Capítulo 41.

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YULIMA TYLER.

Juego con sus labios, él los relame y aprieta mi cintura. Nunca pensé que llegaría a quererme pero supongo que no existen las cosas imposibles porque nada es imposible si no lo intentas.

— ¿Me quieres? —Pregunto sonriente y a la vez excitaba.

— Mucho. —Responde en un susurro mientras sus labios están cada vez más cerca de mi cuello.

— Va a empezar nuestra nueva vida.

— Empecemos mejor que bien. —Sonrío.

Nos besamos, deja caer su cuerpo hacía atrás para quedar sobre la cama y que yo quede encima de él. Sus manos se mueve lento por mi espalda, y con la yema de los dedos baja los tirantes de mi camiseta dejándome los hombros al descubierto, a merced de unos besos tiernos que descubren un mundo para mi. Ladeo el cuello para facilitarle el acceso. Giramos quedándome de un momento a otro debajo de él, bajo su mirada que de una manera sexy me recorre el cuerpo entero sin ni siquiera haberme desnudado, aunque me hace sentir que si lo ha hecho. Me levanta la camiseta, ni respiración agitada me delata, estoy nerviosa, excitada, loca de amor por él ¿Quién no lo estaría? Ni con toda la oscuridad del mundo Myke dejaría de ser un hombre por el que cualquier mujer suspiraría al verle de lejos y tengo la suerte de ser yo, yo y nadie más. Quiere jugar, jugar conmigo, es una mezcla entre el dulce romance y el fuego, un fuego que arde, quema y me gusta. Apoya las manos en la cama sin dejar el peso de su cuerpo sobre el mío pero a la distancia perfecta para hacerme sentir su calor corporal y su respiración. Nuestras respiraciones se mezclan mientras me dispongo a deshacerme de su camiseta negra de tirantes, alza los brazos haciéndomelo más fácil mientras sonríe con su maldita y endemoniada risa, nunca mejor dicho. Bajo las manos recorriéndole todo el torso hasta llegar al pantalón, debo admitir que siento vergüenza pero consigue que no me detenga, tal vez el deseo o que con él todo es diferente.

— Consigues volverme loco. —Murmura, y me va quitando muy lentamente los pantalones, desabrochando el botón y bajando con rapidez la cremallera, dejando ver mis finas bragas negras de encaje.— ¿Querías ir a juego conmigo? —Pregunta con la voz ronca y raspada.

— No tenía planeado esto, hace apenas unos segundos estabas devastado y preso del pánico. —Respondo en voz baja.

Consigue deshacerse de mi pantalón y tarda poco más de un segundo en hacer lo mismo con mis bragas. Sus labios se enredan con los míos al mismo tiempo que su cuerpo cae lentamente sobre el mío, esta vez de cintura para abajo estoy completamente desnuda.

— Todavía tiemblas. —Susurra.

— Un poco. —Susurro avergonzada, casi roja como un tomate.

Él suelta una preciosa carcajada que termina atrapándome, como todo lo que hace. Me besa y después de cada beso susurra una palabra —: Amo.Tu.Inocencia.Mi.Dulce.Niña.De.Ojos.Canela.

Consigo que mis manos reaccionen a mis deseos y a una velocidad media bajo despacio por su torso, abdomen y cadera hasta bajarle los pantalones. Mordisquea mi oreja. Ahogo un gemido mordiéndome el labio con tanta fuerza que no dudo que después despierte con una herida. Siento sus manos llegar a mi sexo y se convierte en el punto débil, mi punto débil. Consigue que libere mis labios de mis dientes y deje salir de ellos un gemido que devora por completo la habitación. Consigo quitarle los bóxers dejándolo por fin completamente desnudo ¿Quién me diría a mí qué yo alguna vez tendría semejantes pensamientos impuros? No sé si será realmente el hijo del diablo, pero lo que sí sé es que a mi me traslada al infierno con tan solo tocarme.

— Me gusta tenerte aquí. —Confiesa causándome una sonrisa.

— Casi no se nota. —Gimo presa aún por sus dedos.

Me libera justo al borde de la explosión. Recorre mi cuerpo con la yema de sus dedos que pasan a mi espalda de repente, quitándome con agilidad el sostén. Lo tengo que admitir, esta vez estoy disfrutando mucho más, no hay tanta tensión, ni incomodidad, siento placer y no dolor, ni vergüenza. Nuestros labios vuelven a encontrarse, coge mi brazo colocándolo encima de su cuello y el otro lo posiciono yo. Su mano derecha baja ligeramente por mi pierna y sonríe. Joder, que bonito es ver desde primera fila que es feliz.

Veo como pasa la mano por la cama hasta llegar a una mesita vieja, supongo que su mesita de noche, de ella saca un preservativo que seguidamente abre con la boca. Cuando se lo pone vuelve a colocarme los brazos sobre su cuello y me besa. Entra en mi apoderándose de un momento a otro de todo mi cuerpo. Hundo los dedos en su espalda clavándole las uñas, a lo que el responde con un leve gruñido. Grito. Mueve la cadera a un ritmo increíble, de una manera lenta que poco a poco aumenta su velocidad. Me mira preocupado pero al darse cuenta de que estoy disfrutando se despreocupa dejando un suave e intenso beso sobre mis labios. Disfruto pese al pequeño dolor que aún siento, pero este disminuye por el placer convirtiéndose solo en una pequeñísima molestia.

— Quédate siempre. —Jadea Myke moviéndose cada vez más rápido.

— Siempre. —Gimo deslizando las uñas por su robusta espalda.

El placer nos atrapa a ambos empujándonos al clímax tras un orgasmo mutuo. Su cuerpo cae hacía la derecha, y yo giro poniéndome boca abajo para contemplarlo mucho mejor. Coge la sabana y la deja caer a la altura de mi cintura.

— Te quiero. —Susurro y gira todo su cuerpo hacía mi.

— Eres tan preciosa, tal dulce, no te merezco pero estás aquí. —Murmura pasando el dedo índice por mi espalda.

— Quiero conocerte más, saber más de ti.

— Mi pasado es algo que no me gusta recordar, se poco sobre él, solamente lo que he vivido.

— Cuéntame —Insisto.

Baja un poco para estar a mi altura y besa mi frente.

— Ay. —Suspira.

Le pongo la mano en el rostro y acaricio con suavidad su mejilla.

— Estoy aquí, no voy a irme. —Susurro intentando arrebatarle de una ve por todas todos sus miedos.

— Mis padres me echaron de casa con seis años en una noche fría y lluviosa de invierno, tiraron toda mi ropa por la ventana y renegaron de mi. —Confiesa dejándome sorprendida y rota— Caminé solo aquella noche, no les importó, solo repetían una y otra vez que era una bestia y fue en ese momento donde perdí la poca humanidad que me quedaba, perdí el alma y apagué mi corazón. Vivir con esto dentro de mí me ha obligado a aceptar que tarde o temprano todos me dejan por ser una bestia.

— No te dejaré, yo no te dejaré. —Susurro.

— Debería alejarme de ti, huir lejos donde no puedas encontrarme y te encuentres a salvo.

— ¿Harías eso? —Pregunto llena de tristeza.

Me rodea con sus brazos pegándome a su cuerpo y yo termino aferrada a él.

— Te necesito. Te quiero, eres mi fuerza Yulima, lo eres todo. —Responde.

En los ojos de la bestia ® [01]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora