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Gilbert.

Me despierto con el sonido de Bobby Mcferrin sonando en la planta baja. La luz primaveral se cuela por las rendijas de las cortinas, lo que me hace sonreír. Últimamente me había estado despertando tan temprano producto de pesadillas constantes, que afuera aún estaba oscuro, así que ver la luz era una buena señal.

Mientras mi cuerpo se hace poco a poco a la idea de que es hora de levantarse para ir a clases, me froto los ojos y agarro el celular de mi mesita de noche: las 7:00, apago la alarma que iba a sonar en 30 minutos y salto de la cama.

Antes de bajar el último escalón el suave olor a verduras salteadas me envuelve, apuro el paso y encuentro a papá cocinando algo en un sartén, mientras Lucy revuelve algo a su costado, ambos tarareando la canción que resuena por todos lados.

He may have to litigate...

—Papá, ¿qué haces? —cuestioné al entrar.

—Preparo el desayuno. —siguió tarareando mientras movía la cuchara de palo al ritmo de la música.

—Le dije que yo le llevaba el desayuno, pero insistió.

—Hijo, hijo. —gritó moviendo ahora la cintura en una especie de coreografía. — ¿Sabes cómo se queda un mago después de comer?

—No preguntes, te lo pido. —dice Lucy suplicandome con la mirada.

—Sssh. —replicó papá, con rápidez —Mi muchacho heredó el magnífico sentido del humor de su padre.

—Uhm...no sé. ¿Cómo se queda un mago después de comer?

—¡Noooo! —grita Lucy con dramatismo mientras pone dos tazas y un vaso sobre la mesa.

—¡Magordito! —exclama papá y nos miramos por unos segundos antes de estallar en carcajadas.

Lucy nos mira como si nos faltara un tornillo.

—¿Cómo prefieres las cebolla en las verduras? —me pregunta papá cuando recobramos la compostura mirándome fijamente, como si fuera una decisión sumamente importante.

—¿Salteada? —pregunto mientras me sirvo jugo de naranja.

—No, hijo. ¿Cón sus sebóllass cogtadass muy finitáss o en cuagdadoss? —me pregunta imitando el acento francés, como siempre que quiere parecer chef.

—Como usted lo dictamine, Señor Sous chef.

Cuagdadas serán entoncess. —dictamina y Lucy suelta una risa.

—La única forma en la que sabe cortarlas en en cuadrado. —susurra en mi oído y yo suelto una carcajada también.

—¿De qué se ríen mis comensales sin mí? —pregunta limpiándose las manos con un paño y poniendo el fuego de la cocina más bajo. —Luces más animado de lo normal, hijo.

Le doy un sorbo a mi jugo, pero una sonrisa se asoma en mis labios. —¿Por qué lo dices?

Levanta las cejas. —Porque aún no me has arrastrado a mi habitación.

La mujer a mi lado le da un sorbo a su café. —¡Es cierto! lleva varios días así de despreocupado, es casi como si tuviera su edad y no treinta años de nuevo.

Papá levanta las cejas y se sienta en la silla frente a mí, mirándome con los ojos entrecerrados, como tratando de leer mi mente.

—Se queman las verduras, John. —me salva Lu.

—Creo que hay dos posibles posibilidades —exclama ahora con voz de psicólogo— O estás enamorado, o es porque ayer le escupieron a uno de los profesores en la cara y protestaron en el patio.

Anne Of The Present Donde viven las historias. Descúbrelo ahora