Spryzen

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Shu Kurenai

-¿Esta seguro de esto, señor Kurenai?- me preguntó el director Shinoda.

-Así es, señor. Estoy completamente seguro- respondí serio.

-En ese caso, aquí están sus papeles- el director Shinoda extendió su mano hacia mi con los papeles de cambio de escuela en esta. Yo solo los recogí y me di vuelta para salir de ahí -y por cierto... siento mucho lo de sus padres. Espero que le vaya bien en su nueva escuela.

A pesar de que sentí una presión muy fuerte en mi pecho,miré de reojo por encima de mi hombro y asentí para salir de la dirección.

Esperé a que las clases terminaran para esto. Así no me encontraría a nadie en los pasillos y nadie me preguntaría nada.

Cuando estaba por salir de la escuela, decidí ir a la azotea una última vez.

Me quedé de pie frente a la arena un buen rato, observándola con anhelo y nostalgia. Cuando me vaya de aquí, no volveré a usarla nunca...

Me puse en posición para lanzar.

-LET IT... RIP!!!- lancé.

Recuerdo 8

-FINAL EXPLOSIVO. EL SEÑOR HAGANE GANA CON UN MARCADOR DE CUATRO A CERO!!!

-BIEN!!! BIEN!!!- comenzó a celebrar el chico de nueve años mientras saltaba en el sillón como loco por la victoria de su ídolo.

-YA CALLATE!!! NO HAGAS TANTO ALBOROTO!!!- gritó su padre desde la mesa.

-Padre. Cuando sea grande ¿me compras un bey? Por favor- suplicó el niño de nueve años recién cumplidos un día antes.

-No. Eso jamas.

-¿Pero... por qué?- preguntó desanimado el joven.

-Porque no, y es mi última palabra. Lo único que nos hace falta en esta casa es que el albino sea famoso- dijo el padre del pequeño Shu con un tono de odio.

Sin embargo, Shu no se puso triste. Al contrario, sonrió con un amor incondicional y abrazó de sorpresa a su padre, esperando un abrazo de regreso.

-Shu, no creo que debas...- comenzó la madre, pero de un momento a otro, Shu ya estaba en el suelo sobandose el golpe en su mejilla.

-¿Cuántas veces te he dicho que no me toques?- dijo el hombre con el rostro sombrío.

-Yo... ya perdí la cuenta, padre- dijo el pequeño con voz quebradiza.

-Pues te lo digo de nuevo- el hombre se acuclilló al lado del joven Shu -NO ME TOQUES!!!- acto seguido, el padre tomó su saco y salió del departamento, más enojado que nunca.

La madre del albino se fue a su habitación para cerrar de un portazo, y el niño se quedó en el suelo, llorando por lo que había ocasionado.

Perdí la noción del tiempo, así que cuando terminé de entrenar, ya era de noche y llevaba horas lloviendo.

Decidí por fin tomar a Spryzen y bajar las escaleras para salir de la escuela de una vez por todas.

Caminé lentamente, mirando al suelo cabizbajo. Mañana iré a una nueva escuela, donde no tendré que ver de nuevo a los chicos. De esa forma, no podré causarles desgracias. A ninguno de ellos.

Para cuando llegué al pié de la escalera del edificio ya me sentía mal. No podía dejar de estornudar y toser, así que me apresuré a subir las escaleras a pesar de que las piernas me temblaban bastante.

Llegué por fin a mi piso y, al llegar a la puerta de mi departamento, entré y me quité los zapatos, cambiándolos por mis pantuflas.

Fui rápidamente a hacerme un té para no enfermarme más de lo que estaba ya. En cuanto mi té estuvo listo, me lo serví y me dirigí al cuarto que antes era de mis padres.

Ahí me senté al lado de la ventana y comencé a tomarme la bebida caliente que me había preparado. Mientras tomaba té secaba a Spryzen, ya que debido a que me había puesto a entrenar bajo la lluvia, Spryzen se había mojado, y lo que menos quería era que se oxidara cualquier parte metálica que pudiera tener.

Al terminar ambas tareas miré fijamente a mi bey.

El lanzó un destello carmesí de su ojo, como diciéndome algo.

-¿Qué es lo que quieres decirme?- dije con tristeza en mi voz. Spryzen guardo silencio -¿a quién engaño? Era obvio que no contestarías.

Tomé la taza vacía y a Spryzen para dirigirme a mi cuarto y cambiarme de ropa por un pijama.

Cuando me acosté...

No estés triste. Te prometo que juntos saldremos adelante.

Mire hacia atrás, descubriendo que Spryzen despedía un brillo intenso de color rojo.

-¿Spryzen?

Tranquilo ¿si? Nunca te abandonare, pequeño.

No lo pensé antes de tomar a Spryzen entre mis manos y apretarlo contra mi pecho. Puede parecer ridículo, pero ahora mismo Spryzen es lo único que me queda, y es mi amigo y compañero.

-¿Lo prometes?- le pregunté sin poder evitar mi voz quebradiza.

Lo prometo, pequeño.

Volví a acostarme en mi cama, esta vez aferrado a Spryzen. Parece absurdo, pero me siento seguro con el. Puede que sea la primera vez que hablo con el, pero su tono es algo... paternal.

Estaba pensando cuando me quede dormido.

Todo por defenderteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora