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Anne.

Después del funeral de John, todo fue de mal en peor.

No vi a Gilbert durante semanas completas, se encerró como un ermitaño y no me dejó entrar a mí, ni a nadie. Marilla adoptó la misma forma de sobrellevar la situación, no salía de la cama, a no ser que fuera para comer o darse un baño.

Hice tarta de ciruelas, tu favorita.

—No tengo hambre, Anne. Gracias.

Encontré un diseño genial para un vestido, podrías enseñarme y lo hacemos juntas.

—No tengo ganas, Anne. Deja el patrón en una hoja y luego lo hago.

Podríamos hacer un maratón de películas de ese actor que te gusta y...

—Me duele la cabeza al ver televisión, Anne.

Me comenzaba a preocupar, pero Matthew me decía que se le pasaría en algún momento, que debíamos dejar que afrontara su dolor, que ella jamás había tenido la oportunidad. Así que respeté su decisión, y la de Gilbert. Le llevé la comida a la cama a la mayor de los Cuthbert, y a mi novio, una canasta con alimentos para que no se convirtiera en un conjunto de huesos.

Las Mini Anne's se retiraban de la política y volvían a ser Cenicientas otra vez.

Eso se mantuvo exactamente cuatro semanas, porque en uno de mis rutinarios domingos, donde ponía la canasta de mimbre en la puerta que tantas veces había pasado y que ahora se mantenía cerrada, encontré una figura demacrada e irreconocible a la que abracé con el dolor de mi alma y ayudé con todo lo que pude, tal como él me había ayudado antes a mí, sin pedirlo y desinteresadamente.

Con Marilla no fue necesario, a la segunda semana, se levantó de la cama y siguió su vida como si nada hubiera pasado, aunque en sus ojos yo veía la tristeza. Siempre fue así, independiente, fuerte e incapaz de admitir que algo estaba mal. Pasaron las semanas y aunque volvió a hacer todo con relativa normalidad, parecía un fantasma en vida.

Las estaciones cambiaron, los semestres terminaron y por fin podía ver un ápice de alegría en los ojos de los dos. Por momentos sentía esa pérdida latente en sus corazones, pero ya nada que los inmovilizara en sus camas.

Yo estaba en un buen momento por fin después de meses de tomar el rol de cuidadora. Me habían elegido como Presidente del Centro de Alumnos casi por 70% de votos sobre Jack, Diana por fin ya había dejado de estar castigada y podíamos salir, Marilla hacía vestidos otra vez.

Y cumplía 7 meses con mi novio. Aunque era tradición un picnic, había llovido toda la mañana, y seguían cayendo gotas que impedían el comer afuera, a no ser que quisiéramos fruta mojada, así que se me ocurrió la idea de sorprenderlo con la canasta y comer frente a su chimenea.

En cuanto doy el último paso hacia la puerta, ésta se abre de un tirón produciéndome un sobresalto y a las Mini Anne's un mini-ataque cardíaco. Corazón más pequeño, mayor susto, ¿o no?

—Gilbert, dios —farfullo soltando una bocanada de aire y me llevo una mano al pecho—Me asustaste.

—Justo iba hacia tu casa —dice en voz baja y yo asiento.

—Yo también. —señalo regalándole una sonrisa, me pongo de puntillas y le dejo un beso en la mejilla. — Por eso vine.

Lo rodeo y camino dentro de su casa, hacia la sala. —¿Te das cuenta la conexión que tenemos que justo los dos íbamos a la casa del otro? —suelto un risita mientras dejo la canasta encima de la mesa de centro y me saco el abrigo color turquesa—. Traje tostitos, y crema untable, o también... palomitas, y chocolate amargo. No sabía si tenías ganas de algo salado o dulce asi que traje los dos. Y naranjas para jugo, no sabía si te quedaban así que traje de Green Gables y...Pulp Fiction. Hoy toca picnic puertas adentro.

Anne Of The Present Donde viven las historias. Descúbrelo ahora