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Gilbert.

Winifried nos guió a una pequeña cafetería con ambiente naturista, y que emanaba calma y sofisticación donde la vieras.

En los parlantes sonaba música jazz, y dentro había menos de una docena de personas inclinadas sobre sus tazones humeantes o sus bebidas frías. Algunas trabajan en sus laptops, otras hablan bajito con sus acompañantes, y varios leían tanto guías, como libros.

El chico que se encontraba detrás del mostrador miró en dirección a la rubia con una sonrisa de bienvenida enorme, y dolorosa a la vista. —¿Qué te sirvo? Perdón, qué...¿qué les sirvo a los dos? Digo, a uno y después a otro. Eh, ¿qué desean ordenar?

Winifried no cambió en ningún momento su desplante a pesar de lo vergonzoso de la situación, de hecho, hasta le sonrió con cálidez. —Yo quiero un café con leche...también un chorrito de vainilla y un poquito de crema chantilly. ¿Gilbert?

Miré el menú detrás del cuerpo del rojo muchacho, aunque estaba escrito con tiza, era bastante visible y claro, así que pude decidir con rápidez. —Un americano, por favor.

Puse la totalidad del dinero en el mostrador, pero Winifried frunció el seño a mi lado y sacó de su billetera el precio exacto del suyo. —Yo bebo, entonces yo pago.

Yo sonreí. —Era de esperarse.

—Muy...muy bien. —dijo el chico mientras sacaba el cambio de mi café de la caja registradora, no miró en ningún segundo a la hija única de los Rose, seguramente por timidez—. ¿Se los llevo a la mesa?

Tomé el cambio y asentí siguiéndola hacia una pequeña mesa al lado de la pared. —Entonces... —agregó una vez sentados—. Eres sobrino de los Blythe.

—De Jacob, sí.

—No sé cómo no me di cuenta, te pareces muchísimo. —agrega guardando su billetera otra vez de el bolso—. ¿Hace cuánto estás aquí? Y lo que me causa más curiosidad, ¿por qué diablos? No hay lugar más hermoso que donde vive mi prima, y bueno...donde vives tú, no puedo pensar en porqué alguien saldría de ahí, para venir al centro de un lugar tan turístico como Alberta.

Trato de hacer la cuenta en mi cabeza con una sonrisa divertida por lo mucho que puede llegar a hablar. —Un poco más de dos años...y aunque no lo creas, vine cómo forma terapéutica, necesitaba salir por un tiempo del pueblo.

—Aquí tienen. —anuncia una mesera con suavidad poniendo los dos tazones delante de nosotros—. Que lo disfruten.

Le damos las gracias y cuando desaparece hacia otra mesa, los dos tomamos un sorbo de nuestros cafés, él mío está muy caliente pero su sabor es increíble.

—Yo no llamaría precisamente un tiempo a dos años. —dice luego de unos segundos—. ¿De qué escapabas?

La pregunta me toma desapercibido, Winifried podía ser muy sincera y clara como algo le venía a la cabeza. —¿Uhm?

—Es la única conclusión que puedo sacar. —trata de explicar apartando sus rizos detrás de los hombros—. O quizás querías vivir una vida rebelde y desenfrenada, lo cuál dudo porque tu mañana se basó en ir a una clínica. Así que escapabas, o ¿por qué irse teniendo una vida completa allí?

—Tal vez. —contesté con franqueza reclinándome hacia atrás, una sonrisa divertida aún en mis labios—. ¿Estás tratando de hacerme una especie de consulta clínica o algo?

Ella sopla su café como si estuviera demasiado caliente y me inspecciona con atención. —Aunque quisiera no podría, la psiquiatría no es lo mío. Soy más de...

Anne Of The Present Donde viven las historias. Descúbrelo ahora