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Gilbert.

—Llegué hace unas horas, estoy esperando a papá que está haciéndose unos exámenes...de rutina. Por el viaje.

Recorro los pasillos de el tan conocido hospital por milésima vez, algunos enfermeros me saludan al pasar, y les devuelvo el saludo. Es rutina para mí esto, y después de haber estado dos semanas fuera de la ciudad, debo decir que no extrañaba esta práctica para nada; papá entra, le dan malas noticias y la doctora me mira con lástima al salir, evade el tema y dice que todo estará bien, pero sé que no, que él no está bien hace mucho tiempo.

Miro la fila enorme que se está haciendo en la cafetería porque es invierno, entonces los resfriados se multiplican por mil en estas fechas, y como la enfermedad de papá ya no le cubre el seguro, tiene que atenderse en hospital público. Bufo y me dispongo a ir al carrito que está a una cuadra mientras escucho a Moody hablarme al otro lado de la línea sobre lo feliz que está y nervioso de volver a clases.

Ya en la calle la gente pasa por mi lado desinteresada, todos en su mundo, aunque vivamos en un pueblo pequeño, este se divide en dos, el lado bueno, donde vivimos con papá, y todo es pasto, parques y centros comerciales. Y el no muy bueno, donde las paredes están llenas de grafitis, hay basura por las calles, la gente se grita de un lado al otro, y te ves rodeado de clubs nocturnos, que es donde estoy ahora.

—Mis papás ya me tenían harto, de verdad. Moody Spurgeon esto, Moody Spurgeon aquello. ¿Y tu novia? no me digas que saliste homosexual. Sentía que de verdad me iba a volver loco, son de la edad de piedra.

Suelto una carcajada. —Ya es hora que le digas lo nuestro, Moody.

—¿Puedes dejar de coquetearme, Gilbert? Por favor. —se ríe a través de la línea y yo llego por fin al carrito — Hermano, ¿irás mañana a clases?

—Espera. —le digo y miro a Karen, la señora que atiende el carrito— Hola, Karen.

—Uy, Karen. —escuchó decir a mi amigo y pongo los ojos en blanco.

Karen no tiene más de cuarenta años, y me sonríe con ternura, me pregunta que es de mi vida, que si a mi papá lo dieron de alta porque hace mucho no lo veía, le cuento de nuestras vacaciones, y le pido un sándwich con jamón y queso. Ella no dice mucho más, me da fuerzas como todos, y saca el sándwich, además de regalarme un chocolate caliente al ver mi "visible cara de cansado" y se despide con beso en mi mejilla que le devuelvo con una sonrisa.

Lucho tratando de acomodarme el teléfono en mi oreja, el café en mi mano y el sándwich al caminar, mientras escucho la voz de mi amigo cantar una canción detrás de la línea.

—Ahora sí, Justin Bieber. Deja de cantar y sigue contándome. ¿Hay alguien nuevo en la escuela o....?

Una persona se me atraviesa de la nada, y logro correr mi cuerpo hacía atrás, y todo el contenido caliente del vaso blanco se desparrama en el pavimento, manchando totalmente mis zapatos. —Pero....

—No...—la cara de horror que pone la niña es digna del grito, luego tapa su boca en un gesto igual de dramático y yo me muerdo el labio para no soltar una carcajada—perdón, es que yo estaba haciéndole una broma a el tonto de mi amigo y se me ocurrió hacer como...Ahg, —me quita con total confianza una servilleta de mis manos y comienza a tratar de limpiarme los zapatos con esmero. Le corto a Moody diciéndole que hablamos después. —Anne eres una verdadera inútil, siempre haciendo una detrás de otra es que de verdad no aprendes nada...

La risa se me escapa de repente al ver como la chica mantiene una conversación con ella misma en voz alta. La analizo unos segundos y noto que tiene una trenza en cada hombro de color rojo, y que su ropa es veinte tallas más grande que ella. Tiene una chaqueta de mezclilla que realmente a mí papá le quedaría grande, y eso que tiene panza de cerveza.

Alza la vista de pronto y se queda confundida al verme, de una forma igual de dramática que todo lo que ha hecho en este minuto, de verdad todo se le nota. Le doy la mano para que deje de restregar mis zapatos y porque me pone nervioso que se mueva tanto. — Yo también estaba distraído con todas estas cosas, —señalo el sándwich y el teléfono que saco de mi oído y pongo en mi bolsillo.— así que la culpa es de los dos. Además, son solo zapatos.

—¿Seguro? mira que yo puedo dejarlos limpios de nuevo, el chocolate no mancha permanentemente ni nada similar... —todas estas palabras salen una de tras de otra en un mini segundo. Habla igual de rápido de lo que cambia de gestos.

Me pierdo en como cada palabra la gesticula por completo, y en como sus palabras salen como si estuviera hablando de lo más interesante que vió en su vida suben, sus manos se mueven como si diera un discurso. Pero veo que me tardo mucho porque sus cejas ahora están fruncidas, me obligo a espabilar. –Seguro. —sonrío nervioso —¿tú también tienes familia en el hospital?

Suelta un bufido. —¿Hospital? no, yo...

Un chico de casi nuestra misma edad grita desde unos pasos a la distancia interrumpiendola y levantando una esponja y una botella de agua. Se me molesto.
—Bueno, bueno...¿vamos a trabajar o te traigo galletitas para que tomes el té y charles sobre tu vida?

¿Trabajar? ¿Cómo va a trabajar si doy fé a que es más pequeña aún que yo? Además, ¿con este frío?

—¡Sí, sí... —le grita vuelta la pelirroja con el mismo esmero— ya iba! bueno, si está todo bien entonces...¿adiós?

—¿Trabajar? pero si eres una niña...las niñas no trabajan.

Ella me sonríe tímida y alza sus hombros, luego se despide con un movimiento de mano. Me da lástima porque relamente me gustaría saber más sobre ella, y no sé, recomendarle hacer teatro tal vez. Y cuando me voy a voltear para caminar al hospital de nuevo, veo que ella se da la vuelta hacía mí otra vez.. —¡Adiós! ¡Y perdón de nuevo! —me grita y se va.

Me volteo para ver qué es lo que hace una niña tan pequeña y tan distinta a esta hora y con este frío, sola en la calle. Y veo que saca de esos banderines de circo. Tenía sí o sí que ser algo así, sonrío ante la idea y camino por fin donde papá con solo una idea en la cabeza.

Qué niña más rara.

Anne Of The Present Donde viven las historias. Descúbrelo ahora