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Anne.

Estábamos reunidos tomando té alrededor del fuego como todos las noches desde que decidieron que me quedaría en Green Gables. Matthew estaba reclinado en su sillón de cuero con su pipa en una mano y el diario en la otra, Marilla estaba a mí lado en el sillón largo dibujando unos moldes para unos vestidos que dijo que quería hacerme para ocasiones especiales, y yo observaba abstraída como la madera se consumía en la chimenea de ladrillos blancos frente a mí, pero mientras mi cuerpo estaba en la sala, mi espíritu vagaba lejos, en una región nebulosa surgida de mi imaginación.

Región más conocida como lugar donde los recuerdos de lo que había sucedido ese día en la escuela me atormentaban una y otra vez. Aunque entendía los motivos del tal Jack para atacarme aún no entendía porqué habían participado Jossie Pye y Billy Andrews. ¿Qué había hecho yo en su contra? Me había mantenido tranquila cuando nos presentaron, había sonreído y hasta le había comentado a Jossie Pye que su cabello me recordaba a el oro brillante y hermoso. Cuando nos dirigimos al comedor ella me había corregido pero yo había recibido esa información en silencio, ¿entonces porqué habían...?

La respuesta llegó a la cabeza de una Mini Anne, y luego a la mía. La cafetería. Yo había golpeado a Gilbert Blythe en la mejilla, él era amigo de los dos, quizás los había mandado para dejarme en claro que no debía meterme con él. ¿Tanto me odiaba? No tenía derecho para hacerlo, ¡yo debía odiarlo a él después de que me traicionara en el hospital y luego me humillaba adelante de todos!

Maldije internamente. —¡Qué niño más odioso!

—¿Disculpa? —preguntó Marilla sacándose los lentes para verme con un gesto de desconcierto–. ¿Qué niño?

Oh, no había maldecido tan internamente.

Quise hacer un orificio en el suelo para arrojarme dentro y no salir más. O cambiarme el color de cabello y mudarme a Moscú, pero dejé ir esas posibilidades, quizás eran un tanto drásticas.

Pensé una excusa pero sabía que mentir no se me daba bien, además el enojo no me dejaba pensar con claridad, así que preferí confesarlo: —Gilbert Blythe.

Matthew había apartado la vista de su diario para mirarme también con perplejidad. —Pero, ¿no era tu amigo?

Negué con la cabeza. —Era, pero no volverá a serlo nunca más. Eso te lo aseguro, Matthew. —bufé dramáticamente, me levanté de un salto del asiento, y comencé a caminar de un lado a otro en la sala ante la atenta y confundida mirada de los hermanos—. En esta vida o en las demás. De hecho, si Gilbert Blythe estuviera en un desierto muriendo de sed y yo tuviera el poder de aparecer un manantial frente a él, lo llenaría de hongos. ¡No! ¡Lo llenaría de petróleo negro y tóxico!

—Anne, deja de caminar por la sala como una loca y siéntate para que nos expliques, que no entiendo nada cuando verborreas. –me regañó Marilla.

Obedecí aún muy eufórica. —Gilbert Blythe es una mala persona y pareciera que su única misión en esta vida es molestarme.

Matthew parecía incómodo y lejano a el hecho de ayudar a otra persona con sus problemas, se notaba que estaba haciendo su mayor esfuerzo. —¿Porqué lo dices?

—Hoy en el pasillo me arrojó tierra en la cabeza adelante de todos. —confesé rápidamente, como si estuviera rapeando en lugar de hablar—. Bueno, no él. De hecho ni siquiera estaba presente en el momento en el que sucedió. ¡Pero estoy segura que indirectamente estaba involucrado! ¡Ese niño molesto!

Los hermanos pestañeaban desconcertados.

—¿Tierra? —preguntó Marilla con un gesto de preocupación, yo sentí una calidez momentánea en el corazón. Era la primera vez que soltaba indicios de que yo le preocupara o me estimara de alguna forma —. ¿Te arrojaron tierra? Por eso tenías rastros en tu uniforme, pensé que había sido uno de tus paseos.

Anne Of The Present Donde viven las historias. Descúbrelo ahora