En los ojos de la bestia ® [01]

Capítulo 32.

YULIMA TYLER.

Me deja sin palabras con sus repentinas confesiones, suelta las cosas sin más, como las piensa y me atrevería a decir que también como las siente.

— ¿En qué sentido? —Pregunto curiosa, deseando que me diga algo que quiero oír.

— Voy a la arena a fumarme un cigarro. —Responde evadiendo el tema.

Lo dejo que se siente en la arena, que fume los cigarros que quiera mientras que yo paseo por la orilla pensando en las locuras que estoy cometiendo por él.

MYKE WALKER.

Voy al coche a por el tabaco, parece que ha conseguido recuperar el móvil, está sonando, es Janet, su mejor amiga que no para de llamarla. Por curiosidad lo cojo.

LLAMADA TELEFÓNICA.

— Joder, por fin.

— ¿Qué haces despierta tan tarde? —Le pregunto.

— No jodas —Ríe— ¿Tú?

— El mismo.

— ¿Qué haces con el móvil de mi mejor amiga?

— Pues nada, nos hemos ido de vacaciones juntos.

— ¿Cómo? Sus padres la matarán.

La observo desde el coche, ella sigue en su mundo caminando por la arena. Encojo los hombros, paso los dedos por mis labios y sonrío.

— Janet.

— Dime.

— Háblame un poco más de ella.

Ella ríe.

— Odia que le digan lo que tiene que hacer, odia también que la toquen detrás de la oreja, siempre pensé que eso la agradaba pero al contrario, enfurece —Me rio— ah, le gusta muchísimo que la abracen por sorpresa, eso si, no le digas que está guapa y todas esas cosas, le gustan las cosas que nunca se han dicho, las típicas la hacen dudar de si es la primera a la que se lo has dicho.

— Por lo que sé no ha tenido una buena infancia y la adolescencia también están haciendo que sea insoportable.

— Sus padres querían una hija perfecta pero ella es diferente, el dinero nunca le dio la felicidad.

— Hay padres que es mejor no conocerlos nunca. —Digo sacando el brazo por la ventana.

— Le encanta la música lenta, puede que ella diga que no, pero le encanta, la hace olvidar todo.

— Gracias Janet.

— Cuídala. —Advierte.

CUELGO.

Salgo fumándome un cigarro, me siento sobre la arena, pongo los brazos sobre mis rodillas y ella se acerca a mi.

— ¿Qué me miras?

— Te miro porque pienso que la diferencia hace en ti algo hermoso.

Noto como se pone nerviosa y si, Janet definidamente tiene razón.

— ¿Me das? —Pregunta.

— Ven, siéntate. —Respondo abriendo las piernas para que se siente en medio de ellas.

— Ni de coña.

— No seas tonta, no voy a hacerte nada.

Después de pensárselo durante unos minutos acepta y se sienta entre mis piernas. Le paso el cigarro, pongo la cabeza en su hombro y noto temblar su cuerpo pero no le presto el importancia para que por vergüenza no se aleje de mi.