Sentado en el segundo escalón de una de las gradas blancas que rodeaban la pequeña sala del gimnasio, Youngjae abrazó sus piernas y apoyó su barbilla sobre sus rodillas, esperando.
Se sentía exhausto, demasiado cansado como para seguir con el entrenamiento que él mismo se había propuesto seguir junto a su pareja. Y es que resultó ser casi imposible seguir el ritmo de Jaebum pues, al final de ese par de horas que habían puesto como tiempo máximo diario, mientras él sentía los pulmones en llamas y las piernas temblorosas hasta el punto de no poder sostener su propio peso, el rebelde muy rara vez demostraba un mínimo signo de fatiga.
El más joven más de una vez se preguntó de dónde diablos salía toda esa energía que Im desbordaba. De verdad, parecía inagotable.
La persistencia irracional del mayor era un detalle que siempre le había resultado bastante atrayente. Aunque también preocupante.
Por eso mismo, desde su posición alejada, observó a Jaebum en silencio mientras este, todavía dispuesto a seguir con el entrenamiento, golpeaba con rabia los puntos débiles de uno de esos maniquíes que, normalmente, usaban para entrenar como si se tratase del cuerpo humano de otra persona. Y en el caso del rebelde, de esa persona que, parecía, deseaba destrozar, reventar y matar de la manera más cruel y dolorosa posible. Porque a decir verdad, ese muñeco de boxeo no sería el primero que quedaba inservible luego de haber pasado por las manos sanguinarias del muchacho de ojos felinos en esos dos últimos meses. De hecho, incluso en el periodo en el que estuvo aislado de los demás como castigo por su mala conducta contra el líder, el rebelde había drenado toda su furia contra la cama que le habían proporcionado para dormir. El colchón quedó inservible. Y las tablas del somier las terminó usando como armas afiladas cuando el maestro fue a sacarlo de allí una vez cumplió su "breve" condena.
Youngjae sonrió automáticamente al recordar que, en el centro reformatorio de menores donde compartieron habitación por tanto tiempo, había sido él mismo quien le había comentado a su chico el uso que le podía dar a dichas tablas de madera las cuales, le aseguró, podían servir como objeto de defensa si las aprendía a afilar.
— Jae... si sigues así, vas a lastimarte las articulaciones. — De igual manera, intentó llamar la atención del contrario, notando el ligero temblor que comenzaba a sacudir sus extremidades inferiores.
El mediano suspiró pesadamente al no recibir respuesta, pero fue incapaz de apartar los ojos del mayor. Sabía que Jaebum se sentía culpable desde aquel catastrófico día en el que, dos de las tres únicas personas importantes para él en el mundo, habían caído frente a sus ojos sin él poder hacer nada. Y es que, aunque Jimin y Jungkook habían logrado salir adelante luego de una larga recuperación y un considerable reposo, el rebelde no se perdonaba a sí mismo haber permitido que los lastimaran tanto y tan mal.
Por eso, luego de haber recibido el castigo por parte del líder y también haber sido liberado del aislamiento al que le habían sometido por mala conducta, Im Jaebum había decidido pasar cada uno de los días que quedaban para el regreso de Jeon al distrito entrenándose a sí mismo. Obligándose a mejorar para lograr defender a sus tres seres queridos si volvía a darse una situación similar.
Así pues, él de verdad lo estaba tomando en serio, aunque tal vez hasta un punto peligrosamente enfermizo.
— Jaebum. — Con tono firme y demandante, Choi reclamó su atención una segunda vez luego de unos pocos minutos más de espera, haciendo una mueca disconforme con los labios cuando el rebelde no se detuvo. — Regresemos a casa, es tarde. — Insistió, tomando su teléfono para observar la hora. Ya era entrada la noche. — Mañana puedes volver si quieres... podemos entrenar juntos las primeras horas, como siempre. — Ofreció entonces
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Mal presagio {Taekook/Yoonmin/2Jae}
Fanfiction▬ Fic lento y extenso. ▬ Khangpae ha sido la mafia surcoreana más temida de Corea en los últimos 50 años. Jeon Jungkook y Park Jimin, integrantes de la banda, han sido entrenados durante su niñez y adolescencia para convertirse en extraordinarios as...