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Anne.

—No sólo estoy nerviosa, el pavor me está recorriendo cada extremidad. —expresé levantando mis manos a los costados de mi cuerpo—. Siento que en cualquier momento me desmayo. Oh por todo lo lindo y terrenal, ¿te imaginas me desmayo mientras esté hablándole al público? No lo haré, definitivamente no lo ha...

Mi novio tomó mi rostro con sus dos manos y me miró con sus lindos ojos llenos de tranquilidad. —No pasará nada, lo harás bien, te lo prometo. Ya lo hiciste antes y estuvo tu vídeo rondando durante semanas por lo buena que eres con las palabras, zanahoria.

—No me digas zanahoria. —expresé ignorando todas sus otras palabras, y luego solté una bufido sonoro al no poder cerrarme el vestido rojo que iba a usar—. Ahg, ¿quién hace estas cosas?. Ayúdame. 

Sonrió con malicia. —Ayudarte, ¿eh?

Puse los ojos en blanco y me di la vuelta. —Actúas como si nunca me hubieras visto la espalda descubierta. 

Soltó una risa y se situó justo detrás de mí, me mantuve expectante mientras esperaba que subiera el cierre, pero nada de eso, en su lugar comenzó a pasar un dedo en mi espalda con delicadeza. —¿Qué haces?

—No sé  —susurró tomando los costados del vestido y comenzando a deslizarlos por mis hombros—, ¿qué hago?

Tragué. —Tenemos que estar abajo en diez minutos.

—¿Sí? —me preguntó con diversión. 

—Sí.—asentí en voz muy bajita, sintiendo como un escalofrío recorría mi espalda en el mismo momento en el que él comenzaba a acariciar mis hombros. 

Cerré los ojos y tomé una bocanada de aire cuando sentí su respiración chocar con mi oreja. —¿Y por qué no estaríamos listos en diez minutos, zanahoria? ¿Qué estás pensando?

 —¿Yo? nada. —respondí, incapaz de darle la razón aún después de tanto tiempo juntos—. Tú eres el que está... 

—¿El que está qué? —me preguntó apartando un mechón de mi cabello para susurrar en mi oreja.

—El que está... el que... —soy incapaz de formar palabras coherentes al tenerlo tan cerca, al sentir su cuerpo justo detrás de mí—. Ahg, ya no importa.

Con una rapidez impresionante me di la vuelta y agarré el cuello de su camisa, atrayendo de un tirón su cuerpo hacia el mío. Me puse de puntitas y pegué mis labios con los suyos con fuerza, asumiendo el control, y con ese mismo poder terminé acorralándolo contra mi armario con dibujos de florecitas y soles. 

Pensé en lo paradójico que era el contraste entre lo que estamos haciendo y lo infantil del armario y no puedo evitar soltar una carcajada contra su boca.  —¿Qué...?

—Nada, nada. —contesté con voz divertida y comencé a desabotonar su camisa.

Cuando lo logré, Gilbert se agachó un poco, deslizando sus manos debajo de mis muslos para levantarme del suelo. Yo enseguida rodeé su cintura con mis piernas, y coloqué mis brazos alrededor de su cuello, besándolo cada vez con más profundidad. 

Me posó sobre el blanco colchón de mi cama, yo le agarré el pelo bruscamente, ladeando su cabeza para llevar mis labios a su cuello, estampando una hilera de besos suaves y profundos en su piel. —Anne...

—¿Mhm?

—Espera... —susurró con voz ronca.

Tardó un momento en separarse de mí, pero cuando lo hizo, jadeó en mi oído. Lo observé con el ceño fruncido, un tanto irritada, y preguntándome por qué estaba cortando el momento, hasta que me di cuenta la razón al escuchar los pasos provenientes de la escalera. 

Anne Of The Present Donde viven las historias. Descúbrelo ahora