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Anne.

—¿Señor Cutberth?

Sus ojos me miraron preocupados mientras me ayudaba a ponerme de pie, mi mejilla ardía cada vez más pero algo dentro de mí generó que olvidara todo, Tara y sus amigas, la Señorita Hassler, mi alrededor en su totalidad. Solo podía pensar en las sensación que evocó en mi pecho de pronto, una calidez extraña e indescriptible, como si ese momento fuera algo trascendental, como si conociera a ese señor desde siempre y no solo unas horas en casa de...de ese niño.

—¡Tara Gladwell! —exclamó la directora Collins en un grito que me hizo salir de mi ensueño, y que retumbó en las paredes, haciendo que todos voltearamos la vista hacia ella. Tara retrocedió otro paso pálida de miedo. —¿Cómo te atreves?

—Señora Collins, y-yo... yo puedo explicarle, Anne estaba...y yo...

Sabía que lo que vendría sería terrible y por su cara de horror supe que ella también, era como si pudiera mearse en los pantalones en ese preciso momento. Sus amigas habían subido la escalera corriendo, dejándola sola. Me inundó la lástima.

—No quiero explicaciones. Esa actitud es detestable para una niña. —sabía que se estaba conteniendo porque el Señor Matthew estaba frente a nosotros, había visto como golpeaba a muchachas por acciones mucho menos graves. –A tu habitación, ¡ahora! ya hablaremos después.

Y como si la vida se le fuera en eso, Tara subió a toda prisa las escaleras. La Señorita Sophie estaba a un costado de la mujer y miraba todo tratando de esconder una mueca de horror, aferrando a su pecho una carpeta roja, me preguntó a labios cerrados si estaba bien y asentí.

—Anne Shirley, porqué no me sorprende que tú estés metida en esto. —dijo con una paciencia falsa que se metía por mi cuerpo, dejándome fría, después tomó mi brazo con una fuerza que produjo en mí una punzada de dolor, no mostré externamente indicios de ello porque sabía que sería peor. Sacó su mano y me miró fijo a los ojos: —Ve tú también. Ya hablaremos.

Asentí y subí las escaleras con lentitud, me dolía la cadera muchísimo, seguramente por la caída.

—Me disculpo enormemente, Señor Cuthbert, estás niñas son irreparables, que bueno que elegirá usted un varón, son mucho más tranquilos. —sentí la voz de la Señora Collins a mis espaldas.

—Aquí están los perfiles para que lo considere junto a su hermana, están ordenados en esta carpeta según las características que nos entregó. No es necesario que vengan presencialmente de nuevo, con un e-mail bastará. —se le unió una voz masculina que no conocía. —Hay dos niños que cumplen con las cualidades que nos otorgó, si quiere puede verlos ahora mismo.

Volví a sentir un malestar en mi cadera y me apoyé en el barandal de la escalera unos segundos para tomar aire, ya estaba bastante lejos de sus campos de visión, así que no me preocupé por ellos.

—¿Dije niño? Quise decir niña, que descuidado soy.... —no pude evitar estirar la cabeza para poder verlos— Una niña, sí. Queremos adoptar una niña. A..

La Señorita Sophie se adelantó a los demás con su melodiosa voz. —Vi que Anne, la niña de cabello rojo, dijo su nombre. ¿Ustedes se conocen de algo? Si es prudente preguntar, claro.

—No seas entrometida, Sophie. —contestó con una falsa risita rígida la directora. —Una niña, claro...Bruno, ¿puedes traer la carpeta azul de mi escritorio?

—No mucho, es amiga de una familia que conozco. —contestó Matthew désvalidamente,
arreglando su elegante gorro, incómodo por tener que hablar con extraño en cuanto, intuyo, el asistente de la directora salió de mi campo de visión. Estaba de espaldas así que no pude ver su gesto. —De hecho, sobre eso..

Anne Of The Present Donde viven las historias. Descúbrelo ahora