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Gilbert.

Cuando volvimos otra vez al jardín, Jossie Pye ya no estaba.

—¿Dónde fue? —pregunté al llegar, Diana cerró los ojos con frustración y tragó, visiblemente afectada.

—Dijo que no necesitaba nuestra ayuda, que la dejáramos en paz, que nada había pasado. —aclaró Cole apoyado en la pared. —Diana la siguió pero en cuanto mencionó la situación, la golpeó.

—¿Cómo que la golpeó? —reaccionó Anne y se hincó en su dirección, tratando de revisar su rostro, que permanecía rojo en una mejilla. —¿Te duele? ¿Por qué te...?

Negó. —Porque la dejé sola, la deseché como si fuera cualquier cosa, no me pregunté si estaría bien con Billy, solo pensé en mi bien. Fui una egoísta y una mala amiga, esto no hubiera sucedido si yo hubiera estado aquí, con ella.

Anne se situé frente a ella.. —Diana, no. —levantó su rostro para que la mirara— Escúchame, tú jamás tendrás la culpa de esto, no podrías saberlo. La culpa es de Billy, sólo de Billy.

Cole y yo asentimos. —No la desechaste, Jossie Pye se fue sola. —recalqué.

—Pero debí buscarla después, hablar con ella. —no miró a nadie, su mirada permanecía en sus manos, donde sus dedos jugaban con sus relucientes anillos— Jossie siempre ha sido orgullosa, desde niñas. Si no hubiéramos estado aquí hoy, nunca nos hubiéramos enterado y ella...

—Pero nos enteramos. —contestó Cole.

Diana se quedó en silencio unos segundos, eliminando su gesto afligido para dar paso a uno molesto, luego nos miró uno a uno severamente. —Billy Andrews, y el Sr. Phillips tienen que sufrir consecuencias.

Anne se levantó junto a ella y asintió con seguridad. —Y ya sé cómo haremos que eso suceda. Tengo un plan.

Nos separamos para hacer las distintas cosas que componían el plan de Anne. Cole y ella, Diana buscaría a Prissy, y yo, después de mandarle un mensaje a papá contándole que llegaría tarde y obtener una respuesta llena de felicidad, fui a casa de Moody.

Toqué el timbre y antes de que sonara la segunda vez, su mamá me recibió con una sonrisa amplia.

—Hola, Señora Spurgeon. ¿Está Moody?

—Gilbeeeert. —chilló y me abrazó con fuerza, luego me apretó las mejillas como si yo tuviera dos años y no dieciséis. –¡Estás enorme! ¡Hace mucho no te veíamos! Pensamos que quizás te habías aburrido de nuestro Moody. Pasa, pasa. Estoy haciendo cupcakes con formas de animales de la granja, ¿quieres?

Yo negué luchando por no sobarme el lugar donde sus manos me pellizcaron, y entré junto a ella dentro de la casa. —No, gracias. —sonreí —Vengo de paso, quería ver si Moody podía acompañarme a comprar unas cosas para la escuela.

La casa de los Spurgeon era como una casa de muñecas, todo era colorido y acogedor. En las paredes habían miles de cuadros del estilo "Bienvenido a nuestro rincón de amor" "Respeta, ama, sonríe, sueña" "Después de la lluvia siempre vuelve a salir el sol"

—Claro, mi niño. —respondió mientras se limpiaba las manos con un paño– Puedes venir a buscarlo cuando quieras. Siempre está arriba jugando sus jueguitos, a veces pienso que me salió así porque no absorbe suficiente aire fresco.

Me mordí la lengua para no reír. –¿Así?

—Sí, corazón. Tan distraído, tan torpe. Quizás por eso nunca ha tenido novia. Porqué tú no eres su novio, ¿o sí? —cuestionó mirándome fijo a los ojos, su sonrisa habitual desapareció y no sabría decir cuál semblante me asustaba más, me desordené el cabello incómodo. —Por nosotros no habría problema porque tú eres un niño taaan bonito, así que nos puedes contar sí es así.

Anne Of The Present Donde viven las historias. Descúbrelo ahora