Shu Kurenai
La mañana del lunes. Día de escuela.
Encendí el televisor en el canal del noticiero para tenerlo de fondo mientras me hacia el desayuno. Son las cinco de la mañana.
-Interrumpimos el pronostico por una noticia de último minuto. Ayer exactamente a las 10:54 am un avión camino a Inglaterra se estrelló en medio del Sahara.
Con solo escuchar eso apagué la estufa y salí corriendo a la sala, saltando el sillón y sentándome en el.
-No hubo ningún sobreviviente. Entre las 107 víctimas del accidente, solo se pudieron identificar 43 de los cuerpos hasta ahora.
Comenzaron a decir un montón de nombres... y estuve a punto de desmayarme cuando escuche dos de ellos.
Kurenai.
Mis padres iban en ese avión... iban en ese avión por mi culpa.
"Los albinos son señal de desgracia"
Sacudí mi cabeza tratando de espantar esas palabras y liego miré la imagen del avión destruido en la televisión.
Recuerdo 5
-Padre... ¿algún día viajaremos en avión?- preguntó el pequeño niño de cuatro años sentado en el suelo viendo el televisor.
Su padre solo le contestó con un gruñido de fastidio y siguió leyendo su periódico.
-Tal vez algún día nos subamos a un avión, hijo. Los tres juntos...
-Eso nunca- dijo el padre cortante, causándole un ligero dolor en el pecho al albino.
El niño solo devolvió su vista al televisor y siguió fascinado con los aeroplanos que en la pantalla se veían. Los había de muchos tamaños, formas y colores. Toda una variedad de maquinas con alas que podían elevarse en el cielo y hacerte volar como un ave.
Esos eran los pensamientos que corrían por la mente del menor en ese momento, que ahora soñaba con convertirse en un gran aviador cuando fuera grande.
Esa clase de sueños inocentes que tienen los niños pequeños.
Antes de que me diera cuenta ya estaba agazapado en una esquina con la cabeza escondida entre mis rodillas, llorando.
Se que ellos nunca fueron muy cariñosos, pero siempre quedó ese vago sentimiento de amor y admiración hacia ellos.
Volteé mi mirada al televisor. El reloj del noticiero decía que eran las 6:30, cosa que significaba que me había quedado dormido hace rato, o bien que se me fue el tiempo.
Antes me gustaban los aviones, y no recuerdo porque. Ahora se que nunca deberé siquiera pensar en esas maquinas infernales o algo malo pasará.
Me levanté y me serví mis huevos fríos para comerlos.
Cuando terminé me di un baño rápido, me lavé los dientes, tomé a Spryzen y salí del departamento camino a la escuela.
Tenía ganas de llorar de nuevo, pero las reprimí y fingí mi típica seriedad de costumbre.
Cuando llegué a la escuela aún era temprano, entonces saqué a Spryzen y lo miré. El !e respondió la mirada con un destello carmesí de su ojo. Decidí subir a la azotea en lo que daban las 7:30, ya que ahora eran las 6:45.
Estuve entrenando un rato hasta que escuché bullicio detrás mío, en la puerta de entrada a la azotea. Supe muy bien quienes eran.
-Que suerte que papá no estaba en ese avión- suspiró Valt con alivio al abrir la puerta.
-Oigan...- escuché la voz de Daigo y rápidamente los chicos se callaron. Supuse que se habían callado por dos personas en particular que habían muerto en ese avión.
-Shu... ¿estás bien?- me preguntó la voz de Rantaro al verme completamente quieto esperando justamente a que ellos hablaran.
-¿Por qué no habría de estarlo?- pregunté serio mirándolos de reojo por encima de mi hombro.
-Bueno... es que en las noticias esta mañana, vimos que se estrelló un avión y...- Daigo se detuvo a media oración como si no supiera como continuar.
-Tus padres murieron- sinceramente, sentí otra vez esa presión sobre mi corazón al escuchar las insensibles palabras de Wakiya, seguidas por el sonido de tres coscorrones y las quejas del ya antes mencionado.
-Yo se que ellos murieron- respondí serio logrando apenas que mi voz no saliera temblorosa. Los chicos se callaron para escucharme -voy al baño.
Me di media vuelta con la mirada en el suelo y avance entre ellos rápidamente para bajar las escaleras. Apenas logré encerrarme en un cubículo cuando las lágrimas volvieron a brotar de mis ojos.
Las sequé y miré el cabello blanco que se había cruzado en el camino de mi mano. Mi mirada cambio de una triste a una de odio.
Sin pensarlo, estampe mi cabeza contra la pared. Una vez, luego dos, luego tres, y así sucesivamente hasta que logré que un mechón blanco se volviera rojo por el fluido que había comenzado a brotar.
-Shu ¿dónde estás?- escuché la voz de Valt fuera de los cubículos, cerca de los lavabos. No le di mucha importancia y seguí golpeándome la cabeza.
-Valt, ahí- escuché esta vez la voz de Daigo y luego le siguieron pasos hacia mi cubículo.
-Shu ¿qué estás haciendo?- esa era la voz de Rantaro.
-Lo que sea que estés haciendo, basta- era Wakiya. Comenzaron a golpear la puerta mientras me decían que saliera.
Me detuve y dirigí mi mirada a la puerta mientras sentía algo recorrer mi frente hasta mi ojo izquierdo, haciendo que mi vista de ese lado se volviera roja.
Abrí la puerta e ignoré las miradas atónitas de mis amigos para luego dirigirme a los lavabos y mirarme al espejo.
Tenía el rostro manchado por completo, sin contar el mechón que cubría mi frente que también se había vuelto rojo.
Me limpié la cara hasta que mi frente dejo de sangrar y salí de los baños, ignorándolos a ellos de nuevo.
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Todo por defenderte
FanfictionNuestro protagonista, esta vez, es Shu Kurenai, un joven albino al que muchas chicas en el instituto querían... exacto. Querían. Cuando el chico tenia nueve años tuvo un accidente, en el que olvidó todo lo que había vivido hasta ese momento, incluye...