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Gilbert.

Es curioso como funciona la memoria, como podemos recordar las últimas veces a la perfección, el final de una relación, la última vez que lloramos, la última vez que vimos a quien amábamos, el último adiós. Pero abandonan nuestra cabeza hechos que iniciaron la vida como lo son nuestra primera palabra, la primera vez que algo realmente nos generó tristeza, dolor. El primer sentimiento de felicidad genuina, de dolor ensordecedor. La primera vez que sentimos atracción por alguien, o repulsión. Como nos desprendemos de los inicios de las cosas, y mantenemos los finales, como abandonamos muchas veces la felicidad de un inicio pero latente se mantiene el recuerdo de ese momento de dolor al dejar ir.

Como podemos a veces cerrar los ojos y sentir una frase dicha como si fuera la primera vez, como si esa persona estuviera en miniatura expresandola en tu oído. Todo vuelve entonces a tu cabeza como si se tratara de un sueño, una alucinación. Las sensaciones propias, los gestos ajenos, como sonreía o el dolor en sus ojos al decir la frase.

Esa frase.

—Volveré a casa el martes. —el rostro de papá se mantenía serio aunque de sus labios salía una buena noticia.

Estaba tan lleno de sentimientos que no lo noté. Todo mis fuerzas se concentraban en una cosa, por fin nos íbamos, por fin todo volvía a ser como antes, nos devolvían nuestra vida. Abracé a papá como nunca antes, tratando de desaparecer con él y estar ya mismo en casa discutiendo sobre quién iba a lavar los platos o a quién le tocaba elegir lo que veríamos en televisión.

—El... —solté el abrazo y titubeé sintiendo como mil sensaciones se inundaban en mi pecho, y revoloteaban chocando una con la otra. — ¿el tratamiento funcionó?

Obtuve la respuesta sin palabras, y tal como vino la felicidad, se fue en el preciso instante en el que el papá apartó la vista a sus manos un segundo. Estas estaban temblando, y supe el porqué en cuanto volvió a mirarme con los ojos detrás de una cortina de lágrimas.
Un silencio excesivo es síntoma de tristes presagios y por primera vez pensé en la posibilidad de perder a mi papá.

—¿Papá?

—Dijieron que... —nunca había escuchado  su voz temblorosa hasta ese momento, siempre había sido una persona fuerte. Cada vez que algo malo sucedía, él se reía y hacía chistes al respecto, fuera lo que fuese. Se me cerró la garganta. –que no había nada más que hacer, que todos los tratamientos posibles iban a ser sumamente invasivos y con una tasa de mortalidad mínima y...

—Entonces hay tratamientos. —lo interrumpí con desesperación y me senté en la cama tomando su mano— Hay que hacerlos, intentarlo todo, ellos no te conocen, yo sé que eres fuerte papá, yo sé que podrás con eso...

—Hijo. —respondió mucho más calmado y puso su mano libre sobre las nuestras. Respiró y me miró a los ojos con una determinación que jamás olvidaré. –No viviremos lo que queda de mi vida aquí. En esta sala blanca y este hospital lleno de melancolía y malas noticias. Lo viviremos en nuestro hogar, en Avonlea, juntos.

Negué con la cabeza. –No puedes...no puedes rendirte así. No puedes dejarme solo ahora, y dejarte morir. –expresé alzando la voz y desprendiendome del agarre de sus manos tibias– Vamos a encontrar una forma de salir de esto, Quizás podríamos ir a otro hospital donde conozcan mejor esta enfermedad o...o podemos insistir, exigirles que prueben todo o...o —un lamento doloroso salió de mí antes de terminar la frase, mi corazón latía más fuerte con cada sollozo ensordecedor, papá me abrazó con sus brazos, y hundiendo mi rostro en su pecho, sentí que si cerraba los ojos con suficiente fuerza, casi podría estar otra vez en mi casa, llorando por un raspón en la rodilla, pensando en que mi papá era un superhéroe inmortal que podía con todo.

—Papá, yo... —dije con mayor seguridad cuando ya habían pasado unos minutos y me respiración se había calmado, el me abrazó más fuerte como respuesta, pero me aparté de su agarre para mirarlo. —No quiero que te vayas, no ahora. Tenemos tanto por hacer, tantas cosas...¿te acuerdas de todas las promesas que nos hicimos de planes a futuro? ¿el jardín? ¿de cómo me avergonzarías cuando llevara por primera vez a una novia mostrándole las fotos de cuando era pequeño y usaba calzoncillos de spider man? ¿de cómo me enseñarías a manejar?

—Hijo, tendrás que soportar al odioso de tu papá por mucho tiempo más. No pretendo irme aún. —dijo con una sonrisa triste y yo pude mostrar una también en su dirección—Solo que pasaremos de cenar jaleas y comida de carrito a comida casera y calentita. Sé que ya no podrás escaparte ni tener la casa para ti solo pero no por eso te tienes que poner así...

Lo golpeé en el brazo y el sonrió con los ojos ya no tan tristes. —Es que ya me había acostumbrado a que el baño oliera bien, contigo en casa...

Me miró ofendido pero luego soltó una carcajada que logró contagiarme a mí también. —Perdóname, Gilbert. Pero yo no he estado en ese baño hace más de 7 meses y Lucy me ha contado que sigue oliendo igual de mal así que no creo que sea yo el problema...

Nos reímos de nuevo y fue como si nada malo hubiera pasado, como si fuéramos solo papá e hijo bromeando otra vez.

En ese momento, no entendía porqué me hacía eso, porque se dejaba morir así como así y me dejaba solo, pero ahora ya lo entiendo. Papá siempre fue una persona soñadora, con unas alas gigantes y un hambre de comerse el mundo en continúo aumento. Y había enjaulado esas alas durante todo un año, había hecho un tratamiento desgastante que le quitaba partes de él con una lentitud exhaustiva, solo por mí. Pero necesitaba volar otra vez o esas partes que lo hacían él, se irían para siempre.


Ay.
Creo que es el capítulo que más tristeza me ha dado escribir, me dolió tanto el corazoncito, hasta se me salieron unas cuantas lagrimitas.
Ya se vendrán cosas no tan tristes para que puedan respirar, las y los he hecho sufrir demasiado, me perdonan? :( jaj
Besos. XX

Anne Of The Present Donde viven las historias. Descúbrelo ahora