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Anne.

Admiro la navidad; tal vez por la fascinación que me produce el hecho de que una fecha reuna a tantas familias, o tal vez por el aroma, los villancicos y la estética que desprende el pueblo.

El tema es que espero con ansias su llegada, y me alegra el corazón saber que permanezco con ese espíritu navideño junto a personas que me aman y a las que amo.

Pero ahora mismo me gustaría estar en cualquier otra época, en cualquier otro lugar y no con la persona que acabo de dejar ir sólo hace algunos minutos, como si yo tratase de una inquilina mudándose de corazón después de haber echado raíces en el suyo.

—¿Ya sabes qué quieres estudiar, Anne? —preguntó en mi dirección Bash.

Mi cuerpo estaba en la mesa terrenalmente, pero mi mente había viajado miles de millas de distancia, así que no noté que me hablaba hasta que Cole me golpeó el brazo con sutileza.

Aparté la mirada de mi plato. —¿Uhm?

Eso lo hizo sonreír. —Que si ya sabes qué estudiarás.

—Aún no lo sé, —respondí luego de digerir la pregunta y espabilar del ensueño—. creo que soy tantas cosas y a la vez no sé si soy alguna en su totalidad. Así que esperaré que para mí graduación baje un mensaje del cielo que me lo diga o algo así.

Todos en la mesa rieron menos Gilbert que estaba con la mirada puesta en su comida, quise correr y decirle que yo me sentía exactamente igual que él.

—Quiere viajar. —agregó Marilla por mí cuando las risas cesaron—, a conocer el mundo y esas cosas locas que se le ocurren a su cabeza.

Bash asintió dándole un bocado a su comida. —No hay mejor vida que esa, no te arrepentirás.

—Bash lo sabe mejor que nadie, viajó por todo el mundo, —agregó Mary poniendo una mano en la suya—. quién pensaría que de todos los lugares terminaría echando raíces justo aquí.

Él levantó los brazos restándole importancia. —Quizás vagué por el mundo porque te estaba buscando a ti.

¿Quise llorar? Sí.

¿Pude hacerlo? No, sentí esa clase de tristeza que no pasaba por las lágrimas, porque sabes que no valdrá la pena derramarlas, y que tampoco te hará sentir mejor.

En su lugar, pude regalarles una sonrisa triste. —Son tan lindos.

Mary estaba radiante mientras le sonreía también, recorrí la mesa y toda las miradas llenas de ternura, hasta que llegué a los ojos de Gilbert.

Que me miraban a mí.

Aparté la vista trapicándome, —no sé si con el aire o qué, porque no había comido nada— y conseguí que ahora todos me prestaran atención a mí.

La luna de odiaba desde que llegué al mundo, de eso no había duda.

—¿Estás bien, Anne? —preguntó Matthew con preocupación.

Yo asentí mientras tomaba un sorbo de mi jugo. —Me...me atoré.

Cole me miró con una sonrisa de lástima, como diciendo internamente: ¿Quién me consiguió una amiga tan idiota?

No lo culpo en lo absoluto y comparto su opinión aunque sea producto de mi imaginación, amén.

—Todo estuvo exquisito, Marilla. —me salvó Mary con su habitual amabilidad—. Creo que nunca más volveré a cocinar estofado después de éste. ¿Has pensado en comercializar tu comida? Estoy segura que le iría de maravilla.

Anne Of The Present Donde viven las historias. Descúbrelo ahora