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Anne.

La princesa Cordelia pasó de la libertad y plenitud absoluta, al cautiverio. Pasó de oler las flores, a percibir el olor de la canela al cocinar, pasó de leer en clases con otros seres, a leer en la tranquilidad de su cuarto, un libro tras otro. Vió miles de películas en una cajita mágica negra rectangular y plana en conjunto con su nueva familia.

Habían pasado cuatro días desde que había visto a otro humano fuera de Green Gables —sin contar a Rachel Lynde que pasaba más aquí que en su casa— Marilla había ido a comprar unas telas y Matthew se encontraba en el huerto, entonces la casa era toda para Jerry y para mí, al que fuera de su horario laboral le daban la misma libertad que a mí.

A la cuenta de tres.
Él niño cierra los ojos.

Uno...
La niña  se acerca más a él.

Dos...
Están a centímetros y yo no puedo evitar juntar mis manos y acercarme más a la orilla del sillón, expectante.

Y....
Justo cuando están a dos centímetros de distancia la televisión se pone en negro. 

Volteo a mirar por inercia a la persona que está junto a mí que me mira sosteniendo el control. Control que, no es por presumir, pero ya aprendí después de todos estos días a usar.

—Me estoy muriendo de aburrimiento —grita mientras se estira en el sillón— él niño muere mordido por abejas, la niña llora porque no tiene anteojos. Fin. Ahora veamos Guerra Mundial Z.

Abro mucho la boca en sorpresa y lo miro estupefacta, me acerco más a él con gesto psicópata y él me mira con miedo para luego levantarse del sillón y correr lejos de mí.

Todas las Mini Anne's se ponen en posición y se preparan para la lucha con sus mini puños.

—¡Juro que te voy a asesinar!—me levanto en un salto persiguiendolo como si fuéramos unos niños. —¿Cómo te atreves?

—¡Es sólo una película! —grita desde detrás de la mesa del comedor. —¡Matthew! ¡Anne me quiere pegar!

—¡No es sólo una película!

Corremos por toda la casa hasta que lo arrincono frente al escritorio, agarro sus mejillas con fuerza y él suelta un chillido—Pídeme perdón ahora o le pediré que la Señora Lynde que esparza el rumor de que te da miedo dormir solo.

—No.

—¡No es broma, Jerry! ¡Hasta voy a contar la vez que me pediste que te contara un cuento para dormir!—digo mientras le agarró más fuerte las mejilla.

—Y yo voy a decirles a todos que te comes los mocos. —dice con torpeza mientras sube las manos hacía mis caderas para hacerme cosquillas. Le suelto al instante las mejillas que ya estaban poniéndose rojas y se lleva las manos a la cara.

—Yo no me como los mocos.

—La gente no sabe eso —contesta guiñandome un ojo por un segundo, pero frunce el seño al sentir dolor—. Eres extremadamente violenta, un peligro para la sociedad.

—Vuelve a contarme un final de cualquier cosa y vas a ver lo que es violencia.

Me mira haciendo un pucherito finjido mientras señala el sector donde antes estaban mis manos y no puedo evitar sonreír ante la idea de estar peleando después de haber pasado tanto tiempo sin vernos. Los dos con un techo sobre nuestras cabezas y comida en la mesa.

Camino hacía el sillón después de sacarle la lengua en señal de burla, y prácticamente me lanzo como saco de papas mientras saco un panqueque —exquisito y cocinado por mí, si me dejan alardear— del plato que hay en la mesita de centro.

Anne Of The Present Donde viven las historias. Descúbrelo ahora