21

1.7K 248 1.1K
                                    

Gilbert.

Y llegó navidad.

La época más feliz del mundo para algunos, y podría decirse que para mí, —después de haber curado tantos dolores—, también. Todos son más amables, el olor a chocolate caliente y pino inunda el pueblo, los padres  se alejan del estrés laboral por unos segundos y juegan en la nieve con sus hijos, los enamorados se besan en los muérdagos por doquier y tan sólo por unos días todo cobra un sentido diferente, más significativo a pesar de ser mínimo.

Para todos, o bueno...casi todos.

—Ya quiero poner el árbol de navidad en mi casa para aumentar la probabilidad de que se incendie en la noche y así poder morir de una vez por todas.

Arqueé una ceja al no percibir la normal ironía en su voz. —¿Estás hablando en serio?

—No. —soltó con una sonrisa ladina la francesa tomando en sus manos uno de los muñequitos de cabeza gigante—. El mundo sería un lugar mucho peor sin mí en él.

Moody soltó una carcajada ante sus palabras y ella lo golpeó con el Santa Claus cabezón. —¡¿Y eso por qué?!

—Porque me dieron ganas. —respondió Venus a secas—. Entonces...¿qué carajo hacemos aquí?

Recorrí con la mirada la sección de libros tratando de ver si alguno valía la pena. —Buscar un regalo para los Cuthbert.

—Y no podíamos...no sé, ¿comprarles unos pañales o una tarjeta de navidad?

La miré con incredulidad y sin poder creer todas las palabras que soltaba cuando se aburría. —Tienen como cuarenta años, no ochenta.

Ella chasqueó la lengua con desinterés. —Para mí toda la gente mayor tiene la misma edad.

—A Anne le gustan esas cosas románticas, ¿no? Este libro literalmente tiene 'Amor' en el titulo. —agregó Moody estirando un ejemplar hacía mí.

Yo fruncí el seño al leer su título. 'Amor furtivo entre la ama de llaves y su perdición'. —Definitivamente no.

—Ah, entonces ese es el tema, buscamos un regalo para Anne... —soltó Vee pegándole con el dedo al muñequito en la frente, una y otra vez en forma de tortura—. Pensé que estabas enojado con ella, pero ya volvió tu cara de imbécil enamorado. Cuánta fuerza de voluntad, hombre.

—No es ninguna cara ni de imbécil, ni de enamorado. —le contesté fingiendo el mayor desinterés posible—. Marilla fue muy amable al invitarnos a cenar con ellos...mínimo llevar un presente.

Vee alzó una de sus cejas perfectamente depiladas. —Entonces supongo que ya debes tener el regalo de Marilla.

Bueno...

—La librería quedaba de paso y a Anne siempre le han gustado esas cosas. —mentí, no había siquiera pensado en un regalo para los Cuthbert—. Se llama ahorrar tiempo.

—Claro. —Moody soltó una carcajada sonora. —Y yo soy extraordinario en la escuela.

—Y yo soy toda una dama. —agregó la pelinegra uniéndose a mi amigo y riéndose a costa mía.

Yo puse los ojos en blanco y seguí tratando de buscar algo que le podría llegar a gustar a la pelirroja, pero nada me convencía lo suficiente. Libros tenía muchísimos y había leído miles más, y aunque estoy seguro que no existía un regalo más certero, no quería ir por lo obvio.

Hasta que enfilé hacia el fondo de la tienda, donde está la sección de papelería y divisé en una de las repisas una caja color amarillo que guardaba dentro una máquina de escribir.

Anne Of The Present Donde viven las historias. Descúbrelo ahora