Mattew

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Shu Kurenai

Estaba en mi habitación, acostado.

Todo me duele. Los golpes que me dieron ayer fueron muy fuertes, además de que tuve entrenamiento hoy. Mi cuerpo ya no da para más.

Alguien tocó mi puerta.

-Van- dije levantandome con dificultad, dirigiendome a la puerta. Cuando abrí me encontre cara a cara con Free.

-Como no bajabas a cenar, te traje algo- dijo con su tono despreocupado de siempre mientras me ofrecía un plato hasta el tope de comida.

-Gracias, Free. Pasa- le dije haciendome a un lado para dejarlo pasar. Luego fui lentamente hasta mi cama para recostarme de nuevo y cenar.

-¿Y cómo te sientes? Digo, en comparación de ayer y ahora- me preguntó mientras se acostaba en un sillón.

-Ya no duele tanto, aunque aún me es doloroso moverme.

-Era de esperarse. Por la paliza que te dieron ayer es muy obvio que te dolería- una ventaja que tiene el hablar con Free es que puedo hablar en japones libremente con el, pues lo entiende. Le di un bocado a la comida.

-Sabe a...

-¿Plastico? opino lo mismo- ambos reimos por el comentario, y luego se formó un silencio incomodo -tienes que volverte fuerte.

-Si. Lo se.

-Ha este paso te van a matar- no pude evitar que me picaran los ojos y que se me formara un nudo en la garganta.

-Yo vine aquí a Estados Unidos para huir de mi familia, y ahora me encuentro con que están por todas partes, acechando- me tape la boca con las manos, pues mi voz temblaba. Cerré mis ojos tratando de contener el llanto.

-Llorar esta bien, Shu, y más en tu situación.

-Me siento débil cuando lloro.

-Es porque eres débil- lo miré con reproche -pero no eres el único débil aquí. Digo, mirame. Soy un blader fuerte, pero justo eso: solo en el beyblade. Estoy seguro de que si me hubiera sucedido lo mismo que a ti estaría muerto ahora. Soy muy flojo como para defenderme.

-Entiendo- dije mirando mi comida. Esta era un filete de carne con papas y arroz. Para cortar la carne había un cuchillo y un tenedor. Mi vista se clavó en el cuchillo.

Recordé el sueño... y también el favor que me hizo ____. La habitación, las sabanas manchadas de rojo, el dolor que, por alguna razón, se sentía relajante... todo.

-¿Estas escuchando?- la voz aburrida de Free me sacó de mis pensamientos.

-Disculpa. Solo estaba pensando.

-No le des tantas vueltas al asunto. Te va a explotar la cabeza.

-A Valt es al que le explota la cabeza.

-Si, tienes razón. Normalmente cuando piensa demasiado empieza a echar humo. Fue verdaderamente difícil enseñarle lo básico del español.

-Oye, pero tampoco digas eso de el- le dije con el ceño fruncido.

-Perdona. Solo decía- solté un leve gruñido y me le quedé viendo de nuevo al cuchillo, recordando.

Fue entonces que tocaron la puerta de nuevo, y Free fue a abrir.

-Vaya, ¿qué lo trae hasta acá, señor?- preguntó Free con la cabeza ladeada, dejando pasar a Theodore. Rápidamente me incorporé en la cama.

-Calmate, Kurenai. Solo vine a ver como estas- dijo sentandose en el sillón en el que Free se había sentado antes.

-Bueno. Yo me voy- dijo este último cerrando la puerta tras de si, dejandonos a Theodore y a mi solos en silencio.

-Oiga, ¿puedo preguntarle algo?

-Lo que sea.

-¿Por qué me salvó?- Theodore guardó silencio.

-Me recuerdas a alguien.

-¿A quién?

-A Mattew Glass... mi hijo- contestó cerrando los ojos -lleva seis años muerto. Era albino como tu y lo mataron los de la secta.

-Lo siento.

-No te disculpes. Fue culpa mía. El día en que lo mataron yo tenia una cena con el representante de la secta en mi casa. Todo iba de maravilla hasta que me explicó en lo que consistía su trabajo: yo quedé horrorizado y aterrado por lo que relataba. Aventuras a los paises bajos a buscar a los hijos de la "bruja mayor" para eliminarles. Lo que me tenía preocupado era mi hijo, quien estaba en esa misma casa en su habitación. Todo empeoró cuando el entró al comedor, buscandome. Ese hombre... su mirada... miró a Mattew como si fuera un corderito indefenso. Una presa. Mi instinto de padre hizo que lo sacara de la casa, pero ese hombre no se iba. Como ya era casi hora de dormir, cerré las ventanas y las puertas, y le ordené a Mattew que durmiera conmigo. Justo antes de irme a acostar me asomé hacia afuera: había como diez personas ahora, mirando las puertas y ventanas en busca de una entrada.

-Pero si se encerró con su hijo... ¿cómo es que lo mataron?

-A eso voy. Me dormí en la habitación de Mattew, abrazandolo. Verás, yo soy viudo, mi esposa murió cuando dio a luz a mi hijo, y yo me comprometía a cuidarle en honor a ella, pero a la mañana siguiente, cuando desperté, Mattew no estaba en la cama, y la ventana de su cuarto estaba rota. Por el suelo había un rastro rojo, el cual seguí. En parte sabía lo que me esperaba cuando llegara al final del rastro, pero lo seguí. Cuando llegué a la cocina y vi su cuerpo en el suelo, mirando a la nada con los ojos opacos y cristalinos por las lagrimas... yo...- se mordió el dedo indice con nerviosismo -es por eso que te salvé. Porque si Mattew siguiera vivo tendría tu edad, y sería igual a ti. En otras palabras... te veo como si fueras mi hijo.

Después de su relato hubo un silencio de ultratumba en la habitación. Pasó media hora aproximadamente antes de que el se levantara del sillón y se fuera sin decir una palabra.

No pude evitar llorar.

Todo por defenderteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora