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Anne.

—Porque me gustas, Anne.

Quedo pasmada y en silencio. Las Mini Anne's hacen piruetas en mi caja torácica, creando un dolor sordo en mi pecho, mientras el nudo de mi estómago se intensifica.

—¿Cómo? —pregunto más perdida y confundida que nunca.

—Estoy diciendo que me gustas. Que realmente me gustas, y no lo digo por tus ojos celestes ni tu cabello hermoso, aunque también. Lo digo porque desde que llegaste me hiciste cuestionar todo lo que soy y todo lo que me rodea para bien. Me demostraste que podemos cambiar todo si así lo creemos. Gracias a tu influencia, supe que podía sacar mucho más de la vida... y cambiarla si así lo quería. —suspira y me regala la sonrisa más cálida que he visto —. Me encanta el brillo de tus ojos, Anne, y más que eso, me encanta que aún brillen a pesar de todo con cada mínimo detalle que se gane tu atención. Me encanta cómo reaccionas ante las cosas, como si las sintieras en todo el cuerpo. Y no sé si lo que digo es adecuado, jamás había sido tan cursi en nada, pero lo que sí sé es que coincidir contigo ese día en el hospital, fue el mejor de los choques.

Abro la boca para tratar de decir algo pero las palabras se atoran en mi garganta. Su respiración está acelerada, la mía también. Me pierdo en la intensidad con la que sus ojos me miran, como si fuera lo más extraordinario y especial del mundo, cosa que deja una sensación electrificante en mi estómago.

Pellizco mi brazo como siempre que algo me parece demasiado sorprendente como para ser real y siento el ardor recorrerme.

No estoy soñando, esto está pasando en serio. Gilbert Blythe me está dando la confesión más maravillosa que escuché en mi vida.

Me mira esperando una respuesta, pero con la misma sonrisa cálida en los labios. —No necesito que me contestes, ni que me digas..

—Sí, quiero decirte algo, pero es que todo es tan repentino y yo...y tú... —balbuceo nerviosa, pero él en lugar de enojarse por mi indecisión, se estira hacia mí y toma una de mis manos con las suyas. —¿qué...?

—Anne. —dice serio pero con una mirada llena de afectuosidad— No necesito que me correspondas, no te digo esto para que me contestes lo mismo ni tampoco para que tomes una decisión con la que no te sientes preparada. Te lo digo para que sepas que si alguna vez sientes algo por mí de esa forma, yo estaré sintiendo lo mismo por ti.

¿Que si después de esto sentí mariposas en el estómago? No, nada de eso. Sentí como si un zoológico entero estuviera haciendo una fiesta, con fuegos artificiales, abejas asesinas y todo.

Debería haber saltado de la felicidad, pero en su lugar, lo único que salió de eso, fue un nudo de miedo dentro de mí.

Perdón, no sé cómo reaccionar cuando me están queriendo bonito.

Él pareció percibirlo y se corrió un poco hacia atrás, me inundó el miedo al pensar en que iba a irse de ahí en ese instante, pero en lugar de eso agarró la mochila y sacó un lápiz.

—¿Tú escribes? —sonrió y yo asentí tomando el lápiz después de unos segundos perpleja ante su reacción tan comprensiva y tranquila.

Y eso fue suficiente para quitarme todas las dudas. Sus palabras habían sido las más hermosas que alguna vez había escuchado, lo juro. Pero el hecho de que estaba expuesto ante mí, con el corazón prácticamente en la mano sin esperar nada de mi parte me hizo derretir de amor y alejó todas mis dudas.

Una vez le había dicho que no creía en la gente desinteresada, que todos esperaban algo a cambio y él me había demostrado que no una y otra vez.

Anne Of The Present Donde viven las historias. Descúbrelo ahora