Anne.
La dejé guiarme entre las ramas varios metros, sin hablar, no entendía donde íbamos, y aunque había cierta belleza en los largos abetos, nada parecido a el río y las jóvenes bailarinas. —¿Dónde vamos?
Diana me miró sin dejar de caminar con una pequeña sonrisa, no podía creer que hasta sonriendo se viera delicada. —A mi lugar en el mundo.
Asentí.
—¿Y eso quedaría...?
No me contestó y se detuvo en unas ramas entrelazadas de color café bastante feas, aunque bueno, creo que hasta en las cosas más simples y ariscas, podemos encontrar un poco de belleza. Ella me sonrió otra vez, y pasó entre las ramas, al otro lado un riachuelo dividía en dos el paisaje, un tronco lo interceptaba como una especie de puente. Con la mano me invitó a pasarlo, y lo hice sin dudar, todo era tan mágico, me sentí como Rosie Swale Pope recorriendo el mundo para recaudar fondos para los orfanatos rusos, o Ynes Mexia coleccionando nuevas especies de México y América del Sur.
La seguí con esto en mente entre otros abetos en este lado del riachuelo, y en cuanto se dió vuelta para mirarme con un gesto de emoción, dejé de respirar. Senderos bien cuidados, llenos de tumultuosas flores de todos tamaños y colores. Había rosadas dicentras grandes y espléndidas peonías escarlatas; narcisos blancos y fragantes y espinosas y dulces rosas, menta y tréboles; relámpagos escarlatas que surgían sobre las blancas corolas. A la lejanía, donde se detenía el sol, estaba el árbol más hermoso y enorme que había visto en toda mi vida. Por todos lados zumbaban las abejas y se posaban miles de mariposas.
—Lindo, ¿no?
—¿Lindo? —solté el aire que había retenido y mis ojos fueron vagando por todos lados, contemplándolo ávidamente tratando de retenerlo en mi memoria—. Es lo más hermoso que he visto.
Ella pestañeó confundida. —¿De verdad? Le he mostrado este lugar a mis amigas y todas me dicen que es simplón.
Negué con la cabeza y en el mismo momento una mariposa se posó en mi mano, sentí calorcito en el pecho, Diana sonrió con brillo en sus ojos. —¿Simplón? Es maravilloso...hay tanto campo para la imaginación aquí, ¿no crees?
—No sé. —contestó Diana y me hizo una seña para que fuéramos hacia el árbol, la seguí—. Prefiero que otros intercepten mi mente con situaciones, porque realmente no tengo mucha imaginación. Por eso leo, o veo películas.
—También amo leer, e inventar historias propias... Creo que me pasé la vida imaginándo lugares, momentos, sensaciones, todo...no sé que haría sin mi imaginación, seguramente no existiría.
Me miró con curiosidad, como si lo que dijera fuera lo más importante del mundo, o como si yo fuera un alien.
Me pasó su libro y comenzó a subir al árbol con gracia, amé haberlo visto, porque si hubiera escuchado de voces de otras personas que esa niña tan parecida a la realeza, subía con sus faldas a el sucio árbol, no lo hubiera creído.
Al estar arriba pude ver que la lejanía un campo arado y plantado con huertos que descendían hasta la hondonada donde corría el arroyo y donde crecían filas de blancos abedules, surgiendo de un suelo lleno de deliciosos heléchos, musgos y otras muestras de vegetación. Más a lo lejos, había una colina, verde y emplumada por pinos y abetos, donde, en un hueco, estaba Green Gables.
Lejos, a la izquierda, se hallaban los grandes edificios y más allá de los verdes campos
descendentes, se veía el chispeante azul del mar, rodeado de casas y cafeterías. Quise llorar al instante al pensar en dejar todo eso.
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Anne Of The Present
FanfikceAnne Shirley nació con la aventura tatuada en sus clavículas y las ganas de descubrir el mundo bordadas en su espíritu. Así que cuando descubrió que la familia que tanto deseaba no llegaría, tomó la decisión de abandonar el orfanato donde se había c...