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Anne.

(...) No desesperes, ni siquiera por el hecho de que no desesperas. Cuando todo parece terminado, surgen nuevas fuerzas. Esto significa que vives...

—¿Kafka? —preguntó extrañado Matthew uniéndose a mí en la sala, su pipa en la mano derecha y un cuaderno de botánica en la izquierda.

Asentí cerrando el libro con delicadeza, —no sin antes marcarlo con el hilo de tela que traía— y lo miré aún sorprendida por las palabras que estaba leyendo.

—La metamorfosis —contesté como si no pudiera leer el título—. Es...wow.

—Lo sé. —me dijo él, y yo pensé que claro que lo sabía. La lectura siempre lo había protegido de todo lo dañino y cruel de la realidad, quizás era su forma de proteger el espíritu de niño que permaneció con él siempre, en gran parte gracias a Marilla—. Pero pensé que sólo leías romanticismo británico y que todo lo demás no estaba a ese nivel y por lo tanto no valía la pena.

Me había tratado de convencer miles de veces de leer a George Orwell, y Bradbury, pero yo me había negado cada una de esas veces diciendo exactamente las mismas palabras que él había citado.

—Sí, bueno... —traté de ordenar mis palabras avergonzada, odiaba no tener la razón—. No sabía lo que me estaba perdiendo con otros libros.

Sonrió en mi dirección con esa calidez tan característica en él y yo solo pude tratar de interiorizar esa imagen; él en su sillón, apunto de prender la pipa y leer sobre plantas. ¿Se imaginan algo más extraordinario?

—No sabía que tenía esta versión en mi oficina —señaló curioso estirando un brazo en mi dirección para tomar el libro rojo, y hojearlo.

Entré en pánico. —Eh, no, yo...

—John Blythe... —leyó en la primera página, justo encima del título, y me miró expectante a mi explicación.

Las Mini Anne's ahora estaban en una piscina y se hundían escapando del interrogatorio implícito de Matthew. ¡Se supone que son yo y deberían apoyarme no escapar dejándome a mí merced!

Traicioneras.

—Bueno... —murmuré mirando toda la sala en busca de un escape—. me lo prestó Gilbert, es su libro favorito entonces pensé en darle una oportunidad, y como siempre don perfecto tenía razón, es muy bueno.

—No me sorprende, es un niño muy inteligente —dijo él volviendo a cerrar el libro y me lo tendió—. Son muy amigos, ¿no? Gilbert y tú.

Tosí como siempre que algo me tomaba desapercibida. No había hablado de mí noviazgo con los Cuthbert, de hecho jamás les había mencionado que él me gustaba siquiera, sabían que salíamos a veces, pero nada más allá, porque jamás me lo habían preguntado y yo no me había tomado el tiempo para decírselos, pensé que estaba explícito.

—No sé si amigos es la palabra exacta...

—¿Cómo? —preguntó con ingenuidad prendiendo una de sus cerillas y dirigiendola a la pipa—. Oh, perdón, ¿no se llevan bien?

—De hecho.. —agregué con lentitud— nos llevamos estupendamente. Más que bien.

—Ah. —soltó una risita e inhaló humo de la pipa—Verdad que ahora los jóvenes tienen siempre miles de mejores amigos, ¿bff les decían? Creo que estoy cada vez más anciano.

Quise golpearme la cara con mi mano pero me resistí. —No, Matthew. No somos mejores amigos, Gilbert y yo...

—No sé cuándo acordamos el tener un vivero dentro de nuestra casa. —expresó interrumpiendo la conversación Marilla, que acababa de entrar por la puerta soltando un estornudo. —¿Estás fumando en la sala?

Anne Of The Present Donde viven las historias. Descúbrelo ahora