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Anne.

Creo que en todos los momentos de mi vida amé la naturaleza, el sonido de los animales y la noche, —sobretodo por la luna y su halo de luz tan mágico— menos esa noche.

—Entramos, subimos, y te acuestas. —le señalé a Jerry cuando por fin llegamos a la puerta de mi casa— ¿entendiste?

—¿En el suelo? —me preguntó casi gritando y abriendo los ojos como una caricatura.

Sssh, ¡habla más bajo! —susurré poniendo una mano sobre su boca, el aire frío se coló por mi ropa mojada—. Y no preguntes obviedades, ¡claramente entras a tu habitación y te duermes en tu cama!

—Ah. —expresó luego de meditarlo unos segundos como si fuera un niño pequeño—. Pero no me grites, gruñona.

Jerry estaba ebrio hasta la médula, de mi cuerpo caigan gotitas de agua, nos habíamos escapado con Roy y Aline y eran las tres de la mañana de un día de semana.

La situación estaba muy a nuestro favor como podrán ver.

—No estoy gritándote, estoy susurrando enojada. —traté de confortarlo mientras lo tomaba de la mano para poder entrar al único lugar en el que no me gustaría estar en ese momento—. Mantén tu boca francesa cerrada o prometo que nunca más te haré las tareas de literatura y tendrás que aprender a usar las erre's, ¿estamos?

Hizo la seña que teníamos de cerrar la boca con mímica como si fuera una puerta y eso fue suficiente respuesta para mí yo congelada y con alcohol en la sangre, así que abrí la puerta de entrada de Green Gables.

—Está todo oscuro...

Como dijo Jerry: todo estaba oscuro, así que el aire volvió a mis pulmones al no ver sentada como en las películas a Marilla, mientras nos esperaba indignada en el sofá con un gato sobre sus piernas. Comencé a guiarnos por el pasillo como si fuera un espía encubierto o un ladrón con agilidad, el corazón golpeando en mi pecho por el nerviosismo.

—Está todo muy oscuro, Anne. —murmuró otra vez en mi oído, yo lo volví a ignorar tirando más de su brazo para que se apresurara—. Me da miedito.

Me detuve de golpe y lo miré sobre mi hombro. —¿La oscuridad?

Habíamos estado infinidades de veces a oscuras cuando vivíamos en la calle, ¿y ahora le daba miedo? Tenía muchas ganas de golpearlo por hacerme las cosas difíciles justo ahora.

Afirmó con la cabeza. —La oscuridad en casas grandes.

—No hables estupideces. —le respondí— y sigue caminando, la oscuridad es igual afuera o en cas...

—¡Aaaaah! —soltó un gritito digno de película de terror Jerry y yo abrí los ojos como platos, estábamos perdidos, nos asesinarían—. ¡Juro que hay un hombre mirándonos en esa ventana!

—¡Eso no es una ventana, es un cuadro con una foto de Matthew, niño estúpido! —lo regañé en voz baja a pesar de que ya no servía de nada.

Porque la puerta de una de las habitaciones de arriba se había abierto.

Comencé a hiperventilar y a mirar a todos lados tratando de buscar una solución divina que pudiera sacarnos de esta situación. Nos devolverían, definitivamente nos devolverían, a no ser que...

—¿Anne? —se escuchó la voz de Matthew bajando los primeros peldaños.

Tomé con mis manos el extremo inferior de mi abrigo y lo tiré a un rincón oscuro como un ninja. Luego con la misma agilidad agarré del cabello a Jerry y corrí al baño principal.

Anne Of The Present Donde viven las historias. Descúbrelo ahora