17

2.6K 335 39
                                    

Anne.

Cuando el Señor Matthew abrió la puerta, sentí el olor de pan casero, igual que hace unos meses yendo a una cafetería por un encargo, pero esta vez desde una casa...un hogar.

Al instante una señora de unos cuarenta años se dirigió hacia nosotros alegremente, unas arrugas adornaban los extremos de sus ojos y pensé que si a su edad no tenía esas marcas por sonreír, no quería nada. Avancé un paso con la emoción a flor de piel pero cuando sus ojos tropezaron con mi figura, se detuvo asombrada y esas marcas dejaron de acentuarse.

—Matthew, ¿qué es esto? —exclamó frunciendo el ceño—. ¿Dónde está el chico?

—No hay chico —dijo Matthew entre apenado y seguro—. Hablemos.

—¿Hablemos? —preguntó alzando la voz— Matthew, te pedí solo una cosa, ir, y traer a un muchacho. ¿Qué era lo difícil en el encargo?

—Hay una explicación, ella...

—Ella es una niña, yo te pedí un niño. ¿Nunca aprendiste la diferencia entre uno y el otro o...?

Durante este diálogo había permanecido en silencio, bastante confundida y moviendo mis ojos del uno al otro tratando de comprender la conversación, que al escuchar esa última frase quedó clara ante mí. La bolsa con mi ropa se cayó de golpe, sentí como si me hubieran lanzado un balde de agua fría que inundó todas mis esperanzas. Di un paso hacia atrás y caí al suelo como un saco de papas.

—No me quieren—susurré más para mí que para ellos—. ¡No me quieren porque no soy un niño! Debí haberlo esperado. Debí haber comprendido que todo era demasiado hermoso para que durara. Debí haber comprendido que nadie me quiere en realidad.... Pero, ¿porqué ilusionarme así, Señor Cuthbert? ¿Porqué traerme a este lugar para luego devolverme?

Las lágrimas que se habían acumulado en mis ojos cayeron una a una en un estrepitoso llanto, sentí desesperación, no quería volver.

—Bueno, no hay necesidad de llorar así. –suspiró la mujer suavizando el torvo semblante que la había acompañado en la conversación con su hermano—Fue solo un malentendido.

—¡Sí hay necesidad! —llevanté rápidamente la cabeza, dejando ver mi rostro lleno de lágrimas, mis labios temblaban, traté de calmarme, pero no pude, esto iba más allá de lo cruel. —También usted lloraría si....si, la trajeran a el lugar más hermoso del mundo para luego abandonarla.

—No te vamos a abandonar –expresó repentina e inesperadamente, con una seguridad que jamás había oído de su boca, el Señor Cuthbert– Marilla, no fue un accidente. La traje a consciencia.

—¿Qué dices?

Él me miró con esa calidez característica y me dió una mano igual como lo había hecho hace unas horas para ayudar a ponerme de pie. —Ve al jardín a ver esos árboles que tanto te gustaron, Anne, por favor.

Vacilé un momento, entre desconfiada y confundida. Pero me parecía una buena idea despedirme de los árboles antes de abandonar Green Gables para siempre. —¿Puedo ir al baño primero?

Asintió. —En la última puerta del pasillo, a la izquierda.

Al mismo instante en el que uno de mis pies tocó el suelo del pasillo, escuché la voz de la Señora Marilla. —¿Me puedes explicar qué está sucediendo aquí, Matthew? ¿Cómo que trajiste a esa niña a consciencia?

Me obligué a caminar hacia el baño pero mi curiosidad por entender la situación fue mayor, así que me apoyé en la pared para poder escucharlos. Porque al final, ¿qué sería lo peor que podía pasar si me descubrían? Iba a irme de ahí de todos modos, pero que por lo menos sea sabiendo el porqué. Me senté en el suelo y apoyé mis rodillas a mi pecho.

Anne Of The Present Donde viven las historias. Descúbrelo ahora