Shirosagi

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Otro día de escuela. Que fastidio.

Me quedé un buen rato viendo el techo de mi habitación antes de escuchar la voz de mi hermano.

-BAJA DE UNA VEZ, ENANA!!!

-YA VOY, ANTORCHA!!!- le grité de vuelta. Después de todo así nos llevamos como gemelos.

Me levanté y fui al baño a lavarme la cara. Soy igual a mi hermano en todo menos en el cabello ya que el mío, a pesar de ser ondulado como el de mi hermano, cae hacia mi espalda hasta mis hombros.

Salí del baño y, aún en pijama, bajé las escaleras de la mansión en la que vivimos mi hermano y yo. Sinceramente, es un fastidio vivir con el en una mansión tan grande.

-Hasta que te dignas- me dijo mi hermano sentado y cruzado de brazos.

-Callate, torpe. Tenme respeto. Soy la mayor.

-Por 57 segundos- me respondió indignado -además, tu eres la más baja de los dos, y también la más débil.

-Somos gemelos. Si me dices débil es como si te dijeras débil tu solo.

-Hace un momento me dijiste torpe.

-Ahh. Que fastidio- sin más me senté frente a mi gemelo y comencé a comerme mis panqueques.

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-Esta tarde iré a entrenar. ¿Vas a venir?- me preguntó mi gemelo con un tono de aburrimiento y fastidio mezclados.

-Solo si le veo sentido a entrenar al lado de un tonto como tu.

-Solo di si o no.

-Si o no.

-Vete al diablo.

-Si, también te quiero- dije con una sonrisa burlona. El silencio rápidamente se apoderó del ambiente, haciéndonos sentir incómodos.

-¿Estarás bien sola?- preguntó mi hermano esta vez con un tono algo preocupado.

-Si. No te preocupes. Trataré de que no me golpeen demasiado- le respondí algo triste mientras entrábamos a la escuela.

-Cuidate mucho, ____- me dijo mi hermano abrazandome cariñoso, aprovechando que nadie veía.

-Tu también, Lui- le di un beso en la mejilla que fue bien recibido y nos separamos, yendo cada uno por su lado. El al gimnasio a entrenar y yo a la azotea.

Comencé a subir las escaleras lentamente. Después de todo ¿para qué me apuro si tarde o temprano llegaré?

Abrí las puertas y me dirigí a la barda de la azotea, mirando hacia el horizonte de la ciudad donde se apreciaba el centro comercial donde eran los torneos.

Saqué a mi bey y lo miré. Soy grande en la arena según mi hermano, pero me parece fastidioso competir en el torneo... y esas personas que hablan con sus bey me parecen ridículas, a pesar de que Lui insiste mucho en que es una forma de relacionarse más con un bey y tener más posibilidades de ganar.

Divergent Wendigo es un tipo ataque. Fiero en batalla como la bestia que le da su nombre. Despedaza a sus presas para alimentarse de ellas... y es diferente a los demás, como yo.

Lo tengo desde hace años. Mi hermano me lo dio cuando consiguió a Luinor y desde entonces solemos entrenar los dos juntos, aunque últimamente es algo aburrido...

-Vaya. Así que otra vez decidiste mostrar tu horrible rostro aquí ¿eh?- me di vuelta encontrándome con una chica pelirroja.

-Si ¿algun problema?

-Ten más cuidado con lo que dices, basura. No eres más que un pedazo de mierda.

-Decidete, Kirayani. ¿Soy una basura o un pedazo de mierda?- dije con un tono burlón, a lo que ella comenzó a acercarse a mi, amenazante.

Ya me había tomado de la blusa, lista para golpearme cuando el timbre de inicio de clases sonó.

-Esta vez te salvaste, Shirosagi... pero no cantes victoria aún- me soltó y se dio media vuelta, azotando su largo cabello en mi cara.

Después de unos cinco minutos de que ella se fue, fui hacia las escaleras y las bajé a paso lento. Después de todo llegaría tarde a la clase.

Cuando por fin llegué a mi clase, recibí una buena regañada de parte del profesor, cosa que no me importó mucho. Rápidamente me fui a la esquina del salón en la que siempre me siento, pero esta ya estaba ocupada por un albino que miraba el suelo cabizbajo.

No le dije nada y me senté por un lado.

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El receso llegó por fin y yo iba a la azotea de nuevo para comer.

Iba a medio camino cuando alguien me empujo, haciéndome caer de bruces al suelo.

-Te dije que no cantaras victoria, Shirosagi- escuche la voz de Megumi Kirayani detrás de mi, y luego sentí una horrible presión en mi cabeza, indicándome que ella me había dado un pisotón. A pesar de que dolió mucho, reprimi un grito.

Entonces Megumi se quitó de encima mientras lanzaba un quejido.

-YA DEJALA!!!- escuché una voz grave, aunque no tanto.

Cuando miré hacia arriba me encontré con que el chico albino de antes se interponía entre Megumi y yo.

-Ja ¿Shu Kurenai protegiendo a una tarada como ella? Que decepción- escuché que dijo Megumi.

-Ella no te hizo nada. Dejala.

-Esta bien, pero me vengaré por haberme empujado, Kurenai- Megumi se fue mientras reía de una manera macabra.

Por el golpe anterior, acabé inconsciente en el suelo.

Todo por defenderteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora