no lo disgustó, más bien fue un festín. No se imaginaba como sería probar la fresca. Un impulso de abrir el hocico y marcarla fue inminente, pero aquello estaba en contra de las reglas y más si ella había sido marcada por su anterior esposo, aun si la mantuviera a su lado, tuviera sus hijos, nunca sería suya. Rudoc no solo había torturado y violado a la omega, había condenado su vida entera. Y una marca sobre otra podría costarle a él no solo su puesto como alfa, sino su vida ante el Consejo.

La loba se estremeció al sentir la lengua áspera sobre su cuello y lloró, soltando gemidos tras otro, no quería aquello, le desagradaba el contacto, odiaba el olor a alfa a su alrededor. Todos eran iguales, todos la querían por lo que era, su línea de sangre y su capacidad de tener cachorros.

Sus cachorros.

¿Dónde estaban sus cachorros?

Este lobo sobre ella tenía una débil fragancia sobre su cuerpo, que al menos era capaz de distinguir, así que no debían estar lejos. Tenía que mantenerse viva, no importaba lo que le ocurriera. Necesitaba recuperarlo. Una madre, era madre hasta que dejara el mundo terrenal, incluso si sus crías no estaban a su lado.

El morro del animal le golpeó su omóplato derecho impulsándola a que se girara. Ella mostró resistencia. Girarse, mostrarle el cuello y la panza significaba su sumisión total, algo que no le daría nadie, ni siquiera al que había sido su esposo.

El lobo gruñó levantándose unos centímetros de ella y dándolo más fuerte con el hocico,

Y él no permitiría que ella no se sometiese.

La loba apretó la cadera más al suelo buscando la mayor separación del cuerpo inmenso, pero su pecho volvía a pegarse a ella.

Hades sacó los dientes molestándose, nunca nadie se había demorado en mostrar su sumisión. La vio temblar debajo se él y encogerse. Sabía que la estaba asustando, eso era bueno, pronto cedería.

Las patas de ella se extendieron y se fue girando poco a poco.

Hades se levantó para darle espacio para que mostrará su cuello y la parte de debajo de su cuerpo. La miró con satisfacción. Todos al final sucumbían.

La loba se giró muy lento hasta ponerse boca arriba. Hades se humedeció el morro y lo llevó hacia la mejilla de ella lamiéndola. Ella cerró los ojos apartando su cabeza a un lado.

Hades olió otra vez, desde su rostro hasta la oreja desplazandose hasta el cuello, tener su celo cerca hacía que sus sentidos se intensificaran aún más. Estaba muy centrado en lo suyo, confiado en que aquella pequeña loba se había rendido.

Grave error.

La boca delgada se abrió y la cerró fuertemente sobre lo único que quedó a su alcance, la oreja. Hades se apartó al sentir los dientes en su piel, tomándolo desprevenido, apartó la cabeza soltando un jadeo. La loba aprovechó y con lo poco que quedaba de fuerza se escabullo de debajo de él y salir corriendo hacia donde sentía las personas entraban y salían de la habitación. A pesar de su estado se sentía fuerte, con el dolor azotándola, pero sin control sobre ella, la neblina roja ahora era más potente que antes.

Corrió hacia donde recordaba que estaba la puerta y arremetió contra ella rompiéndola con su cuerpo, estrellándose junto con la madera a los barrotes de cemento del balcón. Los huesos de sus costillas crujieron.

Se levantó lo más rápido que pudo y se sacudió las astillas sintiendo varios gruñidos a su alrededor y unos pasos pesados correr hacia ella.

No podía ver nada, la locura nublaba su juicio, la adrenalina recorría su cuerpo. Los diversos olores que no podía distinguir y las siluetas borrosas la mareaban, solo sabía que estaba en peligro, su parte más salvaje se lo decía, y ya no tenía fuerza para luchar, eran muchos y no podía morir todavía.

Se puso en dos patas sobre el balcón y sin pensárselo dos veces se lanzó, directo al vacío.

No se sometería a nadie, ni dejaría que la atraparan.

No de nuevo.

Cautiva del Alfa #1. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora